Gigantes con pies de barro
Tres pel¨ªculas, en su tiempo de gran lujo, ocupan la programaci¨®n cinematogr¨¢fica de televisi¨®n en este fin de semana. El s¨¢bado, Las aventuras de Quintin Durward y Oliver; el domingo, Doctor Zhivago. Los tres filmes fueron enormes ¨¦xitos de taquilla, superproducciones norteamericanas muy bien realizadas, fotografiadas, decoradas y, por lo general, interpretadas con solvencia. Pero ninguna de ellas ha pasado a la historia del cine.Las aventuras de Quintin Durward es una producci¨®n de la Metro Goldwyn Mayer dirigida por uno de los amanuenses de la firma, Richard Thorpe, en 1955. Avalado por algunas comedias y pel¨ªculas musicales de ¨¦xito, Richard Thorpe alcanz¨® la cima de su carrera con tres filmes de los llamados de ¨¦poca: El prisionero de Zenda, Los caballeros de la Tabla Redonda y Las aventuras de Quintin Durward. Ninguno es una maravilla, pero los tres son trepidantes y divertidos, aunque en revisiones como ¨¦sta, a casi 30 a?os de su estreno, pierden parte de su frescura original y ofrecen s¨ªntomas de acartonamiento.
Las aventuras de Quintin Durward se emite hoy, a las 16
05 horas, por la primera cadena. Oliver se emite hoy, a las 21.15 horas, por la primera cadena. Doctor Zhivago se emite ma?ana, a las 21.05 horas, por la primera cadena.
Brillante musical
En Las aventuras de Quintin Durward, inspirada en la novela de Walter Scott, lo m¨¢s interesante es el reparto, y de ¨¦l, la actuaci¨®n de Robert Morley en el rey franc¨¦s y la oportunidad de volver a ver a la magn¨ªfica e infortunada Kay Kendall, estupenda comediante brit¨¢nica que muri¨® en su plenitud. Robert Taylor, uno de los astros de la Metro por entonces, protagoniz¨® el filme con su habitual inexpresividad. Era un actor eficaz, pero al que no le sobraba talento, y sus mejores interpretaciones tuvieron que sac¨¢rselas, en El ¨²ltimo cazador y Chicago, a?os treinta, directores como Richard Brooks y Nicholas Ray, situados en sus ant¨ªpodas.
Oliver es un aparatoso y a veces brillante musical, de gran ¨¦xito a finales de los a?os sesenta, y en la l¨ªnea de renovaci¨®n del musical cl¨¢sico. Es un filme realizado en Inglaterra, con reparto y t¨¦cnicos de este pa¨ªs, dirigido por el ingl¨¦s Carol Reed, pero como producci¨®n fue un filme norteamericano. Como el anterior, est¨¢ basado en otra novela cl¨¢sica de la literatura inglesa, Oliver Twist, de Charles Dickens, y, tambi¨¦n como en Quintin Durward, sus innovaciones han envejecido pronto, porque son m¨¢s de superficie que de fondo.
Ron Moody, Oliver Reed y Mark Lester, con sus buenas actuaciones y algunos n¨²meros musicales realistas, permanecer¨¢n probablemente con algunos de sus atractivos originales, pero el conjunto de la pel¨ªcula, que ya era insatisfactorio en su tiempo, sin duda lo ser¨¢ hoy m¨¢s. Carol Reed, que alcanz¨® su cumbre personal en El tercer hombre, en Oliver, se mostr¨® como un s¨®lido t¨¦cnico, pero no muy inspirado. Vuelve aqu¨ª por sus habituales fueros de retorcer los encuadres con objeto de dar al espectador su marca personal, pero esta marca era ya en ¨¦l, m¨¢s que un sello de estilo y d¨¦ identidad, s¨®lo un manierismo impotente e in¨²til en el uso externo de la c¨¢mara. Por encima de estos retorcimientos, la superproducci¨®n resulta visible, brillante, agradable, y poco m¨¢s.
David Lean, como Carol Reed, otro de los grandes directores de prestigio del cine ingl¨¦s, tiene sobre su colega la ventaja de su mayor horizonte. Las posibilidades de Reed como fabulador e imaginador eran mucho m¨¢s cortas que las de Lean, que tiene en su haber El puente sobre el r¨ªo Kwai y Lawrence de Arabia, dos pel¨ªculas discutibles, pero de enorme brillantez, como una alternativa para el agonizante cine de aventuras de los a?os sesenta. El fallo -a mi juicio, muy grave- de David Lean en Doctor Zhivago radica precisamente en que intent¨® la versi¨®n filmica de la novela de Boris Pastemak con m¨¦todos, ritmos y escuela narrativa muy similares a los de sus dos pel¨ªculas anteriores, cuando la motivaci¨®n literaria era de otra galaxia.
M¨¢s o menos logrado como novela, Doctor Zhivago es un gran libro l¨ªrico, hasta el punto de que hay quien considera las 700 p¨¢ginas del relato s¨®lo como un pr¨®logo desmesurado de las 50 p¨¢ginas finales de poemas, algunos de gran hermosura. Pero Lean da aires ¨¦picos a un relato que, aunque ocurra a lo largo de una convulsi¨®n hist¨®rica como la revoluci¨®n rusa, es eminentemente intimista. De ah¨ª que Doctor Zhivago carezca de intensidad, y que a Lean se le extrav¨ªe el pulso del filme mediado ¨¦ste y que no encuentre ya nunca la manera de recuperarlo. Comienza la pel¨ªcula con cierta convicci¨®n, pero la desgana se apodera de ella a trav¨¦s de un fen¨®meno muy curioso, del que adolecen con frecuencia las superproducciones opulentas: pesan tanto los apabullantes decorados, los signos de evidencia del dinero, las masas de extras, el derroche de medios, que la c¨¢mara quiere, m¨¢s o menos conscientemente, captar la riqueza material de la producci¨®n, perdiendo al n¨²sino tiempo contacto con la posible riqueza interior del relato.
El dorado reparto de Doctor Zhivago est¨¢ encabezado por el mascar¨®n egipcio de Omar Sharif, rodeado por muletas del nombre y la calidad de Julie Christie, Ralph Richardson, Rod Steiger y Tom Courtenay. Geraldine Chaplin y Rita Tushingam cumplen. Julie Christie es quien secuestra al p¨²blico y a la pel¨ªcula casi para ella sola: est¨¢ la actriz bell¨ªsima y act¨²a m¨¢s que convincentemente en este filme, realizado en Espa?a con gente en su mayor parte inglesa y much¨ªsimo dinero -el otro protagonista del filme-, que en su mayor parte lleg¨®, y multiplicado retorn¨®, de Estados Unidos.
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