Luz de gas
Un tribunal sueco ha atenuado la pena de un hombre que pegaba a su mujer por considerar que ¨¦sta era m¨¢s inteligente que ¨¦l y le provocaba con argucias hasta empujarle a la agresi¨®n f¨ªsica. Existen por lo menos dos razones para alegrarse, objetivamente, de esa sentencia.La primera ser¨ªa que p¨²blicamente se reconoce con naturalidad, sin truculencias, que una mujer puede utilizar su inteligencia para el mal contra el esp¨¦cimen del g¨¦nero masculino al que le ha tocado enfrentarse. Lo cual no deja de resultar un alivio para quienes no creemos en la victimizaci¨®n sistem¨¢tica de la mujer y pensamos que esa actitud no es m¨¢s que un aspecto solapado del comportamiento patriarcal, practicado tambi¨¦n por no pocas mujeres que se sienten c¨®modas arguyendo que todos sus problemas son el resultado de una confabulaci¨®n mundial judeo-machista.
Pero lo que m¨¢s me interesa de la decisi¨®n de los jueces suecos es que, impl¨ªcitamente, admiten la responsabilidad de no pocos m¨¢rtires en el comportamiento de sus verdugos. Dicho de otra forma: que en muchas ocasiones no hay comportamiento s¨¢dico sin seducci¨®n masoquista. Sean del sexo que sean el uno y el otro.
De modo que la sueca le hac¨ªa luz de gas a su compa?ero. En pleno sol de medianoche, supongo, le dec¨ªa qu¨¦ oscuridad m¨¢s profunda tenemos, y le arrebataba el antifaz antiojeras; le serv¨ªa los arenques revenidos, le compraba calentadores para piernas varias tallas m¨¢s peque?os y, de vez en cuando, le esperaba escondida en el descansillo y le soltaba un "uhhhhhhhhh" digno del fantasma de Elsinor. Entonces ¨¦l, conducido hasta el l¨ªmite de su resistencia, la mol¨ªa a sopapos, en una pr¨¢ctica habitual de s¨¢bado por la noche que les dejaba a ambos reconciliados y felices. Contentos con sus respectivos papeles.
Lo malo es que el tipo se pas¨®, a ella tuvieron que mandarla al hospital, y la sociedad tom¨® cartas en el asunto. V¨ªctima y verdugo -cada quien decida qu¨¦ rol asignarle a cada cual- se convirtieron en un tema p¨²blico, y ha habido escarmiento. Sin embargo, yo no me atrever¨ªa a asegurar que la v¨ªctima -quien sea de los dos- no disfrutara tanto como el verdugo en esta historia.
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