OTAN, disuasi¨®n y armas convencionales
Las llamadas naciones libres comprendieron que deb¨ªan unirse ante la presencia del r¨¦gimen sovi¨¦tico, dice el autor. Se convirtieron en aliados permanentes que, sin pretender imponer ning¨²n sistema pol¨ªtico, establecieron una estrategia disuasoria frente a la URSS. Ahora, tras el despliegue de los SS-20 sovi¨¦ticos, la disuasi¨®n ha de basarse, adem¨¢s de en los euromisiles, en la firmeza negociadora y en el perfeccionamiento del arsenal convencional.
En los ¨²ltimos decenios hemos podido ver a la Alianza Atl¨¢ntica sometida a muchas tensiones y exigencias. Hemos escuchado a muchos proclamar que el v¨ªnculo colectivo no era m¨¢s que un accidente de la guerra y de su secuela de debilidad y agotamiento. Otros han dicho que tal v¨ªnculo no podr¨ªa sobrevivir ni al resurgimiento pol¨ªtico y econ¨®mico de los miembros de la Alianza ni al creciente poder¨ªo militar de nuestros adversarios. Hemos o¨ªdo decir que, cuando abandonase la escena la generaci¨®n que aprendi¨® en el trance de la guerra las duras lecciones de la seguridad colectiva, la Alianza dejar¨ªa de ser necesaria e incluso desaparecer¨ªa.Pero no hemos aceptado esas profec¨ªas oscuras. De todos modos, compartimos algunas, de esas inquietudes, como lo demuestra nuestro inter¨¦s por generar, expandir, fortalecer y mantener el necesario consenso en nuestros propios pa¨ªses para mantener viva y fuerte la Alianza. En muchos sentidos esto es algo m¨¢s dificil en nuestros pa¨ªses, porque somos naciones dotadas cada cual de su libertad, su independencia, su soberan¨ªa y tenemos una gran variedad de sectores de opini¨®n que se expresan con energ¨ªa, lo que nos diferencia de los pa¨ªses del Pacto de Varsovia, a los cuales, en la superficie, parece algo m¨¢s f¨¢cil mantener unidos, pero que, por debajo, se me antoja que sufren tensiones mucho m¨¢s fuertes que las de Occidente.
Cuando leo u oigo ciertas necrol¨®gicas que se hacen de la Alianza Atl¨¢ntica, me viene a la memoria una hist¨®rica conversaci¨®n privada habida entre Metternich y Talleyrand en la apertura del Congreso de Viena en el oto?o de 1814. Metternich se volvi¨® hacia Talleyrand y le dijo: "No hable de aliados, porque ya no los hay". Y replic¨® Talleyrand: "Hay personas aqu¨ª que deber¨ªan ser aliados, en el sentido en que deber¨ªan pensar de la misma manera y desear las mismas cosas".
En los tiempos inmediatamente posteriores a la segunda gran guerra de este siglo, un grupo de naciones lleg¨® a la, conclusi¨®n de que pod¨ªan y deb¨ªan "pensar de la misma manera y desear las mismas cosas". Con el advenimiento de la era nuclear lleg¨® la conciencia de que la guerra ya no pod¨ªa ser ganada. La guerra s¨®lo pod¨ªa ser evitada. Y con el ascenso de un r¨¦gimen sovi¨¦tico dispuesto a subvertir la libertad lleg¨® tambi¨¦n para las naciones libres la necesidad de unirse para convencer a la Uni¨®n Sovi¨¦tica de que no podr¨ªa realizar sus aspiraciones por la fuerza.
Aliados permanentes
De este modo, un nuevo tipo de peligro hab¨ªa producido un nuevo tipo de alianza. Raymond Aron habl¨® de nosotros como de aliados permanentes, esto es, de aliados que, "al margen de tener algunos intereses encontrados, no conciben que en un futuro previsible llegaran nunca a verse en campos opuestos".
En el mismo lugar donde Aron dec¨ªa esto, formulaba a continuaci¨®n una afirmaci¨®n a¨²n m¨¢s audaz: "El refuerzo de un aliado permanente no deber¨ªa nunca ser contemplado con alarma ni tampoco despertar celos". Pero todos hemos o¨ªdo a los pesimistas advertir precisamente de lo contrario. Han dicho ¨¦stos que a medida que fuera creciendo la fuerza y la confianza en s¨ª mismos de los miembros de la Alianza disminuir¨ªa inevitablemente la unidad de la Alianza. Los acontecimientos han demostrado que Aron estaba en lo cierto y que los negativistas estaban equivocados. Estados Unidos, bajo la direcci¨®n del presidente Reagan, ha recuperado su confianza y su resoluci¨®n, y a medida que los gobernantes europeos de concepciones pol¨ªticas diferentes se han unido en su empe?o de restaurar el equilibrio militar con la Uni¨®n Sovi¨¦tica y que Jap¨®n ha buscado v¨ªas para fortalecer su propia capacidad defensiva, hemos visto a nuestra Alianza ganar en fortaleza y uni¨®n. Por encima de todo, hemos visto a esos aliados permanentes de los que habl¨® Aron reafirmar la doble estrategia de Occidente para la paz: disuasi¨®n por medio de la fuerza y reducci¨®n de armamentos por medio de la negociaci¨®n.
