El derecho a la muerte
Nadie sabe c¨®mo ni cuando le llegar¨¢ su muerte, pero desconocer la fecha y el modo nunca podr¨¢ ocultar su inexorabilidad. La muerte es lo m¨¢s cierto, independientemente de las mil formas que pueda adoptar, y en cuya multiplicaci¨®n el hombre siempre se ha revelado particular y tristemente inventivo. Si no dominamos el resultado definitivo, ?por qu¨¦ no intentar al menos controlar el c¨®mo llegar a ¨¦l?. Rilke ped¨ªa la "muerte propia", pero hemos llegado al final del siglo XX sin haber podido resolver la lucha contra la forma de morir. Separar en lo posible la muerte de la agon¨ªa, es la idea que hoy se abre paso en el mundo, como si luchar contra ¨¦sta nos liberara en parte de la inutilidad de pugnar contra aquella.La muerte podr¨¢ ser lenta o r¨¢pida, el moribundo podr¨¢ sufrir o no, ser consciente o inconsciente de lo que le sucede. ?C¨®mo reaccionar¨¢ ante el dolor? ?C¨®mo lo har¨¢n las personas que le rodean? Podr¨¢n aliviar sus sufrimientos o tal vez prolongar el doloroso cabo final de su existencia mediante los extraordinarios medios de la medicina actual. Pero ?qu¨¦ amor es ¨¦se que prolonga el dolor ante lo ineluctable? La medicina ha puesto en manos de sus profesionales recursos para alargar la vida m¨¢s all¨¢ de la vida, para prolongar las constantes vitales por encima de la conciencia de una vida que dif¨ªcilmente puede sentir que lo es. Nadie desea morir; pero si el moribundo carece de toda posibilidad razonable de recuperaci¨®n, prolongar su vida artificialmente no es m¨¢s que la prolongaci¨®n de su dolor. La muerte ser¨¢ el final de su agon¨ªa, la liberaci¨®n del dolor.
La vida es el primero de los derechos, pero no una obligaci¨®n absoluta; pues la vida no vale m¨¢s que los sufrimientos de su prolongaci¨®n a toda costa. "Creo sinceramente -dice el reverendo Dr. Leslie Weatherhead- que quienes lleguen detr¨¢s de nosotros se asombrar¨¢n de que seamos capaces de mantener a un ser vivo contra su voluntad cuando toda la dignidad, belleza y significado de la vida haya desaparecido, siendo cualquier mejor¨ªa claramente imposible, y hasta cuando el Estado penalizar¨ªa mantener vivo a un animal en las mismas condiciones". Vivir es sentirse vivo y viceversa. Cuando alguien ha dejado de sentirse vivo ?qu¨¦ es lo que queda del valor de esa vida? Los m¨¦dicos tienden, por lo general, a hacer todo lo posible por prolongar la vida de sus pacientes sean cualesquiera las circunstancias, obligados a veces por sus principios ¨¦ticos profesionales, y otras por el temor a las represiones legales.
En 1935 apareci¨® en Inglaterra la asociaci¨®n EXIT ("Salida"), la primera que defendi¨® el derecho a morir. Su nombre actual es "Voluntary Euthanasia Society" (VES), modelo en el que se han inspirado las m¨²ltiples asociaciones similares que se han ido creando en el mundo. Hoy tiene 8.000 socios, pero hombres de la talla de Julian Huxley, Georges Bernard Shaw y Herbert George Wells se contaron entre sus adherentes. En 1938 se form¨® la "Euthanasia Society of America", que lleg¨® a solicitar en las Naciones Unidas la inclusi¨®n del derecho a morir en la declaraci¨®n universal de derechos humanos. En 1967, esta asociaci¨®n cre¨® el "Euthanasia Educational Found", para emprender un programa de ense?anza y educaci¨®n p¨²blica de este tema.
En 1957, P¨ªo XII conden¨® la eutanasia, aunque distinguiendo entre medios "ordinarios" y "extraordinarios" de prolongaci¨®n de la vida. Defin¨ªa a ¨¦stos ¨²ltimos como los que s¨®lo pueden obtenerse a trav¨¦s de gastos injustificados o mayores sufrimientos, sin que su ¨¦xito estuviera asegurado. En 1980, el Vaticano reafirm¨® que no existe obligaci¨®n moral de emplear dichos medios, y hasta lleg¨® a admitir el empleo de medicamentos que alivien el dolor, aun acortando la duraci¨®n de la vida.
El caso Karen Quinlan
En Estados Uniudos se hizo c¨¦lebre en 1976 el caso de la joven Karen Quinlan, varios meses en coma tras una lesi¨®n cerebral irreversible por consumo de alcohol y barbit¨²ricos, cuyo padre obtuvo finalmente una sentencia favorable del Tribunal de New Jersey para poder cambiar de m¨¦dico, pues el anterior, el doctor Morris, se negaba a desconectar los aparatos que manten¨ªan in¨²tilmente en vida a la desgraciada joven. Sin embargo, el tribunal requiri¨® la consulta a un comit¨¦ ¨¦tico del mismpo hospital, compuesto de m¨¦dicos, trabajadores sociales y te¨®logos, y exigi¨® la unanimidad de todos para quedar eximidos de responsabilidad.
