Las banderas
Legan¨¦s ya tiene su bandera. Quiz¨¢ les falten escuelas, empleos, cosas, pero ya se han sacado una bandera, con lo cual la fiebre de las banderas, repetidamente glosada -en esta columna, llega a su reducci¨®n minimal al absurdo, o casi. ?Es que Legan¨¦s no tiene derecho a tener bandera? Pues claro que s¨ª. Bandera y pend¨®n y palio. No entenderemos la Espa?a singular mientras no entendamos que Espa?a es plural. El joven artista catal¨¢n Pol Borr¨¢s, un Topor de las Ramblas, cuya muestra madrile?a present¨¦ el otro d¨ªa en la sala de Fern¨¢ndez Brasso, me lo agradece con unos ir¨®nicos telegramas. ?Y qu¨¦ mejor bandera que una cultura, que una sub/cult, incluso, que la obra de los j¨®venes, tan cosmopolita, tan europea, tan a la sombra, empero, de una bandera solemne como la catalana? Quiero decir, en fin, que por sus obras los conocer¨¦is, mejor que por sus banderas. La bandera, el pend¨®n, era un trapo medieval que se usaba para saber por d¨®nde andaba el se?or conde y que le siguieran las huestes, que "en la grande polvareda perdimos a Don Beltr¨¢n". Luego, las banderas se han convertido en la s¨ªntesis de una soberan¨ªa, lo cual que me parece bien, pero no as¨ª que cada localidad, municipalidad y foralidad se, invente una bandera, o quiz¨¢ s¨ª, porque entonces el cielo de Espa?a va a ser una feria de retales ideol¨®gicos y nadie va a entenderse con nadie. Digo, en fin, que partiendo de la pluralidad originaria de lo peninsular debemos llegar a la armon¨ªa o la s¨ªntesis, seg¨²n, de lo original, sin caer en la Feria de Restos, los Saldos, Arias ni labran Quema de Retales. Legan¨¦s ha creado su bandera muy oportunamente, y con erudici¨®n her¨¢ldica, pero m¨¢s valdr¨ªa pararse en Legan¨¦s, apeadero y fonda. La Real Academia de la Historia ha tomado cartas en el asunto. Van de vuelo.La bandera es de color azul turquesa, y en cuanto al escudo, que se incluir¨¢ en el centro de ella, se describe as¨ª: escudo cortado; primero cuartelado en sotur (en aspa); primero y cuarto de azul con calderas jaqueladas de gules y oro, gringoladas de siete cabezas de sierpe de sinople en cada asa; segundo y tercero de plata, cinco armi?os de sable, bordura camponada de Castilla y Le¨®n; segundo de azur la laguna de plata y el timbre corona marquesal o en su caso la real. En lo que Legan¨¦s tiene de ciudad dormitorio, la ciudad va a quedar redimida por la bandera, pero uno preferir¨ªa menos ciudades/dormitorio en la periferia de Madrid, aunque luciesen, sencillamente, la hermosa bandera nacional. Estamos volviendo a un novecentismo en que la exasperaci¨®n liberatoria hace m¨¢s importantes los signos que las cosas. El XIX fue nacionalista. El XX parece que se propone, ya hacia su final, ser directamente cantonalista. Octavio Paz, en Sombras de obras, Planeta, nos recuerda c¨®mo el signo empez¨®, quiz¨¢, no significando nada, o signific¨¢ndose s¨®lo a s¨ª mismo, y c¨®mo va camino de acabar. en la misma tautolog¨ªa. Es lo ¨²nico que uno, con perd¨®n, tiene con respecto de las banderas. No las vaciemos de sentido. Los clubs de f¨²tbol, por ejemplo, defienden una bandera y unos colores. Hoy sabemos de sobra que defienden .una pastizara, y ah¨ª est¨¢n Porta y las auditor¨ªas, precisamente por estas fechas. Cuidado con las banderas. La guerra de las banderas, una situaci¨®n que se agot¨® al llegar a su propio absurdo, como todas las situaciones, renace ahora, aqu¨ª mismo, en Legan¨¦s, porque otros pueblos querr¨¢n tener bandera, escudos, cuartelados y aspas, con el mismo derecho. O Espa?a est¨¢ mal planteada o no hemos entendido lo que es Espa?a. La bandera, como digo, empez¨® siendo una se?al de batalla, una identificaci¨®n del se?or duque. Si no hay se?or duque ni batalla ni huestes, la bandera se queda en un sereno signo. ?Por qu¨¦ estamos invirtiendo los signos y d¨¢ndoles una belicosidad que en s¨ª no tienen? Legan¨¦s ha entendido muy bien lo de la bandera. Lo que yo me temo, ahora, es el pueblo de al lado, o el otro. Llegar¨¢ un momento en que las banderas no dejen ver la Patria.
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