La estrategia de disuasi¨®n no ha cambiado en realidad a lo largo de los casi 40 a?os que ha contribuido a la salvaguarda de la paz, pero lo que s¨ª ha cambiado es lo que se necesita para mantener la disuasi¨®n. En 1979, los miembros de la OTAN constataron que el monopolio sovi¨¦tico de fuerzas nucleares intermedias de mayor alcance, y en especial su enorme y r¨¢pida acumulaci¨®n de proyectiles SS-20 (m¨®viles y de gran precisi¨®n y, por tanto, capaces de sobrevivir), desplegados tanto en Europa como en Asia amenazaba con minar toda la estrategia de disuasi¨®n y desbaratar el equilibrio. Por ello, los miembros de la Alianza asumieron el compromiso -decisi¨®n dif¨ªcil, pero tomada tras detenido examen y que no ha habido motivo para alterar posteriormente- de desplegar los misiles crucero y Pershing 2 en Europa en caso de que no se alcanzase una alternativa negociada que restableciese el equilibrio. Fue aquel un compromiso que hab¨ªa que asumir y que se ha mantenido y que restablecer¨¢ la disuasi¨®n. Nos hemos mantenido firmes en torno al compromiso frente a las amenazas de la URSS y frente a dif¨ªciles presiones pol¨ªticas en el plano interno.
A la paz por la negociaci¨®n
Nos hemos mantenido firmes tambi¨¦n en nuestra determinaci¨®n de b¨²squeda de la paz mediante negociaciones. Conviene se?alar que en el curso del debate sobre el despliegue de misiles celebrado el mes pasado en el Bundestag, la resoluci¨®n propuesta por el canciller Helmut Kohl, y que fue aprobada, llamaba a "proseguir e intensificar el di¨¢logo entre Este y Oeste en todos los campos y a todos los niveles". De modo an¨¢logo, el presidente Reagan ha puesto de relieve, en repetidas ocasiones, su resuelta disposici¨®n a negociar con la Uni¨®n Sovi¨¦tica acuerdos de reducci¨®n significativa, rec¨ªproca y verificable de armamentos. Hago hincapi¨¦ en lo de reducci¨®n de armas, que no es ni control ni limitaci¨®n. Las reducciones han de ser la palabra clave y el objetivo clave.
En estos momentos, creo -y probablemente no sea ¨¦sta a¨²n la idea m¨¢s extendida- que las perspectivas de ¨¦xito en la negociaci¨®n son ahora mejores que lo fueron anteriormente. La historia reciente nos ha demostrado que los sovi¨¦ticos responden no a los halagos, ni menos a la debilidad, sino a la fuerza, y esa fuerza estamos adquiri¨¦ndola nosotros ahora. Y, lo que es m¨¢s, nos hemos despojado de algunas de las ilusiones que acompa?aban nuestros esfuerzos negociadores de la ¨²ltima d¨¦cada sin perder nuestra determinaci¨®n de alcanzar una soluci¨®n negociada.
Hace unos cuatro a?os, Henry Kissinger pronunci¨® en Bruselas un discurso en el que advirti¨® que hab¨ªa en Occidente "una propensi¨®n a tratar la distensi¨®n de una manera completamente teatral, es decir, no como un sopesamiento de intereses nacionales y negociaciones sobre la base de la realidad estrat¨¦gica, sino m¨¢s bien como un trabajoso ejercicio de buena fe, un ejercicio de psicoterapia".
Precisamente porque ahora percibimos la realidad con mayor naturalidad es por lo que los miembros de la Alianza Atl¨¢ntica no cedemos hoy en la disuasi¨®n, no abandonamos las negociaciones, sino que buscamos una tercera v¨ªa para salvaguardar la paz.