Aquel mismo a?o se trat¨® el tema de los derechos de los enfermos en una Asamblea de Parlamentarios del Consejo de Europa. En la resoluci¨®n final se estableci¨® que "lo que m¨¢s desean los pacientes moribundos es morir en paz y con dignidad, si es posible con el consuelo y apoyo de sus familiares y amigos. De modo que se invita a los cuerpos responsables de la profesi¨®n m¨¦dica en los Estados miembros a que examinen los criterios en los que se basan las decisiones respecto a la iniciaci¨®n de los procedimientos de reanimaci¨®n y la colocaci¨®n de pacientes en cuidados a largo plazo que requieren medios artificiales para mantener la vida".
Todo ¨¦sto ha coincidido con la aparici¨®n de instrumentos cada vez m¨¢s sofisticados para la prolongaci¨®n de la vida, y marca asimismo un gran auge en los movimientos pro derecho a la muerte digna. La mayor¨ªa de las asociaciones existentes surgen ya en la d¨¦cada de los setenta y lo que llevamos de los ochenta. Ya existen -y en muchos pa¨ªse m¨¢s de una- en Africa del Sur, Alemania Federal, Australia, Austria, B¨¦lgica, Canad¨¢, Colombia, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Gran Breta?a, Holanda, India, Israel, Italia, Jap¨®n, Noruega, Nueva Zelanda, Suecia, Suiza y Zimbabue. Y en 1980, en una reuni¨®n celebrada en Oxford, se cre¨® las Federaci¨®n Mundial de Sociedades pro Derecho a Morir, en la que se integran la mayor parte de las existentes. La siguiente reuni¨®n tuvo lugar en 1982 en Melbourne (Australia), y la pr¨®xima este a?o se celebrar¨¢ en Niza.
El 'testamento biol¨®gico'
Lo primero que defienden estas asociaciones es que la decisi¨®n sobre el empleo de esos medios extraordinarios para mantener la vida del enfermo en estado "terminal" pertenece al enfermo mismo. La asociaci¨®n Henilock define el estado "terminal" como aquel en el q¨²e a juicio de dos m¨¦dicos el enfermo morir¨¢ con toda probabilidad en el plazo de seis meses. Y para el caso en que dicho enfermo se encuentre incapacitado para expresarse, se ha previsto el Testamento biol¨®gico (Advance Declaration, Living Will o Testament biologique), un documento firmado por anticipado por el enfermo en presencia de dos testigos, en el que expresa su deseo de no ser mantenido artificialmente en vida si sufre una enfermedad dolorosa sin esperanzas de recuperaci¨®n; y en el que se pide que se le administre la medicaci¨®n necesaria para mantenerle sin dolor ni sufrimiento, aunque ello acelere el momento de su muerte. En algunas asociaciones se a?aden cl¨¢usulas especiales sobre donaci¨®n de ¨®rganos, designaci¨®n de personas que puedan decidir, o invalidaci¨®n del documento durante el embarazo.
En estos documentos se solicita un tipo de eutanasia -"muerte buena" o dulce, o sin sufrimiento- llamada "pasiva", la que elimina los medios de prolongaci¨®n de la vida. El c¨¦lebre cardiocirujano sudafricano Dr. Barnard se?ala que esta "eutanasia pasiva" es practicada de una u otra manera en casi todos los hospitales del mundo y pone como ejemplo lo que suele suceder en las operaciones a coraz¨®n abierto, cuando el paciente est¨¢ conectado a una m¨¢quina coraz¨®n-pulm¨®n que le mantiene en vida durante la intervenci¨®n. Si ¨¦sta fracasa, tras el per¨ªodo de reanimaci¨®n el paciente sigue vivo mientras la m¨¢quina contin¨²e funcionando. Cuando el m¨¦dico da la orden de desconectarla "puede argumentarse -se?ala Barnard- que esta orden del cirujano mata al paciente... pero tambi¨¦n puede decirse que de esta manera el m¨¦dico le proporcion¨® una buena muerte a quien ya no pod¨ªa vivir una vida buena".
La eutanasia "activa", esto es la que preconiza la acci¨®n del m¨¦dico para abreviar la vida en una agon¨ªa dolorosa, es una opci¨®n m¨¢s conflictiva, aunque no por ello deja de ser reivindicada por la mayor¨ªa de las asociaciones pro derecho a morir. Aunque ante la ley, hoy por hoy, seguir¨¢ trat¨¢ndose de un delito aun practicada con el consentimiento del paciente, en la Conferencia Internacional sobre Eutanasia que se celebr¨® en Tokio en 1976, se mencionaron las condiciones para poder poner en pr¨¢ctica esta eutanasia activa: inminencia de la muerte, dolor risico violento, deseo del paciente, y que se practique sin dolor por un m¨¦dico. Un tribunal de Rotterdam estableci¨® en una sentencia, en 1981, condiciones similares para la eutanasia activa, lo que convierte a esta ciudad holandesa en el ¨²nico lugar del mundo donde es posible practicarla sin riesgos de persecuci¨®n legal.
