El acuerdo de Zaruz
LA ASAMBLEA del Partido Nacionalista Vasco, reunida en Zarauz, ha revocado el acuerdo adoptado hace una semana y ha aceptado los t¨¦rminos establecidos por Carlos Garaikoetxea, actual presidente del Gobierno de la Comunidad Aut¨®noma vasca, para presentarse como candidato a lendakari en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas. Se cierra, de esta forma, la grave crisis abierta por la decisi¨®n del Consejo Nacional del PNV de modificar la anterior situaci¨®n de Garaikoetxea, liberado de la disciplina estricta de partido en las elecciones auton¨®micas de 1980.Desde el punto de vista estrictamente jur¨ªdico-constitucional, el planteamiento del conflicto ten¨ªa, por lo dem¨¢s, el aire de un falso problema. El Estatuto de Guernica reproduce, en l¨ªneas generales, el esquema de relaciones entre el Congreso y el Poder Ejecutivo establecido en -la Constituci¨®n de 1978. El presidente del Gobierno vasco, que es nombrado de entre sus miembros por el Parlamento y responde pol¨ªticamente de su gesti¨®n ante la C¨¢mara, "designa y separa a los consejeros del Gobierno, dirige su acci¨®n, ostentando a la vez la m¨¢s alta representaci¨®n del Pa¨ªs Vasco y la ordinaria del Estado en este territorio". As¨ª, pues, el levantamiento de la disciplina partidaria al lendakari no puede desembocar en un sistema presidencialista, ya que los parlamentarios ejercen la potestad legislativa y la facultad de nombrar, controlar y destituir al Gobierno. A lo largo de la primera legislatura, la ley de Territorios Hist¨®ricos, la ley del euskera y la elecci¨®n del himno han reflejado probablemente m¨¢s los puntos de vista de los parlamentarios del PNV, vinculados disciplinariamente a la direcci¨®n de su partido, que las posiciones de Carlos Garaikoetxea y de su Gabinete.
El problema, sin embargo, existe en el terreno propiamente pol¨ªtico. La actual mayor¨ªa absoluta del PNV en el Parlamento de Vitoria, consecuencia indirecta de la retirada de los diputados de Herri Batasuna, no refleja de manera fiel el mapa electoral y puede ser alterada en la pr¨®xima convocatoria. En los com¨ªcios auton¨®micos de 1980, el nacionalismo vasco moderado obtuvo el 37% de los sufragios, frente al 16% de Herri Batasuna, el 14% del PSE-PSOE, el 10% de Euskadiko Ezkerra y el 13% de la suma de UCD y AP. El 28 de octubre, sin embargo, y como consecuencia de una mayor participaci¨®n, el PNV vio descender su electorado en t¨¦rminos poporcionales a un 32% de sufragios, frente al crecimiento de los socialistas hasta el 29%. Es cierto que la comparaci¨®n entre los primeros comicios auton¨®micos y las elecciones generales de 1979 y 1982 dan fundamento para suponer que el comportamiento de los ciudadanos var¨ªa sensiblemente en unas y otras convocatorias. Aun as¨ª, no es seguro que la mayor¨ªa absoluta del PNV se repita en el futuro Parlamento vasco, entre otras cosas porque depender¨¢ de la actitud de Herri Batasuna y de la capacidad de Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas para defender los resultados conseguidos por Felipe Gonz¨¢lez el 28-0.
De esta forma, el Grupo Parlamentario del PNV, en el caso de no obtener la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento, podr¨ªa verse despojado de su actual capacidad para aprobar leyes a su entero arbitrio y obligado a pactar con otras fuerzas pol¨ªticas acuerdos de legislatura o incluso de gobierno. En ese escenario, Carlos Garaikoctxea, una vez designado lendakari, podr¨ªa disponer de mayores m¨¢rgenes de libertad a la hora de propiciar u obstaculizar alianzas, de designar consejeros y de tomar decisiones de gobierno. Por esa raz¨®n, el acuerdo adoptado por la Asamblea Nacional en Zarauz prev¨¦ la participaci¨®n arbitral de la direcci¨®n del PNV en el caso de que sean necesarios pactos con otros grupos pol¨ªticos o el nombramiento de consejeros de distinta militancia. Pero ese supuesto no es una peculiaridad original del Pa¨ªs Vasco. Todo el mundo recuerda los conflictos entre Adolfo Su¨¢rez, el aparato centrista y el grupo parlamentario a lo largo de la segunda legislatura. Y en la eventualidad de que el PSOE perdiera en 1986 la mayor¨ªa absoluta en las Cortes Generales, cualquier Gobierno de coalici¨®n dar¨ªa origen a roces y conflictos con los aparatos de los partidos.
