Con la m¨²sica a otra parte
MIENTRAS EN los conservatorios hay tumultos para con seguir una matriculaci¨®n que permita asistir a unas aulas atestadas y se cierra el paso como se puede a los mayores de 25 a?os, las orquestas de nueva formaci¨®n tienen que importar m¨²sicos de pa¨ªses del este de Europa, donde hay un mercado bueno, abundante y barato. No se encontrar¨¢n extra?ados los violinistas extranjeros cuando vean en sus atriles las partituras: a veces est¨¢n editadas en sus propios pa¨ªses. Recientemente se ha tocado en Madrid un motete del padre Soler editado en Hungr¨ªa para conmemorar el centenario del gran compositor espa?ol: aqu¨ª no existe. Alguien no ha encontrado en Castell¨®n ni una sola partitura para guitarra del maestro T¨¢rrega. Alguien ha encontrado que no existen partituras para orquesta de La verbena de la Paloma: la soluci¨®n est¨¢ en alquilarlas. Muchos compositores espa?oles contempor¨¢neos tienen la exclusiva de sus obras en editoriales extranjeras, m¨¢s generosas y m¨¢s ¨¢giles para los contratos. Ocurre con Mompou, editado en Par¨ªs. Pero estas partituras que se importan vienen, l¨®gicamente, gravadas con el precio del cambio de moneda y, mucho menos l¨®gicamente, con el de impuestos de lujo. Como sucede con los discos. Y con algunos instrumentos musicales que aqu¨ª no se fabrican o no con la calidad necesaria para ser profesionales. Impuestos y aranceles no tienen en este caso los beneficios de otro material de cultura. La m¨²sica en Espa?a tiene una gran cantera, al mismo tiempo popular y culta, que es la mediterr¨¢nea. Cultura de banda, aunque muchas de estas bandas, en Valencia, est¨¢n ya pasando a ser orquestas. Por el momento producen viento y percusi¨®n, y en esta especialidad, algunos de los buenos int¨¦rpretes mundiales. Por esa misma raz¨®n, se sabe que en Espa?a hay partituras de banda o adaptaciones para banda de obras sinf¨®nicas que son ¨²nicas en el mundo. Lo cual quiere decir que este aspecto cultural est¨¢ en manos de la iniciativa privada y popular, de una tradici¨®n transmitida de padres a hijos, sostenida por est¨ªmulos a veces locales.
No ser¨ªa f¨¢cil transmitir culpas a organismos estatales cuando se trata de un arte y de una cultura que deben tener otro nacimiento m¨¢s espont¨¢neo y directo, si no fuera por el propio deseo estatal de entrar en ese terreno y asumir as¨ª una responsabilidad. Hubo en tiempos una Comisar¨ªa Nacional de M¨²sica, que termin¨® siendo poco m¨¢s que una agencia de conciertos. Hoy hay dependencias diversas. La ense?anza est¨¢ en el Ministerio de Educaci¨®n, mientras que el de Cultura entretiene una Direcci¨®n General de M¨²sica (y Teatro). La Orquesta Nacional depende de un ministerio; la de RTVE, del ente. No siempre hay coordinaci¨®n entre todos. Y, desde luego, ninguno hace el esfuerzo necesario para sacar adelante la m¨²sica, hasta el punto de que casi se ha convertido en una tradici¨®n espa?ola ignorarla, despreciarla, desconocerla. Salen, como siempre, creadores capaces de un enorme esfuerzo individual: se tienen que ir con la m¨²sica a otra parte.
Una pol¨ªtica de ense?anza musical tendr¨ªa que revisar enteramente el concepto de los conservatorios y aplicar la asignatura de m¨²sica a los colegios con una solvencia que ahora no tiene, y con alguna obsesi¨®n menor por los t¨ªtulos. En los conservatorios superiores tienen que convivir los ni?os de primer a?o de solfeo con los adultos que estudian contrapunto o armon¨ªa. En los colegios, la asignatura de m¨²sica se pasa por alto, como una obligaci¨®n modesta, y a¨²n el Ministerio de Educaci¨®n no acepta que los titulados por el conservatorio firmen los ex¨¢menes; no importa que lo haga un licenciado en qu¨ªmicas o en exactas, siempre que sea licenciado, porque los titulados del conservatorio no lo son. Sublime triunfo del corporativismo universitario y del burocratismo anti-intelectual que adem¨¢s osa revestirse de honores acad¨¦micos. Los profesores de m¨²sica suelen encontrarse en condiciones de inferioridad y muchas veces son considerados como titulares de clases de adorno.
Todo esto requiere una atenci¨®n superior. No se trata de abandonar la m¨²sica a su suerte y cerrar un par de ministerios o sus organismos correspondientes. Sino de que, al menos all¨ª donde hay dinero, responsabilidad e inter¨¦s del Estado, exista tambi¨¦n una planificaci¨®n general y una aportaci¨®n de soluciones.
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