Risas para Beckett
Hace 25 a?os, Beckett se representaba ante un p¨²blico sobrecogido, calado hasta sus propios huesos por el horror fr¨ªo que surg¨ªa del escenario. Ahora, en la sala Cadarso, se le escucha entre carcajadas. Esto no implica nada contra la obra y su direcci¨®n de escena ni contra la receptividad del p¨²blico. Todo vale, pero de otra manera.Ha pasado el tiempo. El tiempo mental, el de los valores de conciencia y de ideolog¨ªa, el de la apreciaci¨®n de la estancia del hombre en un mundo que crea y, destruye, es veloc¨ªsimo en nuestras generaciones; es acumulativo, y autores como Beckett, sus paralelos y sus ep¨ªgonos, han contribuido a esta acumulaci¨®n que ahora les da a ellos mismos, regresados, otra dimensi¨®n. Ha pasado algo con las vanguardias: unas se han desplomado por in¨²tiles, por ineficaces; porque su capacidad de profec¨ªa se ha agotado.
Final de partida
de Samuel Beckett.Versi¨®n de Aitana Alberti. Int¨¦rpretes: Manuel de Blas, Francisco Vidal, Enrique Men¨¦ndez, Paca Ojea. Figurines de Miguel Narros. Escenograf¨ªa de Jos¨¦ Guti¨¦rrez Reynolds. Direcci¨®n: Miguel Narros. Estreno. Sala Cadarso. Madrid. 4 de enero.
Otras se han asentado y se han convertido en cl¨¢sicas. Samuel Beckett representa un t¨®pico de nuestro tiempo, como Ionesco o como Kafka. Un t¨ªtulo como Esperando a Godot se ha convertido hoy en una frase hecha -de la misma manera que lo kafkiano forma parte del vocabulario-, y esto difiere mucho de los a?os iniciales de un escritor que se propon¨ªa ser, en su propia confesi¨®n,-dif¨ªcil y oscuro. Hoy es llano y directo, ostensible.
Humor negro
Fin departida se ve¨ªa desde dentro en 1957. Se descifraba: el espectador iba a tientas por el relato para encontrarse a s¨ª mismo en estos medios seres y percibir su mutilizaci¨®n, su agon¨ªa, su suspensi¨®n. La guerra mundial estaba muy pr¨®xima en el pasado. Ahora est¨¢ muy pr¨®xima en el futuro -por lo menos en una sensaci¨®n de otro final de partida-, y la obra, sobre todo en un Madrid burl¨®n y esc¨¦ptico, se ve desde fuera. Todo el fino humor negro del irland¨¦s protestante de la gran l¨ªnea contempor¨¢nea -Oscar Wilde, Bernard Shaw- se levanta de relieve aqu¨ª y ahora y aparece como una comicidad.La simbiosis entre el amo sedente y ciego y el esclavo deambulante y r¨ªgido, las apariciones de los medios seres arrojados en vida al cubo de la basura, la descripci¨®n del paisaje ¨¢rido, la aparici¨®n invisible de ciertas formas sobrantes de una vida agotada -la pulga, la rata- nos conducen a esa forma de final que no termina, donde "el fin est¨¢ en el principio" y "algo sigue su curso". Se dijo que era al teatro de la nada y el punto m¨¢ximo del pesimismo. Ahora se puede ver como el teatro de algo, de un puede ser, y el pesimismo parece invertido con la continuidad, con la conducci¨®n del ser humano hasta m¨¢s all¨¢ de la situaci¨®n l¨ªmite.
Miguel Narros ha tratado la obra con respeto: ha mantenido al mismo tiempo lo que fue y lo que es.
Las ropas, el espacio esc¨¦nico son como dice el texto, y la forma de decir la palabra -dada en castellano por Aitana Alberti: Beckett, de lengua inglesa, escribi¨® en franc¨¦s "para privarse de estilo", seg¨²n ¨¦l, y esa condici¨®n de coloquio neutro y realista dentro del absurdo est¨¢ conseguida- y mover a los personajes sigue, sobre todo, la l¨ªnea del autor. Quiz¨¢ las alusiones musicales, aun siendo lev¨ªsimas, van contra la aridez del texto y la situaci¨®n.
Suspensi¨®n en el vac¨ªo
Manuel de Blas tiende a la salmodia, a las variaciones de voz: son sus caracter¨ªsticas profesionales y no ha renunciado a ellas tanto como ser¨ªa necesario. Sin embargo, saca a su augusto personaje sedente el despotismo, la desesperaci¨®n, la suspensi¨®n en el vac¨ªo. La composici¨®n de Francisco Vidal est¨¢ m¨¢s ajustada a la intenci¨®n del texto: comunica la rigidez, la fuerza de destino, la imposibilidad de escape que tiene dentro su personaje, y lo hace patente desde las primeras y dif¨ªciles escenas mudas del principio hasta la peque?a y contenida apertura del final.Enrique Men¨¦ndez y Paca Ojea, desde su terrible ¨¢mbito de los cubos de basura y sus m¨¢scaras de yeso pegado al rostro, transmiten el patetismo.
Y el p¨²blico r¨ªe. No con hostilidad, no con burla, sino con una manera propia y peculiar de ver la situaci¨®n desde ahora mismo: la intensidad de los aplausos en el estreno demostr¨® el aprecio por la obra y por la labor profesional de todos.
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