Nuevas tecnolog¨ªas b¨¦licas
En el orden tecnol¨®gico afrontamos tambi¨¦n dificultades y posibilidades semejantes, pues los avances en ¨¦l est¨¢n abriendo importantes perspectivas de mejora de la defensa convencional. Hay nuevos tipos de medios armament¨ªsticos convencionales que pueden contribuir a una defensa directa, a un combate m¨¢s penetrante y a mejorar la defensa a¨¦rea. Las nuevas tecnolog¨ªas no s¨®lo ayudar¨¢n a localizar y atacar objetivos est¨¢ticos o m¨®viles con total precisi¨®n, sino que tambi¨¦n los avances en microelectr¨®nica, en l¨¢ tecnolog¨ªa de computadores y de sensores dotar¨¢n a nuestros medios defensivos convencionales de mejores posibilidades de coordinaci¨®n y manejo.
Estas capacidades nuevas nos abren la perspectiva de desbaratamiento del tipo de operaciones que contempla el Pacto de Varsovia en sus planes militares: una guerra rel¨¢mpago consistente en avances escalonados de fuerzas de tierra combinados con operaciones ofensivas por aire contra nuestras. instalaciones. '
Se trata aqu¨ª tambi¨¦n de un intento de utilizar los ¨²ltimos avances tecnol¨®gicos que podr¨ªan realmente mejorar nuestra fuerza disuasori? en el futuro convenciendo a la URS S de que su estrategia de guerra rel¨¢mpago no'desbordar¨ª¨¢ as¨ª como as¨ª nuestras defensas convencionales. Unas armas convencionales de suma precisi¨®n servir¨ªan no s¨®lo para rechazar un primer embate, sino que podr¨ªan tambi¨¦n retrasar, quebrar y destru¨ªr progresivamente las oleadas sucesivas de agresi¨®n.
La OTAN ha dado ya los primeros pasos hacia la materializaci¨®n de estas nuevas posibilidades. En la cumbre de Bonn de 1982, los jefes de Estado aliados convinieron en un ffiandato para fortalecer la posici¨®n OTAN en el aspecto defensivo, con especial atenci¨®n a las fuerzas convencionales, aprobaron asimismo una nueva iniciativa sobre aprovechamiento de tecnolog¨ªas nuevas.
No es f¨¢cil introducir los avances t¨¦cnicos, porque siempre hay que hacerlo frente al coro de los cr¨ªticos que temen que estemos llevando demasiado lejos las fronteras de la tecnolog¨ªa.
La ¨²ltima dificultad que hemos de afrontar y vencer es la que pone a prueba nuestros esfuerzos de cooperaci¨®n. En los a?os pr¨®ximos vafnos a necesitar trabajar unidos sobre iniciativas nuevas y sobre muchas otras m¨¢s, aun manteni¨¦ndonos firmes en nuestra aspiraci¨®n permanente de evitar la guerra y negociar la reducci¨®n de armamentos. Vamos a necesitar superar las sospechas de que nuestra b¨²squeda de nuevos medios tecnol¨®gicos vaya a reducir nuestro empe?o en la disuasi¨®n y la reducci¨®n de armamentos. Pero no va a ser as¨ª. Hemos de asegurarnos de que nadie crea que podemos debilitar nuestros compromisos mutuos o permitir que una naci¨®n domine las futuras decisiones sobre las fuerzas y la estrategia de la Alianza.
Comuni¨®n de intereses
En su discurso de marzo de 1983, el presidente Reagan reafiim¨® que "en nuestra b¨²squeda de tecnolog¨ªas defensivas, no hemos de perder conciencia de que nuestros aliados, para disuadir de ataques contra ellos, dependen de un poder¨ªo ofensivo estrat¨¦gico". Sus intereses vitales y los nuestros se hallan inextricablemente ligados; su seguridad y la nuestra son una sola. "?sta es la base de la pol¨ªtica norteamericana. Estados Unidos no podr¨ªa nunca existir en un mundo en el que Europa se viera sometida. En los a?os que llevo vividos he visto dos guerras que se hicieron para evitar eso precisamente". El presidente Reagan puso asimismo de relieve que la esperanza de una defensa contra los misiles bal¨ªsticos era no solamente una esperanza para el pueblo de Estados Unidos, sino para todo el mundo libre, y en realidad para todo un planeta que ha vivido en el miedo a las armas nucleares.
No tendr¨ªamos que olvidar nunca que la URSS tambi¨¦n trata de lograr estas tecnolog¨ªas defensivas y que lleva haci¨¦ndolo por lo menos desde 1967. Si fuesen ellos los primeros en conseguir estos avances tecnol¨®gicos, el mundo se ver¨ªa en un peligro grave. Por ello, y haciendo acopio de sentido de autoprotecci¨®n y supervivencia, hemos de trabajar con miras a asegurar esa defensa fiable contra los misiles nucleares, no una defensa que nos permita desestabilizar una balanza que queremos estabilizar, sino una que nos permita de una vez para siempre eliminar el horror que esas armas constituyen para la humanidad.
