El torero Joaqu¨ªn Rodr¨ªguez, 'Cagancho', muere en M¨¦xico a los 81 a?os, a consecuencia de un c¨¢ncer
El matador de toros Joaqu¨ªn Rodr¨ªguez, Cagancho, muri¨® ayer en M¨¦xico, a los 81 a?os de edad, a consecuencia de un c¨¢ncer pulmonar, en el Sanatorio Espa?ol de la capital mexicana. En el momento de su fallecimiento se encontraba con ¨¦l su hijo Joaqu¨ªn Rodr¨ªguez, tambi¨¦n matador de toros retirado de la profesi¨®n.
Qu¨¦ raro" le dec¨ªa un ratoncito a otro, entre los barrotes de una celda vac¨ªa; "las nueve y Cagancho sin venir". El chiste de Xaudar¨®, publicado en un Blanco y Negro de la d¨¦cada de los a?os 30, hizo fortuna y a¨²n se repite en nuestros d¨ªas. Pretend¨ªa definir al genial torero gitano, que muchas tardes sal¨ªa de la plaza escoltado por la Guardia Civil, y la autoridad le impon¨ªa prisi¨®n preventiva, para que se fuera enterando de lo que le vale a uno que le echen los toros al corral.Pero la fama no le ven¨ªa a Cagancho por sus tardes aciagas, en realidad mucho m¨¢s numerosas que las triunfales, sino por el sentimiento de su toreo inimitable, que con el capote alcanzaba calidades est¨¦ticas sorprendentes.
Los mejores momentos de Cagancho, en los que consigui¨® un equilibrio entre la innata exhuberancia de su arte y el conocimiento de los c¨¢nones de la tauromaquia, se produjeron cuando finalizaban los a?os 20, y de ah¨ª en adelante fue un torero en continua decadencia, cuya genialidad se produc¨ªa muy de tarde en tarde. Y, sin embargo, ese brote era de tal brillantez, que de nuevo resurg¨ªa como figura cumbre y exclusiva.
Ten¨ªa rebasado el medio siglo cuando, inesperadamente, un domingo fuera de feria lo anunciaron en Las Ventas. La plaza registr¨® una excelente entrada porque hab¨ªa curiosidad por ver a este torero de leyenda, y viejos aficionados, a punto de echar el bofe, se apresuraban a ocupar sus localidades con tiempo suficiente para no perderse el pase¨ªllo. "S¨®lo con verle hacer el pase¨ªllo me conformo", dec¨ªan, tras recuperar el resuello y obsequiar a la afici¨®n con un surtido recital de toses bien ensayadas y contundentes.
En efecto, la estampa de Cagancho desfilando al frente de las cuadrillas, era enormemente sugestiva. Ten¨ªa esa elegancia peculiar que es patrimonio de los toreros gitanos, y a¨²n no de todos. Pero luego vendr¨ªa la sorpresa. Ocurri¨® en el cuarto toro, cuando se abri¨® de capa y dibuj¨® unos majestuosos lances a la ver¨®nica, que alborotaron el tendido, hicieron llorar a los abueletes, asombraron a las j¨®venes promociones, y dieron tema de conversaci¨®n a los aficionados de cualquier edad para toda la temporada adelante y muchas m¨¢s.
La maravilla de aquellos lances record¨® a los m¨¢s ancianos los que cuaj¨® el d¨ªa de su presentaci¨®n en la misma plaza, el 5 de agosto de 1925, que le supusieron la consagraci¨®n. Desde esa fecha hist¨®rica, el torero, su ajetreada vida social y su curioso apodo -que le ven¨ªa de familia, los Caganchos-, se hicieron popular¨ªsimos. Las ocurrencias, las pintorescas situaciones y hasta los amor¨ªos de Cagancho verdaderos los menos, inventados los m¨¢s menudeaban en las tertulias, y en los cosos se produc¨ªan, inexplicables e inconexas, las dos contradictorias facetas del diestro, que protagonizaba como nadie las m¨¢s estrafalarias actuaciones pero cuyo arte ninguno pod¨ªa alcanzar, ni en los momentos de mayor plenitud.
La fama de Cagancho se extendi¨® a M¨¦xico, donde ha sido ¨ªdolo desde su deb¨² en 1928.
Joaqu¨ªn Rodr¨ªguez Cagancho naci¨® el 17 de febrero de. 1903 en el barrio de Triana, de Sevilla. Su abuelo era cantaor de flamenco y herrero su padre. Tore¨® la primera vaquilla cuando ten¨ªa quince a?os, debut¨® de luces en San Fernando, cuando ten¨ªa veinte, y un a?o despu¨¦s se presentaba en la Mestranza de Sevilla, en una novillada nocturna. El Gallo -otro capricho de la torer¨ªa- le dio la alternativa en Murcia, el a?o 1927, y durante la misma temporada Valencia II se la confirmaba en Madrid.
Altern¨® Cagancho con todas las figuras de las distintas ¨¦pocas taurinas que se sucedieron durante su dilatada vida profesional, aunque no contrataba gran n¨²mero de festejos. Fue, en definitiva, coet¨¢neo de Belmonte, y casi treintaa?os m¨¢s tarde de Aparicio y Litri, a quienes dio la alternativa. Estilos muy distintos, incluso contrapuestos, marcaron modas fulgurantes a lo largo de su permanencia en activo.
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