En cualquier caso, los temores a los posibles litigios que pudieran nublar las relaciones entre el presidente del Gobierno vasco y su partido, en el caso de que el PNV no obtuviera la mayor¨ªa absoluta, dif¨ªcilmente hubieran justificado medidas precautorias incompatibles con el normal funcionamiento de las instituciones. El rechazo por Carlos Garaikoetxea de las condiciones incialmente exigidas por la direcci¨®n del PNV no se basaba en sentimientos personales de orgullo herido, sino en correctos planteamientos pol¨ªticos acerca de las funciones de un presidente de Gobierno en un sistema democr¨¢tico. Al rectificar su anterior decisi¨®n, la Asamblea Nacional del PNV ha reflejado las opiniones expresadas por las bases de la organizaci¨®n, informadas del problema por Carlos Garaikoetxea en su rueda de Prensa televisada, pero tambi¨¦n ha tomado probablemente en consideraci¨®n los razonables argumentos del lendakari y ha valorado los perjuicios electorales de su retirada. Los estatutos del PNV, escasamente funcionales para un partido de Gobierno, han servido en esta ocasi¨®n para dar salida a una grave crisis mediante la consulta directa a las bases, pese a que castigan enormemente la representatividad proporcional de los militantes en beneficio de la territorialidad
En la crispada y conflictiva situaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, la estabilidad del PNV, que no es s¨®lo la primera formaci¨®n electoral, sino tambi¨¦n la fuerza social e ideol¨®gicamente hegem¨®nica de la Comunidad Aut¨®noma, constituye un valor insustituible para las instituciones democr¨¢ticas. El acuerdo de Zarauz une a su evidente razonabilidad el posible riesgo de que las inevitables tensiones entre la direcci¨®n del PNV, el grupo parlamentario y el futuro lendakari pierdan sus positivas virtualidades dinamizadoras para degenerar en conflictos internos paralizadores. Adem¨¢s, la fuerte personalidad de Xabier Arzallus, un l¨ªder de indudable prestigio que se revel¨® en las Cortes Constituyentes como brillante parlamentario y eficaz negociador y que ha realizado considerables esfuerzos -mal comprendidos en el resto de Espa?a- orientados a la modernizaci¨®n de las estructuras de su partido, crea las condiciones para una bicefalia que puede resultar tanto enriquecedora como destructiva en cualquier organizaci¨®n. La abierta contraposici¨®n entre Carlos Garaikoetxea y Xabier Arzallus ser¨ªa, en ese sentido, una mala noticia para el nacionalismo vasco moderado.
El PNV posee algunas de las claves sin las que la pacificaci¨®n y normalizaci¨®n del Pa¨ªs Vasco resulta impensable. Ahora bien, el nacionalismo vasco moderado -y en esta tarea el papel de Carlos Garaikoetxea puede ser decisivo- necesita tambi¨¦n tomar conciencia de que el Pa¨ªs Vasco y el PNV son dos realidades distintas, no superpuestas, sino solapadas. Euskadi no es propiedad de ninguna ideolog¨ªa ni de ning¨²n partido, sino patrimonio de todos los hombres y mujeres que viven y trabajan en su territorio, cualesquiera que sean sus ideas, sus sentimientos y sus preferencias pol¨ªticas. En el Pa¨ªs Vasco, la polarizaci¨®n derecha-izquierda se entrecruza con la segmentaci¨®n nacionalismo-no nacionalismo, con gradaciones que caminan desde la moderaci¨®n al radicalismo y con el resultado final de una compleja situaci¨®n que se resiste a los esquematismos. La paz civil en el Pa¨ªs Vasco exige, ante todo, la erradicaci¨®n del terrorismo, pero tambi¨¦n necesita un consenso acerca de los valores b¨¢sicos en los que descansa la convivencia democr¨¢tica: que todos los ciudadanos puedan sentirse representados en las instituciones, que ninguna expectativa expresada pac¨ªficamente sea marginada del juego pol¨ªtico y que las minor¨ªas, adem¨¢s de ver respetados sus derechos a la discrepancia, encuentren formas de participaci¨®n efectiva en la vida p¨²blica.
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