El becerro de oro
Ciertos cat¨®licos estrictos, algunos por cuenta propia y otros arrastrados por la serpiente ultra que les marca el camino, est¨¢n ya elevando contumazmente preces para aplacar a la Providencia. Pronto han encontrado explicaci¨®n a la oleada de calamidades que nos anega y hablan sin recato de los pecados de nuestra sociedad y de su expiaci¨®n. Son los mismos que hace meses asist¨ªan a novenas y organizaban procesiones para el advenimiento de la lluvia, consiguiendo con su extremado celo unas asoladoras inundaciones. Seg¨²n la tesis que van expandiendo por sus barrios entre familiares y amigos, la Providencia acumula sobre nosotros cataclismos sin cuento porque hemos vuelto la espalda a Dios.Vuelve a ponerse de actualidad el becerro de oro, regordete, met¨¢lico, dulz¨®n. El pueblo madrile?o, el pueblo catal¨¢n, el vasco y otros pueblos danzan endemoniados en torno a ¨¦l, id¨®latras macabros, sustituyendo las viejas creencias por apetitos desordenados, los viejos ritos por aquelarres ruinosos, las adoraciones nocturnas por sombr¨ªos igualitarismos. El becerro de oro absorbe las mejores energ¨ªas de los ciudadanos, ya ciegos a la luz, ansiosos de materia, esclavos de la corrupci¨®n, proclives a todo tipo de desviaciones.
Sobre todo desde hace un a?o, Dios se halla ah¨ªto de tanta insolencia humana y su ira justiciera ha ca¨ªdo sobre este pueblo espa?ol de manera demoledora. El balance del a?o est¨¢ ah¨ª: sequ¨ªa, inundaciones, accidentes a¨¦reos, ferroviarios, incendios, hambre, asesinatos. Este siniestro cat¨¢logo es el s¨ªntoma definitivo de que la paciencia, divina se ha agotado, dando paso a la inequ¨ªvoca c¨®lera divina. No es que estemos en el apocalipsis, pero s¨ª en la etapa del ojo por ojo y diente por diente de la justicia hebraica.
La Providencia ha dicho basta ante tanta ley de divorcio, tanto abortismo, tanto encarcelamiento de militares de honor, tanta escuela laica, tanta condescendencia con el terrorismo y con los delincuentes, tanta relajaci¨®n de costumbres. La depravaci¨®n generalizada. Diez millones d e personas escupen hacia arriba, manchan la limpidez del cielo. La respuesta de la Providencia es, pues, cl¨¢sica, con todos los elementos-base en acci¨®n: fuego, agua, hambre, sequ¨ªa. Hemos entrado en el ciclo de las plagas; pr¨¢cticamente no falta ninguna, salvo quiz¨¢ la de la langosta.
Estos cat¨®licos estrictos viven bajo la sombra del ¨¢rbol milenario, runrunean sus reconvenciones, admoniciones ya anunciadas por el Palmar de Troya y monse?or, Lefevre. Una especie de p¨¢nico escatol¨®gico los estremece. Los desastres seriados nunca son productos del azar. Por lo bajo piensan en la hecatombe (sacrificio solemne de cien v¨ªctimas). La relaci¨®n pecado expiaci¨®n es tan vieja como el mundo, y se aferran a ella como la ¨²nica explicaci¨®n posible. Las cat¨¢strofes naturales provienen de fuerzas suprahumanas. En otros pa¨ªses, la causalidad es m¨¢s clara, como en el caso del incendio del centro de placer de Amsterdam, obra de un loco. Pero en Espa?a, pa¨ªs elegido, el an¨¢lisis no puede ser sino religioso-moral, trascendente. En nuestro pa¨ªs es la Naturaleza, obediente a la mano divina, la que se vuelve contra los adoradores del becerro de oro.
Las preces reparadoras de estos cat¨®licos peculiares engloban a toda la comunidad. Pero, como siempre ocurre en estos casos, los que han convertido nuestra tierra en Sodoma y Gomorra no son todos sus habitantes. A¨²n queda un resto de puros frente a la mayor¨ªa degenerada, y estos elegidos saben que la salvaci¨®n s¨®lo puede provenir de ellos y que "el coraz¨®n s¨®lo se purifica mediante la piedad y el terror", como dijo Arist¨®teles. As¨ª es como toman conciencia de su papel redendor, que, para ser eficaz, precisa de la sangre y del fuego.
El caso es que siempre hay quien intenta pescar en r¨ªo revuelto. Es lo que podr¨ªamos denominar el pillaje espiritual en situaci¨®n de cat¨¢strofe. Y estos salvadores le ponen a la depravaci¨®n nombres y apellidos; buscan a los protagonistas causantes de la c¨®lera divina, a los responsables de que tantos millones de ciudadanos se vean arrastrados por el fango y la miseria. El becerro de oro se ha construido a golpe de ley, a golpe de votaci¨®n, a golpe de injusticia y ceguera, a partir, sobre todo, del 28 de octubre de 1982, cuando los socialistas toman el poder en nombre del becerro de oro; en contra, pues, del tabern¨¢culo del templo. ?C¨®mo no pensar que ciertas manifestaciones populares, con lemas muy concretos, tienen algo de expiatorio, donde lo divino y lo humano se mezclan en un pastel equ¨ªvoco?
Puede que ahora nos sea dado presenciar procesiones disfrazadas de manifestaciones y viceversa; actos de reparaci¨®n divina junto a protestas por determinadas leyes. Esta identificaci¨®n entre sociedad civil y sociedad religiosa supondr¨ªa la destrucci¨®n rotunda del becerro de oro, aun a costa del retorno a un medievalismo tan entra?ablemente hispano..
. Las tinieblas de este final de siglo coinciden con los infortunios y tragedias que nos asolan. ?La Providencia ha abandonado a Espa?a, margin¨¢ndola de su papel de tierra elegida? Los nost¨¢lgicos del brazo de santa Teresa pueden seguir con sus preces y disciplinas pensando ¨ªntimamente que en el 28-O se sit¨²a el origen de todos nuestros males. Para ellos est¨¢ claro que Dios no est¨¢ contento con la democracia espa?ola.
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