El n¨²mero 13
El ¨²ltimo viernes de 1983 TVE emiti¨® el cap¨ªtulo 13 de la serie Anillos de oro, que los estad¨ªsticos consideran como una de las de mayor audiencia de la programaci¨®n durante el pasado trimestre.El episodio fue rodado reci¨¦ntemente, y es posible que la demora en el rodaje no sea casual, pues en ¨¦l se llega a una s¨ªntesis muy afinada de la serie y su filosof¨ªa, y da la impresi¨®n de que se ha tenido en cuenta este hecho para decidir su final. No s¨¦ si esto ha sido as¨ª, pero la habilidad del happy end elaborado por Ana Diosdado y realizado por Pedro Mas¨® hace sospecharlo. Como en la querella sobre si hab¨ªa que matar o no a J. R. en Dallas, parece que en Anillos la cuesti¨®n era si casar o no casar a la pareja de abogados divorcistas interpretados por Ana Diosdado e Imanol Arias. En el cap¨ªtulo duod¨¦cimo, con la muerte del marido de Ana, la posibilidad qued¨® abierta.
Y con ella qued¨® abierta tambi¨¦n una inc¨®gnita: ?Mataron al pobre Xabier Elorriaga con armas estad¨ªsticas o por l¨®gica narrativa y argumental? Dada la juventud del personaje, nos inclinamos hacia la primera hip¨®tesis -un fallecimiento por mandato estad¨ªstico, ideol¨®gicamente muy oportuno-, porque si media Espa?a llor¨® desconsolada su muerte, una semana despu¨¦s esa misma media Espa?a celebr¨® alborozada el fin de la corta viudedad de si! mujer. Y para casar a Ana con Imanol hab¨ªa que eliminar a Xabier, ya que divorciarlo era parad¨®jicamente m¨¢s comprometido y duro que matarlo, desde la ¨®ptica de la filosofia casera de la serie. Si la muerte de Xabier y la posterior boda de Ana e Imanol no fueron calculadas en funci¨®n de preferencias ideol¨®gicas, lo parece, dada la solvencia profesional de guiones y direcci¨®n.
Como la vida misma
En efecto, la buena acogida de la seMe, se origin¨®, en buena parte, en la identificaci¨®n del espectador con sus dos personajes-eje: Imanol y Ana. ?l es un inteligente, tarambana y simp¨¢tico joven de hoy: casarlo, divorciarlo, volverlo a casar y volver a divorciarlo no ofrec¨ªa problemas. Pero, Ana? En una serie dirigida al hogar espa?ol, ?se podr¨ªa impunemente divorciar a Ana para casarla con Imanol? Inimaginable. Mucho m¨¢s dulce era matar al obst¨¢culo, como as¨ª ha sido. Ana representa en Anillos la condici¨®n atada y bien atada del matrimonio tradicional espa?ol. Deshacerlo hubiera significado deshacer la peque?a arquitectura conceptual del juego.
El juego de Anillos gir¨®, repito, alrededor del principio dram¨¢tico de identificaci¨®n. Pero esta vez con,la peculiaridad de que el foco de identificaci¨®n era doble -Ana por un lado e Imanol por otro-, e iba dirigido no tanto a individuos como a la colectividad familiar del otro lado del receptor. En este sentido hablo de filosofia -en rigor, ideolog¨ªacasera de la serie. Dentro de la familia receptora, unos -madres, abuelos y padres- se identificaban con Ana, y otros -hijo! y nietos-, con Imanol. Casarlos era un tentador ejercicio de s¨ªntesis que un equipo tan sagaz como el de Anillos no pod¨ªa tirar por la borda.
En un medio como TVE, que con frecuencia nos ofrece productos que no sobrepasan el nivel amateur, la profesionalidad de la ejecuci¨®n de Anillos la convirti¨® r¨¢pidamente, y con justicia, en una serie estrella. En ella se introdujeron personajes, situaciones, y di¨¢logos muy cuidados y atentos escrupulosamente al axioma de la verosimilitud, lo que permit¨ªa dar gran credibilidad a cada cap¨ªtulo, a los que se pod¨ªa aplicar el piropo melodram¨¢tico por excelencia: "Real como la vida misma". Sencillez, verosimilitud y realismo inmediato son los v¨¦rtices del tri¨¢ngulo de la comedia sentimental tradicional a que se atuvieron con pulcritud los dise?os de cada cap¨ªtulo.
Cada uno de estos cap¨ªtulos fue, en efecto, una recuperaci¨®n de las t¨¦cnicas de la comedia sentimental espa?ola, cuyos c¨®digos tienen una afinada tradici¨®n, que abarca desde Benavente a Armi?¨¢n, pasando por Ruiz Iriarte, L¨®pez Rubio, Calvo Sotelo, Mihura y otros comedi¨®grafos que llegaron a dominar esta forma expresiva, convencional y conservadora, pero decantada formalmente por una escuela que le ha dado solvencia. Ana Diosdado, por estas 13 comedias, tiene derecho a entrar en el sanctasanct¨®rum de esta tradici¨®n, que parec¨ªa extinguida y que ha encontrado nueva savia.
La pi?a familiar
La serie fue un encuentro de esta forma dram¨¢tica tradicional con temas de los nuevos tiempos, no tradicionales, que parec¨ªan haberla desplazado de los gustos del p¨²blico. Y su cap¨ªtulo decimotercero, un bordado de virtuosos dentro de ese encuentro. El chico-inteligente-tarambana de hoy y la mujer-esposamadre de siempre se casan, y, con ellos, las familias espa?olas, divididas cada noche de cada viernes, durante 13, en partidarios unos de Imanol y otros de Ana, se apretaron como pi?as. Ins¨®lito ejercicio de defensa de la familia tradicional en una serie divoreista.
El happy end del cap¨ªtulo decimotercero fue, como dije, un rizo antol¨®gico. Hay un di¨¢logo entre Imanol y Ana que lo resume. Dice ¨¦l, de vuelta de Nueva York: "?Sabes que hay gente que vive en el siglo XXI?". Contesta ella: "Y por eso t¨² has vuelto a Espa?a, para encontrarte en el siglo XIX". A lo que replica Imanol: "Es que yo quiero vivir en el siglo XXI, pero en mi casa". Perfecto: abuelos, padres y nietos, al otro lado del receptor, abrazados dentro de la pi?a. El dilema del antes y el despu¨¦s, la ant¨ªtesis entre conservadurismo y progresismo, las luchas de generaciones y clases, resueltos de un plumazo. Rara vez se ha visto, tan sagazmente colada de rond¨®n, una tesis conservadora con marchamo de lo contrario.
Tal tesis es discutible, ya que no hay manera de encontrar su contribuci¨®n a una televisi¨®n del cambio, y s¨ª, por el contrario, a una televisi¨®n de la permanencia. Pero lo que no es discutible es su eficacia y buenas hechuras como comedias tradicionales, en las que la forma conservadora engulle a los contenidos progresistas, perfectamente domesticados, en un alarde de acuerdo optimista entre las esencias del siglo pasado y las del venidero.
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