La inseguridad mutua hace naufragar el reencuentro Este-Oeste
Las dos potencias est¨¢n convencidas de que deben entenderse, a pesar de la crisis que atraviesan
Las relaciones Este-Oeste est¨¢n en un dram¨¢tico punto muerto. La URSS se ha retirado de los diversos foros de negociaci¨®n -?hasta cu¨¢ndo?-, haciendo sobre todo gala de que, fracasado su intento de evitar el despliegue de los euromisiles norteamericanos, no sabe qu¨¦ hacer. La otra parte, tampoco. Cuando faltan ideas y proyectos de futuro, ¨¦stos se ven suplidos por la carrera de armamentos. Parece necesario volver a la discusi¨®n de los principios b¨¢sicos.
Hay mucha comunicaci¨®n entre Moscu y Washington; estamos en constante contacto", se?al¨® recientemente en la OTAN el secretario de Estado norteamericano, George Shultz. Los foros que ve el p¨²blico -Ginebra (START o INF) o Viena (MBFR)- se han congelado, pero detr¨¢s siguen funcionando los t¨¦lex y las palabras directas. La insistencia sovi¨¦tica en que la fecha de reanudaci¨®n de las MBFR se fijara por v¨ªa diplom¨¢tica indica que se quiere incidir en el hecho de que el di¨¢logo no se ha interrumpido.La URSS se ha mostrado relativamente cauta durante la invasi¨®n de Granada o ante la actitud norteamericana en el Pr¨®ximo Oriente. El incidente del Boeing surcoreano abatido por la aviaci¨®n sovi¨¦tica ha pasado a la historia, aunque las reacciones por una y otra parte impidieron, seg¨²n fuentes informadas, la firma de varios acuerdos (comerciales y otros) entre Washington y Mosc¨² que estaban sobre el tapete.
La OTAN insiste en la necesidad de di¨¢logo, pero no sabe qu¨¦ hacer con ese di¨¢logo. Para los pr¨®ximos meses se anuncia la traves¨ªa del desierto de las ideas, la crisis intelectual de la pol¨ªtica americana, copio ha se?alado el profesor Stanley Hoffinarin. Reagan siente la nostalgia del control y, falto de ideas, habla con el ¨²nico lenguaje de la fuerza. La URSS, donde no se ha consolidado a¨²n un nuevo poder, s¨®lo sabe responder de id¨¦ntica manera. Pero ambas partes reflexionan, por lo que es de esperar que no aumente la tensi¨®n excesivamente. El peligro estriba en que, sin que est¨¦n claras las posiciones, surja un imprevisto -?Polonia?- y la gram¨¢tica se limite a la militar o se den tanto palos como caricias de ciego.
En medio de este desierto intelectual est¨¢n los europeos. Se quejaban de que la garant¨ªa estrat¨¦gica norteamericana -el famoso paraguas nuclear- no estaba asegurada. Con los euromisiles la situaci¨®n no ha mejorado, pues hay teor¨ªas para todos los gustos. En el fondo, es un problema psicol¨®gico. Pero la OTAN ha pagado un elevado precio para mantener su unidad frente a s¨ª misma. La URSS no ha conseguido evitar el despliegue, pero ha logrado algo que puede tener, a la larga, amplias consecuencias: el cambio de actitud del partido socialdemocrata de la Rep¨²blica Federal de Alemania.
Es necesario buscar una nueva concepci¨®n de la estabilidad y del equilibrio de los intereses comunes que tienen Este y Oeste y de los intereses de los aliados de ambas partes, que a menudo no coinciden. Hay que reflexionar sobre el pasado y ver con claridad que se ha vuelto una p¨¢gina de la historia. La distensi¨®n que sigui¨® a la guerra fr¨ªa busc¨® la definici¨®n de un orden internacional en Europa. En este sentido no fue sino una posguerra fr¨ªa.
Se impone ahora replantear todas las negociaciones, e incluso ir quiz¨¢ hacia una negociaci¨®n global, m¨¢s sencilla en sus conceptos y m¨¢s pr¨®xima a la realidad. ?No fue el acuerdo SALT sobre armas estrat¨¦gicas el que, con sus ficticias diferenciaciones, abri¨® la v¨ªa a la posibilidad de desplegar euroni?siles en Europa, oriental y occidental? Cuando Robert McNamara, entonces secretario de Defensa de EE UU, abri¨® el proceso de las SALT, lo primero que pidi¨® a sus negociadores fue que aclarasenconceptos e ideas con los sovi¨¦ticos. De hecho, si los conceptos estrat¨¦gicos fueran los mismos, no ser¨ªan necesarios muchos de los acuerdos de control de armamentos. Y los acuerdos no se pueden juzgar por s¨ª mismos. Los acuerdos son procesos, y no s¨®lo resultados. Y cuando se los juzga como resultados, en el fondo lo que se est¨¢ haciendo es un juicio sobre las intenciones del adversario. Dicho sea de paso, en 1969, la OTAN decidi¨® basar su pol¨ªtica de defensa sobre un an¨¢lisis de las intenciones -y no de la capacidad- del Pacto de Varsovia. La OTAN ha cambiado.
El di¨¢logo por el di¨¢logo
Est¨¢ adem¨¢s la cuesti¨®n de Europea oriental. Su inmutabilidad de hecho es el precio que se pag¨® por la estabilidad en Europa. Resulta curioso, sin embargo, que el mismo d¨ªa que se anunci¨® la llegada de los misiles de crucero al Reino Unido su primera ministra, Margaret Thatcher, anunciase un pr¨®ximo viaje oficial a Hungr¨ªa. Otros europeos se devanan los sesos por volver a contactar directamente con los pa¨ªses del Este, pero de nuevo sin tener una idea clara de lo que buscan, salvo el di¨¢logo por el di¨¢logo.
Cuando Bonn dio sus primeros pasos en la ostpolitik se dio cuenta de que la v¨ªa a Europa oriental pasaba por Mosc¨². Hay ahora, sin embargo, indicaciones de que Mosc¨² no tiene bien definido qu¨¦ hacer en este terreno, salvo mantener el statu quo. Extra?a c¨®mo Mosc¨² autoriza algunas declaraciones err¨¢ti c.as por parte de sus aliados del Pacto de Varsovia, como Ruman¨ªa Este caso no es una novedad, salvo por el contexto. La gran esperanza en estos momentos es la apertura, el 17 de enero de 1984, en Estocolmo, de la Conferencia para el Desarme en Europa (CDE), un foro que reunir¨¢ no s¨®lo a las superpotencias, sino a los pa¨ªses alineados, no alineados y neutrales de Europa. Los de la OTAN van a asistir representados por sus ministros de Asuntos Exteriores. Dif¨ªcilmente puede evitar la URSS dar un paso similar. La gran ventaja de la CDE es que es una conferencia abierta, donde en principio cabe todo, aunque, para empezar, se la haya enf¨®cado desde un punto de vista funcional y limitado.
Tras todo esto, cabe una reflexi¨®n: ?no ser¨ªa el mundo mucho m¨¢s peligroso con una Uni¨®n Sovi¨¦tica que no se declarase comunista? La gran excusa ideol¨®gica matiza los enfrentamientos. Imaginemos una URSS (por citar un ejemplo que podr¨ªa ser invertido) armada hasta los dientes con una enorme potencia nuclear y que, capital¨ªsta, luchara con los mismos m¨¦todos, por los mismos mercados y con los mismos principios. Sin la gran excusa, cabe aventurar que la guerra habr¨ªa comenzado ya.
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