El ¨²ltimo atardecer de Robert Aldrich
A Robert Aldrich, del que el pasado domingo ofreci¨® TVE Ataque, le habr¨ªa gustado que a su muerte, acaecida ayer, a los 65 a?os, le recordaran como lo har¨¢n con John Huston. En su defecto, quiz¨¢ se habr¨ªa conformado con la reputaci¨®n de Samuel Fuller, uno y otro directores de cine norteamericanos, como ¨¦l, con los que tiene visible parentesco. Pero en todo el cine de Aldrich ha faltado siempre esa chispa de inspiraci¨®n, ese genio insensato que encontramos con la fuerza incontenible de lo gratuito en sus mayores.Y si hay que recordar, hasta cierto punto, a media luz a Robert Aldrich no es porque con su firma hayan aparecido filmes execrables, como aquella versi¨®n de Sodoma y Gomorra con la desaparecida Pier Angeli y el preservado Stewart Granger, pues es bien sabido que los grandes del cine americano han firmado toda clase de pel¨ªculas a olvidar, sino porque en vez de dejarse llevar por la pasi¨®n, pensaba demasiado sus pel¨ªculas, y ¨¦stas sal¨ªan con una especie de prop¨®sito de enmienda de quien no ha podido hacer nunca exactamente lo que quer¨ªa.
Dos excelentes westerns filmados a principios de los cincuenta le dieron a conocer en Europa por intermedio de los grandes fabricantes de genios que son los cr¨ªticos franceses. Truffaut y su Cahiers du cinema, biblia cin¨¦fila de la ¨¦poca, advirtieron de la llegada de un cierto Robert Aldrich con su pel¨ªcula Apache. Un western que se anticipaba a la moda del Oeste crepuscular, el de un mundo que desaparece con la urbanizaci¨®n del medio, pero trasplantado a la vivencia del ¨²ltimo piel roja -Burt Lancaster-, que se ha refugiado con su mujer -Jean Peters- en un remoto valle de la frontera con M¨¦xico, y al que persigue un comisario de polic¨ªa -John McIntire- al que turba cumplir un deber ante el que no se permite vacilar. A continuaci¨®n, Aldrich estrenaba la que hasta el momento sigue pareciendo su mejor pel¨ªcula, Veracruz, con Gary Cooper y, otra vez, Burt Lancaster en los principales pa peles, y una Sara Montiel que hac¨ªa estallar las blusas floreadas de pura juventud.
En ambos casos se apreciaba que el director hab¨ªa querido contar una historia trepidante, pero que no se hab¨ªa conformado s¨®lo con eso. Aldrich quiso hacer una pel¨ªcula sobre la tragedia del indio, en la que ¨¦ste fuera mucho m¨¢s que una cabellera emplumada que sirviera de tiro al blanco a los colonos apostados en el c¨ªrculo de la caravana. De igual forma, la historia de los dos pistoleros de Veracruz se desarrollaba en medio de una cordial reconstrucci¨®n de la revoluci¨®n mexicana del indio Benito Ju¨¢rez contra los dragones franceses de Maximiliano. Gran espect¨¢culo, s¨ª, pero gran espect¨¢culo con mala conciencia. Los cr¨ªticos de Cahiers pod¨ªan haber elegido mejor en sus proclamaciones, porque casi parec¨ªa que Aldrich no se conformara con ser lo que para ¨¦l hab¨ªan decidido sus mentores.
Un tercer gran western completaba el ciclo dedicado al pasado m¨¢s pr¨®ximo de la conquista del Oeste americano. El ¨²ltimo atardecer era una formidable pel¨ªcula, en la que Aldrich quer¨ªa conocer las razones de unos y otros, esquivando las soluciones f¨¢ciles. Rock Hudson, en un papel en el que copiaba hasta la forma de andar de Gary Cooper, era el comisario que persegu¨ªa a Kirk Douglas, el forajido que ten¨ªa sus motivos para elegir el momento y la forma de su propia muerte. Una gran cinta rom¨¢ntica, en la que el duelo final de Hudson y Douglas repite la escena con que concluye Veracruz entre Cooper y Lancaster, o el acoso final de Apache entre Lancaster y McIntire.
Los finales de las pel¨ªculas de Aldrich, incluso de las menos memorables, dejan siempre algo para el recuerdo. Como el de La leyenda de Lilah Clare, en el que un anuncio de televisi¨®n sobre un alimento para perros se transforma en una brutal agresi¨®n al espectador. Finales en los que sol¨ªa quedarse uno con la sensaci¨®n de que Aldrich se hab¨ªa sentido un poco fracasado. Como si una ¨²ltima imagen hubiera permanecido inevitablemente prendida de la lente de la c¨¢mara sin llegar nunca al espectador.
M¨¢s informacion en la p¨¢gina 41
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