Que hagan lo que quieran

Una pareja de guionistas de cine, que lleva tres a?os enamorada, decide casarse. Ella piensa que el matrimonio anular¨¢ su amor; ¨¦l, por el contrario, que quedar¨¢ afianzado. Se casan, a pesar de todo, en secreto, y visitan a sus respectivos padres.El resultado es, efectivamente, catastr¨®fico, pero no por lo que el lector casado pueda suponer, sino porque el vag¨®n de tren en que viajan es muy estrecho (como si fueran m¨¢s amplios de solteros), los padres de ella son unos despistados y los de ¨¦l unos palizas. No hay cr¨®nica matrimonial sino gratuidades con poca gracia.

Banalidades

El espectador puede preguntarse, al acabar la larga hora y media de banalidades que componen el filme, por qu¨¦ la pareja protagonista no llev¨® el anonimato de la boda hasta sus ¨²ltimas consecuencias y se neg¨® a que se filmara una pel¨ªcula sobre historia tan ins¨ªpida. Puede que contenga un par de momentos simp¨¢ticos con la intervenci¨®n de las parejas de los padres (que se aman, naturalmente, por los siglos de los siglos), pero los guionistas reales de la pel¨ªcula no han sabido c¨®mo armonizarlos con el resto. Hasta el punto de que, guionistas los personajes, se confiesa que no saben c¨®mo acabar la historia. Tampoco ten¨ªan muy claro c¨®mo comenzarla ni qu¨¦ mostrar con ella, pero la escribieron y concluyeron como si tal cosa.

Hay un momento especialmente significativo: los personajes deben escribir velozmente el desenlace del filme en el que trabajan para que sea filmado a la ma?ana siguiente. Es probable que as¨ª se haga ahora el cine de consumo en Hollywood, pero seguro que de tal forma se escribi¨® el confuso asunto de estos amigos muy ¨ªntimos, poco superado por los actores, aunque ninguno haga mal su trabajo. Burt Reynolds y Goldie Hawn superan como pueden la inconsistencia de sus tipos. Por encima de ellos destacan los secundarios, m¨¢s firmes en sus caricaturas.