En el campo de las nuevas tecnolog¨ªas convencionales, estamos viendo ya s¨®lidos signos de cooperaci¨®n aliada. Un ejemplo importante de ello es la creaci¨®n del sistema de lanzamiento m¨²ltiple de cohetes, concebido para contrarrestar la artiller¨ªa enemiga y eliminar las defensas a¨¦reas del enemigo.
Estados Unidos ha ofrecido algunas sugerencias en relaci¨®n con los campos en los que podemos aplicar las nuevas tecnolog¨ªas. Los aliados est¨¢n ahora ofreciendo sus propuestas y opiniones, que para nosotros son bienvenidas. Esto es as¨ª una realizaci¨®n de la Alianza, que debe tener un car¨¢cter cooperativo e ir desde el dise?o hasta la puesta en servicio pasando por la fabricaci¨®n. Confiamos en que todos los aliados contribuyan con todas sus ideas, sus propias propuestas y sus proyectos candidatos a los programas de cooperaci¨®n. En esos proyectos de cooperaci¨®n consideramos que han de tener un gran papel las industrias de los pa¨ªses aliados.
Evitar transferencias
En nuestro af¨¢n por dar utilidad a esas tecnolog¨ªas que han venido siendo nuestra gran fuente de fuerza hemos de ser siempre conscientes de la necesidad de asegurar que esa tecnolog¨ªa no pueda resultar transferida al Pacto de Varsovia. Si la Uni¨®n Sovi¨¦tica consiguiera obtener nuestra mejor tecnolog¨ªa, ello no s¨®lo aumentar¨ªa la amenaza sobre nuestras fuerzas y nuestras sociedades, sino que elevar¨ªa tambi¨¦n el coste que tendr¨ªa para nosotros el mantener la ventaja tecnol¨®gica de la que depende nuestra fuerza.
Nuestras nuevas tecnolog¨ªas, a trav¨¦s de la reducci¨®n de la amenaza de ataque nuclear y de la reducci¨®n de la eficacia de las guerras rel¨¢mpago convencionales, pueden contribuir a convencer a la URSS de que la agresi¨®n no tendr¨ªa ¨¦xito. Pero es que ofrecen algo m¨¢s que una mejora del factor de disuasi¨®n, porque ofrecen a la URSS nuevos motivos para unirse a nosotros en una aut¨¦ntica reducci¨®n de las armas nucleares y convencionales.
Somos una alianza defensiva. No somos iniciadores de guerras. No deseamos imponer nuestro sistema pol¨ªtico por medio de la conquista o extraer un tributo econ¨®mico. En un mundo peligroso que no hemos hecho nosotros, estamos sencillamente intentando convencer a nuestros adversarios de que no tienen m¨¢s alternativa que la de unirse a nosotros en nuestra b¨²squeda de una paz duradera. Una defensa potente tanto contra las fuerzas nucleares como contra las convencionales no puede sino favorecer esa b¨²squeda.
Algo m¨¢s que armas
Pero me gustar¨ªa hacer una advertencia -lo que pudiera parecer sorprendente en un secretario de Defensa-, y es que esta b¨²squeda exigir¨¢ algo m¨¢s que la mera fuerza de las armas. Requerir¨¢ tambi¨¦n fuerza de voluntad, resoluci¨®n e imaginaci¨®n. Necesitamos ser audaces en nuestros sue?os y muy sagaces en el intento de hacerlos realidad. Milton pregunt¨®: ?Qu¨¦ es la fuerza sin una doble porci¨®n de sabidur¨ªa?". Es, dec¨ªa, "vasta, abultada, gravosa, prepotente, pero susceptible de ca¨ªda...".
Hemos salvaguardado nuestra alianza durante casi 35 a?os, con frecuentes desacuerdos, pero sin haber olvidado en ning¨²n momento el gran abismo, que se abre entre nosotros y aquellos que no conceden valor a la libertad humana. Creo que nuestra alianza es, pues, una alianza verdaderamente permanente, y que sigue siendo la mejor esperanza de paz en unos tiempos que son muy peligrosos. Pero, mirando hacia el futuro, confiemos no s¨®lo en la fuerza, sino en esa doble porci¨®n de sabidur¨ªa que nos permita atravesar el umbral de la promesa hasta una era llena de luz para las nuevas generaciones y liberada de las sombras y los horrores de la guerra nuclear.
Caspar W. Weinberger es secretario de Defensa de Estados Unidos.
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