Recordar es contar
Los libros de memorias son a menudo un arma de dos filos. O por lo que se recuerda en ellos o por lo que en ellos falta; tantas veces tambi¨¦n por lo que suponen de obras menores en el contexto de creaciones m¨¢s ambiciosas. ?ste de Francisco Ayala, estos Recuerdos y olvidos, que en su segunda entrega han alcanzado el Premio Nacional de Literatura, re¨²ne en s¨ª todo lo que podr¨ªa pedirse al volver la vista atr¨¢s de un hombre que re¨²ne en s¨ª tantos a?os de vida y y y de escritura. Es un libro hecho de lo que su nombre anuncia, de recuerdos y de olvidos; selectivo, pues, en lo que al presente le queda de capacidad de indulgencia: lo que no vale la pena recordar es s¨®lo aquello que se ha olvidado.Las memorias de Francisco Ayala nacen del presente en que sucedieron los hechos que narran; no hay en ellas esa conciencia de lo retrospectivo que tan desafortunadamente lastra muchas veces intentos como el suyo. ?A qu¨¦ pensar en lo que ha sido si para la memoria sigue siendo?, parece preguntarse el autor de El jard¨ªn de las delicias frente a su propio pasado, al verlo en la naturalidad de un transcurrir asumido con tanta tranquilidad como inteligencia.
En el segundo volumen de sus memorias, Ayala narra los a?os del exilio, la estancia en Argentina, en Brasil, en Estados Unidos, en Puerto Rico, los viajes por Europa, por Oriente, los a?os pr¨®ximos a una vuelta que tardar¨ªa en ser definitiva y tantas y tantas gentes que van marcando el transcurrir de ese tiempo y de esa vida. Por sus p¨¢ginas desfilan nombres de toda especie, desde el bondados¨ªsimo Rafael Dieste hasta el siempre dif¨ªcil Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, pasando -toquemos madera- por el inefable y temible gafe Jacinto Grau, de quien a¨²n guarda Ayala sabros¨ªsimas an¨¦cdotas. Por no hablar de esa Victoria Ocampo, tan bella -ya lo dije otra vez aqu¨ª mismo- en la fotografia de sus. muy hermosos 22 a?os.
El especial car¨¢cter de los entes de ficci¨®n
Pero, como extraordinario narrador que es, a Francisco Ayala se le escapan sus memorias felizmente por el camino del relato. Cada episodio a recordar se convierte en la trama por la que desfilan unos personajes que muchas veces poseen por s¨ª mismos ese especial car¨¢cter de los entes de ficci¨®n, se prestan sin violencia alguna a ser algo as¨ª como protagonistas de su propia historia. Eso mismo es lo que hace con frecuencia que Ayala se nos explique en sus re.cuerdos y in sus olvidos m¨¢s a trav¨¦s de ese clima que los dem¨¢s crean junto a ¨¦l, que en su propia peripecia de hombre que rehace su vida en el exilio, que emprende una etapa crucial de su aventura personal.Esa es una de las secciones mayores de este libro espl¨¦ndido: su car¨¢cter de mirada tranquila a un pasado en el que lo personal no es nunca ¨¢mbito cerrado, sino lugar que acoge cualquier signo. Por eso tambi¨¦n el presente se sabe hecho de aquel tiempo, y se remite a ¨¦l porque conoce que de all¨ª proviene el ahora conformado con el paso del tiempo. El recuerdo no es la evocaci¨®n de lo perdido, sino la constataci¨®n natural de la vida propia. La memoria es, as¨ª, una forma m¨¢s de la literatura.
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