Adolfo Marsillach dirige, por primera vez, montajes de obras del g¨¦nero l¨ªrico
El teatro nacional de la Zarzuela presenta hoy un nuevo espect¨¢culo de g¨¦nero l¨ªrico, cuya direcci¨®n ha sido encomendada a un hombre absolutamente ligado al teatro, Adolfo Marsillach, que se enfrenta as¨ª a la zarzuela en Madrid. La Gran r¨ªa, de Federico Chueca, y La tempranica, de Jer¨®nimo Jim¨¦nez, en nuevos montajes sobre escenarios de Cytrynowsky, coreograf¨ªa de Alberto Lorca y direcci¨®n musical del maestro Urbano Ruiz Laorden, suponen dos cap¨ªtulos importantes en la historia del teatro musical espa?ol.La zarzuela, sobre todo en el g¨¦nero denominado chico, posee significaciones heredadas de la tonadilla esc¨¦nica dieciochesca, tan bien estudiada por Jos¨¦ Subir¨¢, pero tiene sus ra¨ªces en fechas m¨¢s lejanas. En definitiva, se trata de ?pintamos a nosotros mismos", de hacer sainete, por decirlo en dos palabras.
Si en el lenguaje la zarzuela recoge los giros populares del idioma, en la m¨²sica da con un casticismo popularista -en el que predomina lo madrile?o y lo andaluz- que, en alguna medida, determina el posterior gran nacionalismo encamado por Manuel de Falla. Sin La tempranica no podr¨ªa explicarse La vida breve, y sin Chueca resultar¨ªa dif¨ªcil imaginar a Joaqu¨ªn Rodrigo.
A la mejor zarzuela debe la m¨²sica espa?ola, entre otras cosas, la musicalizaci¨®n aut¨¦ntica del castellano, perdida despu¨¦s del Renacimiento en los meandros de las escuelas extranjeras, sobre todo de la italiana.
Vuelve hoy La Gran V¨ªa, estrenada en 1868 y nacida con el proycto modernista de la c¨¦lebre avenida madrile?a. El g¨¦nero chico pisa los terrenos de la revista con la 'sucesi¨®n de personajes representantivos de calles, plazas y tipos. El testimonio nos llega a trav¨¦s de la simplicidad perfecta de la m¨²sica de Chueca: habaneras, chotis, pasacalles y polcas se unen a la incre¨ªble Jota de los Ratas, que crisp¨® el inter¨¦s de Nietzsche cuando la escuch¨® en Italia.
Renovar la tradici¨®n
Adolfo Marsillach aborda el montaje de la zarzuela con af¨¢n innovador, pero sin ¨¢nimo de aporrear la tradici¨®n. Al contrario, s¨®lo renov¨¢ndola, la tradici¨®n adquiere posibilidad de pervivencia. De todos modos, piensa Marsillach que sus nuevos puntos de vista pueden, resultar incluso pol¨¦micos, aunque, en todo caso, es evidentemente importante la definitiva incorporaci¨®n de los grandes realizadores teatrales a nuestro teatro musical.En La tempranica (estrenada en el mismo teatro de la Zarzuela en que hoy se repone, el a?o 1900), el caso es diferente. Se trata de un cuadro ambiental de Andaluc¨ªa que, en su texto, se aleja m¨¢s de la sensibilidad y gustos actuales. Pero el creador de La boda de Luis Alonso consigui¨® una partitura a la que rindieron homenaje Falla y Rodrigo, Halfter y Markevitch.
Dej¨¦ el texto casi en el esqueleto", afirma Marsillach, lo que se justifica no s¨®lo por su menor relevancia frente a la m¨²sica, sino por el volumen de una partitura que hace unas d¨¦cadas Moreno Torroba convirti¨®, con breves a?adidos, en ¨®pera. Jim¨¦nez fue uno de los que contribuyeron a la creaci¨®n del sinfonismo madrile?o.
Un cuadro de cantantes y actores muy relevantes asegura las versiones de las dos zarzuelas: ?ngeles Chamorro, Alfonso del Real, ?ngel de Andr¨¦s, Natalia Duarte e Irene Daina para La Gran V¨ªa; Bel¨¦n Genicio, Emelina L¨®pez y Javier ?laba, para La tempranica. Recordemos, en fin, la figura de Ruiz Laorden, nacido en Sestao en 1933, profesor y despu¨¦s director de la Sinf¨®nica de Bilbao y director del Orfe¨®n Baracald¨¦s y de la Sociedad Coral Bilba¨ªna. Sus actividades en el teatro l¨ªrico le han valido ¨¦xitos muy notables.
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