Deporte y ciencia
La tradicional contraposici¨®n entre cultura intelectual y cultura f¨ªsica es un absurdo para el autor de este trabajo, que sugiere medidas para armonizarlas. Entre ellas, la sensibilizaci¨®n deportiva de los intelectuales y cient¨ªficos y la racionalizaci¨®n del deporte, superando el llamado determinismo del resultado.
El I Simposio Nacional sobre el Deporte en la Sociedad Espa?ola Contempor¨¢nea, que, organizado por el recientemente creado Instituto de Ciencias de la Educaci¨®n F¨ªsica y del Deporte, se ha desarrollado en Madrid hace escasos d¨ªas, ha supuesto, sin lugar a dudas, el primer intento serio de aproximaci¨®n entre la ciencia y el deporte que se realiza en Espa?a. Esta tarea va a resultar, como toda labor incipiente, dif¨ªcil, pero deber¨¢ superar adem¨¢s unas actitudes mentales fuertemente arraigadas en nuestra sociedad que se empe?an en oponer, en enfrentar la cultura intelectual y la cultura f¨ªsica.Vac¨ªo
Como soci¨®logo me ha preocupado enormemente el terrible e incomprensible vac¨ªo que ha separado durante tanto tiempo a las ciencias sociales del deporte, y que, posiblemente, no haya sido sino el reflejo de la dicotom¨ªa, el antagonismo incluso, que en nuestro pa¨ªs ha caracterizado la relaci¨®n deporte-ciencia, y que el propio sistema escolar se ha encargado muchos a?os en perpetuar.
Ah¨ª est¨¢ para corroborarlo ese mismo deporte escolar que, a?os y a?os falto de un profesorado cualificado, no ha hecho sino provocar una falsa competitividad entre los muchachos, favoreciendo a una ¨¦lite de privilegiados a costa de humillar en ocasiones, e ignorar casi siempre, al resto de compa?eros. Todo ello, por si fuera poco, inmerso en una superestructura escolar que, lejos de procurar una armon¨ªa entre deporte e intelecto, ha buscado conscientemente, en muchas ocasiones, un enfrentamiento directo entre ambas aptitudes. Si pensamos ahora que en este marco de referencia es donde se ha producido el primer encuentro que muchos ni?os han tenido en su vida con la instituci¨®n deportiva, no puede extra?arnos la situaci¨®n social que padecemos.
Raz¨®n y resultado
Todos los que de alguna manera no s¨®lo compaginamos, sino que identificamos nuestro nter¨¦s por el deporte y por la ciencia gozamos de una situaci¨®n privilegiada en este conflicto, desde la cual debemos esforzarnos por conseguir esa uni¨®n de mentalidades ejerciendo una doble funci¨®n. En primer lugar, sensibilizando deportivamente a los intelectuales y cient¨ªficos. Se hace necesario mostrar que el deporte significa algo m¨¢s, que va mucho m¨¢s all¨¢ de un simple estadio aba rrotado de p¨²blico... En ocasiones se ha llegado a preguntar qu¨¦ clase de intelectualidad tenemos en este pa¨ªs que es incapaz de captar ese trasfondo que subyace bajo esa punta de iceberg que es el deporte profesional.
Ahora bien, esta tarea debe complementarse con una segunda funci¨®n no menos importante, la de racionalizar el espect¨¢culo deportivo, que, quer¨¢moslo o no, es el que determina en buena medida la opini¨®n que una sociedad tiene de esa instituci¨®n, y que adem¨¢s -y esto nunca debe olvidarse- constituye ese espejo imantado en el que casi todos los ni?os se miran en alguna ocasi¨®n. S¨®lo cuando deportistas, t¨¦cnicos, directivos, espectadores y periodistas sean capaces de superar ese fat¨ªdico determinismo del resultado que rige nuestro deporte se podr¨¢ empezar a hablar de l¨®gica y de coherencia en el mismo.
Si hay algo que realmente puede ense?ar la comunidad intelectual y cient¨ªfica a la familia del deporte es precisamente a respetar ese trabajo continuado y bien hecho que impide, por ejemplo, a un profesor de matem¨¢ticas suspender a un alumno que, habiendo planteado y desarrollado correctamente un problema, comete finalmente un simple error de c¨¢lculo. Por desgracia, en el deporte profesional no se entiende de m¨¦todos, ni de procesos, ni de esfuerzos continuados; all¨ª todo queda supeditado al triunfo, a la medalla.
Alcanzada ¨¦sta, la gloria, y si no, se logra el fracaso. No existe t¨¦rmino medio. Poco importar¨¢ una labor de meses, a?os incluso, si en el ¨²ltimo segundo el deportista marra el golpe o falla el tiro. El resultado se convierte, de esta forma, en el fin ¨²ltimo, en la ¨²nica raz¨®n explicativa de todo comportamiento deportivo. As¨ª est¨¢ estructurado el deporte y as¨ª se rigen, por desgracia, los hombres a ¨¦l vinculados.
S¨®lo cuando consigamos cerrar esa brecha abierta entre mentalidades cient¨ªficas e intelectuales y mentalidades deportivas -y, en este sentido, la experiencia del simposio obliga a ser abiertamente optimistas- podremos aupar al deporte a lo m¨¢s alto de un podio del que nunca debi¨® descender.
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