Los encuentros y los sentimientos
Los estados de ¨¢nimo, el humor de cada d¨ªa, reflejan c¨®mo le va a uno, est¨¢ o se siente, y asistimos a lo que nos pasa casi sin darnos cuenta. Son sensaciones e impresiones oscuras, confusas, que no alcanzamos a comprender por qu¨¦ nos suceden. Estos sentires, a veces contradictorios e imprecisos, son el resultado de tener contactos, del hecho simple de encontrarse con personas o cosas. Es caer v¨ªctimas del mundo que nos rodea, dejarle herir por las miradas o los gestos de otros, disgustarse, dolerse y tambi¨¦n regocijarse. Todos los encuentros crean estados de ¨¢nimo placenteros o dolorosos, y se amalgaman para configurar los m¨²ltiples acontecimientos de la vida cotidiana. Estos encuentros son el modo originario de los sentimientos. "El hecho que los sentimientos puedan trastocarse y enturbiarse, s¨®lo dice que el ser ah¨ª est¨¢ ya siempre en un estado de ¨¢nimo", observa Heidegger. Pero el estado de ¨¢nimo no es una actitud pasiva ante lo que nos pasa, porque, como nos inquieta, solicita reacciones, ya sea abri¨¦ndonos y sintiendo con resignada melancol¨ªa lo que nos acontece o cerr¨¢ndonos con irritaci¨®n malhumorada para rechazarlo. Al polarizarse nuestro talante cotidiano en el abrirse del placer o el contraerse del dolor, se constituyen los afectos.
Encontrarse con significa salir, hasta sin querer, a su encuentro o esquivarlo; es valent¨ªa de ir hacia otro o la cobard¨ªa preventiva de repliegue en s¨ª mismo. Los afectos, son estas expansiones y contracciones de la fuerza originaria afectiva. Los seres que f¨¢cilmente, se ofenden son los m¨¢s afectivos, pero tambi¨¦n se encienden con ese heroico furor de que habla Giordano Bruno. Los afectos se convierten en pasiones cuando los mueve y dirige una intenci¨®n: encontrarlo que buscan. En este caso, el encuentro no es sorpresivo, es resultado de tras lo que se va. Como dice Hume en Tratado de la naturaleza humana, "las pasiones sienten y perciben", teniendo siempre los seres y las cosas ante la vista. Son conciencia ¨®ptico-t¨¢ctil de lo que necesitamos. Tienen un fin en s¨ª mismas que incita al desarrollo de todas las energ¨ªas en b¨²squeda "del objeto deseado que tengo en mis entra?as dibujado" (san Juan de la Cruz). Y tambi¨¦n. son acciones violentas del deseo, porque salen al encuentro de lo que ans¨ªan. Manifiestan as¨ª una carencia, una limitaci¨®n y, a la vez, desencadenan una energ¨ªa intensa, f¨¢ustica.Para que las pasiones lleguen a convertirse en sentimientos debemos suspender la visi¨®n, cerrar los ojos y dejarnos alcanzar, tocar, ser heridos por el mundo, lo que est¨¢ ah¨ª, hasta que penetre en nuestro interior, qued¨¢ndose dentro. El sentimiento es la experiencia de vinvencias ¨ªntimas, y se materializa en su permanente transformaci¨®n. As¨ª el dolor, cuando le dejarnos venir sin atajarlo y nos hiere tant¨ªsimo, se hace tristeza; el placer, si lo gozamos con intensa fruici¨®n, se convierte en pagana alegr¨ªa de todos los sentidos. Ahora bien, si se adentra el dolor, es pena y hasta puede profundizarse en congoja, ese doloroso grito interior, y ¨¦sta en angustia, culminaci¨®n esperanzada y finita de la pena. La alegr¨ªa se trueca en contento, esta satisfacci¨®n sensorial en dicha que discurre secreta, y cuando se siente con mayor hondura se convierte en felicidad, que puede resplandecer triunfal o hundirse en la suave melancol¨ªa del pasmo. Mientras las pasiones, aunque siempre l¨²cidas, s¨®lo saben de lo que quieren, los sent¨ªmientos son conocimiento preciso de las afecciones, emociones y pasiones experimentadas que, al cristalizarse, se materializan ¨ªntimamente. Sin embargo, los sentimientos no son resultado del solo hecho de sentir; es por los sentidos materiales y sus ¨®rganos sensibles que podemos vivir realmente sentimientos.
Los estados de ¨¢nimo, los afectos que brotan de los encuentros no explican por s¨ª mismos la realidad de los sentimientos. Heidegger afirma que los encuentros, ese estado encontradizo del ser humano y de su espec¨ªfico modo de sentir, demuestra c¨®mo los sentidos pueden ser afectados y dan sentido a todo lo que se siente y padece. Pero es precisamente al rev¨¦s, porque los sentimientos no son s¨®lo apercepciones de s¨ª ni conciencia de lo que nos pasa por dentro, sino un sentir global a trav¨¦s de los ojos que tocan y las manos que ven, que nos hacen conscientes de la realidad. A este respecto, Garc¨ªa Bacca establece una diferencia sutil y necesaria entre lo sentimental, que sentimos ¨ªntimamente, y la sentimentalidad, estado del sentir por el que descubrimos un sentido objetivo y proyectivo a todo lo que experimentamos. Pues bien, de este sentido que se origina por los ojos, las manos, los o¨ªdos, procede la materialidad sentimental de lo que se denomina sentimentalidad. Los sentimientos no s¨®lo son conciencia de mis estados interiores, son tambi¨¦n sentidos pr¨¢cticos para el conocimiento del mundo exterior. El encuentro es, pues, sentirse para conocer.
Por haber sentimentalizado los sentimientos e idealizarlos subjetivamente, hemos perdido la conciencia de, su realidad. As¨ª pudo decir Heidegger: "La psicolog¨ªa de los sentimientos es campo que est¨¢ a¨²n completamente inculto". Sin embargo, la filosof¨ªa los ha estudiado siempre: Spinoza, Descartes, Hume y en nuestros d¨ªas Scheler, pero al racionalizarlos los primeros y espiritualizarlos el segundo, los va ciaron de su concreta sustancia, de su realidad efectiva. Sin duda, es cierto que la fenomenolog¨ªa abri¨® el camino a un mejor cono cimiento con sus m¨¦todos descriptivos, pero se limit¨® a una narcisista especulaci¨®n geogr¨¢fica de lo que sentimos interior mente. Fue Sartre quien, por primera vez, acert¨® a materializar las emociones, y aun cuando las trascendentaliz¨® en la conciencia, pint¨® el amor, los conflictos y fracasos del odio, de la verg¨¹enza, del orgullo, de la desesperaci¨®n. El mismo Lukacs, en su Est¨¦tica; al subjetivizar las formas art¨ªsticas descubre el territorio inc¨®gnito de la sentimentalidad creadora, y tambi¨¦n su disc¨ªpula, Agnes Heller, describe con realismo los procesos de los sentimientos individuales y sociales.
?A qu¨¦ atribuir esta escasa teorizaci¨®n de los sentimientos? Creemos encontrarlo en que no se piensa en las modalidades de nuestra vida diaria. No prestamos atenci¨®n a los encuentros o a las formas de relacionarse con otros, ni tenemos conciencia de la socialidad que implica la cotidianidad. Desatendemos lo que sentimos, no nos preocupan nuestros estados de ¨¢nimo y, en suma, no nos damos cuenta cabal de lo que tocamos, percibimos o escuchamos, haci¨¦ndonos indiferentes al cuerpo propio y a todo lo que pasa dentro y fuera de ¨¦l.
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