?A qu¨¦ han dicho no los argentinos?
Hay elecciones en que una de las partes no s¨®lo gana, sino que son, sus propios m¨¦ritos los que definen el triunfo. Pero hay otras en las que los ciudadanos castigan o dicen no a determinadas opciones. Sin poner en duda que la Uni¨®n C¨ªvica Radical mereciera los votos que ha cosechado, creemos que m¨¢s de la mitad de los electores argentinos han votado en contra de todos los modelos, pr¨¢cticas y personajes pol¨ªticos que acapararon la escena durante 40 a?os.Le han dicho no al poder militar y a sus practicas de gobierno: la anulaci¨®n de los derechos civiles, pol¨ªticos y sindicales; la entrega del pa¨ªs al capital extranjero en nombre de la defensa de la soberan¨ªa nacional; la tortura; la desaparici¨®n de ciudadanos; los encarcelamientos sin procesos; el estado de excepci¨®n como normalidad; la militarizaci¨®n de la sociedad, y mil pr¨¢cticas m¨¢s. Las fuerzas armadas argentinas, emparentadas con la aristocracia; adiestradas por EE UU en sus academias de Panam¨¢. y Fort Gulick; imbricadas en el aparato industrial, financiero y especulativo, e implicadas tanto en guerras absurdas, como la de las Malvinas, como en la fabricaci¨®n de armamento pesado con tecnolog¨ªa alemana occidental, deben pasar ahora, con su ley de autoamnist¨ªa debajo del brazo, a un segundo plano, mientras que los argentinos tendr¨¢n que encontrar la forma para que los se?ores de la guerra se queden en sus cuarteles.
Con los resultados electorales se le ha dado, considerablemente, la espalda al peronismo, con su burocracia pol¨ªtica y sindical. La mafia de sindicalistas con cuentas bancarias en Suiza, la matoner¨ªa como forma de negociaci¨®n y el Rolex de oro junto a una pistola del calibre 45, ha visto, junto con los isabelistas y peronistas de diferente tono, que no se puede seguir sacando frutos a la necrofilia. Si la nueva Administraci¨®n tendr¨¢ serios problemas para controlar el aparato militar, no ser¨¢ menor la cuesti¨®n del sindicalismo peronista, aprovechando las justas reivindicaciones de un pueblo que sufre una tremenda crisis econ¨®mica.
Pero hay otro factor que interesa subrayar ante el fracaso electoral del peronismo. Con muchos a?os de retraso, parece que se ha tomado conciencia de la inviabilidad del proyecto peronista de la conciliaci¨®n de clases armonizadas por un Estado populista y poco democr¨¢tico. Sin duda, la salida a la crisis argentina pasa por una concertaci¨®n entre los diferentes sectores sociales, por un pacto de no agresi¨®n entre los sindicatos y el capital, que est¨¦ dispuesto a abandonar la especulaci¨®n y dedicarse a la inversi¨®n productiva; pero no ser¨¢ el peronismo quien organice ese proceso, ya que no ha dado pruebas de legitimidad democr¨¢tica. El desaf¨ªo est¨¢ ahora en tratar de salir de una crisis que no afecta solamente a Argentina, a la vez que sentar las bases de una convivencia democr¨¢tica. Porque el Estado argentino naci¨® hace un siglo, pero estas elecciones son quiz¨¢ las primeras en que se da un portazo a la demagogia, al patrioterismo que siempre ha inundado la pol¨ªtica de ese pa¨ªs, al nacionalismo de pacotilla y a la prepotencia militar y del peronismo.
Por la izquierda
Por la izquierda, la negativa cae sobre las vanguardias armadas y el partido comunista. Centenares de muertos, torturados y desaparecidos es el precio que han pagado quienes confundieron Vietnam con Buenos Aires o La Habana con Tucum¨¢n. La m¨ªstica de la guerrilla sacrific¨® vidas y le brind¨® justificaci¨®n a un golpe militar que, de todas formas, igualmente se hubiese dado, porque era la necesidad de imponer un modelo econ¨®mico friedmaniano lo que lo inspiraba de fondo.
Respecto del partido comunista, han sido tan err¨®neas sus l¨ªneas correctas desde los a?os cuarenta que da cierto pudor tratar la cuesti¨®n. Cuando surgi¨® el peronismo, hace cuatro d¨¦cadas, se opuso a ¨¦l ali¨¢ndose con la derecha. Ahora, al igual que en las elecciones del 74, ha pedido el voto para el peronismo, justificando su oportunismo con la falacia que dice que todo lo popular es revolucionario. Una falacia, por cierto, en la que crey¨® casi toda la izquierda.
Estas elecciones han sido una sorpresa. "Yo ya no me acordaba de los radicales ni para criticarlos", dec¨ªa al d¨ªa siguiente del triunfo de Alfons¨ªn un exiliado en Madrid. Y es cierto. Entre el estruendo f¨¢cil y vac¨ªo del peronismo y el resonar de la lucha armada, unidos a una agitada actividad sindical, parec¨ªa que los radicales iban a ser siempre unos condenados al segundo puesto, gente de centro con algunos miembros m¨¢s hacia la izquierda, pero que no contaban para nada, que no ten¨ªan cualidades de pr¨®ceres ni de h¨¦roes. Ahora muchos se har¨¢n radicales -como tantos se hicieron peronistas hace 10 a?os-, mientras Alfons¨ªn y su Gobierno tendr¨¢n que lidiar con las fuerzas armadas, la burocracia sindical, la crisis econ¨®mica, la deuda externa, el paro y las huellas de la muerte de alrededor de 30.000 personas en una guerra nunca declarada, y con el Gobierno Reagan, que ya estar¨¢ analizando, mediante ordenadores, en qu¨¦ medida los radicales har¨¢n honor a su nombre.
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