Arthur y Cynthia Koestler
La NVVVE -Asociaci¨®n holandesa pro eutanasia- ha editado un documento con el prop¨®sito de colmar la laguna existente en los estudios de medicina en el pa¨ªs, donde no se ense?a a los estudiantes los modos de practicar la eutanasia activa, mencionando cuatro familias de sustancias y sus dosis precisas. Otro de los defensores de la eutanasia activa es el mismo Dr. Barnard, aunque afirma que nunca la ha practicado por ser ?legal. Ante esta circunstancia, algunas de las asociaciones citadas han previsto la pr¨¢ctica de lo que denominan la "autoliberaci¨®n", esto es, el suicidio pura y simplemente. Suicidio que deber¨¢ ser practicado en las mismas circunstancias que las exigidas para la eutanasia activa, aunque sin la intervenci¨®n del m¨¦dico, claro est¨¢. Para ello han editado documentos -"gu¨ªas para la autoliberaci¨®n"- que distribuyen entre sus miembros con instrucciones y consejos para poder poner fin a su vida de manera indolora y segura. Aunque en muchos pa¨ªses no se pueden editar estas gu¨ªas ya que cualquier ayuda al suicidio est¨¢ penalizada.
Se suele pensar que el suicidio s¨®lo es posible en un estado de enajenaci¨®n mental, de suma desesperaci¨®n que aliena las facultades mentales del hombre, pues s¨®lo as¨ª se concibe el acto de "desertar" de la vida. Pero ?en virtud de qu¨¦ principio estamos obligados a seguir Vivos a toda costa y bajo cualquier circunstancia? ?Es que hace falta estar loco para decidir lo contrario? Quien mantenga que su vida le pertenece s¨®lo a ¨¦l no necesitar¨¢ de muchas Justificaciones para hacer con ella. lo que quiera; pero no hace faltL llegar a esos extremos, como lo muestra el caso del matrimonio Koestler.
El 3 de marzo de 1983, el f¨¢moso escritor Arthur Koestler y su esposa Cyrithia pusieron fin a su vida voluntaria y deliberadamente. El c¨¦liebre autor de El cero y el infinito hab¨ªa ingresado en la Voluntary Euthanasia Society de Londres en 1969, lleg¨® a ser uno de sus vicepresidentes, y hasta escribi¨® el prefacio de la "Gu¨ªa de autol¨ªberaci¨®n" editada por esta asociaci¨®n. Los esposos Koestler fueron encontrados muertos en su domicilio, en una situaci¨®n que el portavoz de la polic¨ªa calific¨® como de "una escena de perfecta calma". Hab¨ªan ingerido unL fuerte dosis de barbit¨²ricos. ?l hab¨ªa escrito el a?o anterior Una nota, encontrada despu¨¦s del fallecimiento, en la que se dec¨ªa lo siguiente:
"El prop¨®sito de esta nota es hacer incorifundiblemente claro que intento cometer suicidio tomando sobredosis de drogas sin el conocimiento o ayuda de cualquier otra persona. Las drogas han sido obtenidas legalmente y guardadas durante un considerable per¨ªodo de tiempo... Las razones para poner fin a mi vida son simples y consisten en una enfermedad. de Parkinson y una variedad de leucemia que mata lentamente (CCL). Mantengo ¨¦sto ¨²ltimo en secreto incluso para mis amigos m¨¢s ¨ªntimos a fin de evitarles trastornos. Desapu¨¦s de un declive f¨ªsico m¨¢s o menos sostenido a lo largo de los ¨²ltimos a?os, el proceso ha alcanzado un estado agudo con complicaciones adicionales que hacen aconsejable buscar la autoliberaci¨®n ahora, antes de que llegue a ser incapaz de tomar las disposiciones necesarias. Deseo que mis amigos sepan que dejo su compa?¨ªa en un marco mental de paz, con algunas t¨ªmidas esperanzas de un-despersonalizado despu¨¦s-de-la-vida m¨¢s all¨¢ de los confines del espacio, el tiempo y la materia, y m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de nuestra comprensi¨®n. Este "sentimiento oce¨¢nico" me ha sostenido en momentos dificiles, y tambi¨¦n ahora, mientras escribo esto. No obstante, lo que hace m¨¢s duro este paso final es la reflexi¨®n sobre el dolor que es obligado inflingir a mis pocos amigos supervivientes y sobre todo a mi esposa Cynthia. Es a ella a quien debo la relativa paz y felicidad que he disfrutado en el ¨²ltimo per¨ªodo de mi vida, y nunca antes".
Adjunta se encontr¨® una nota similar de Cyrithia Koestler en la que ella explicaba sus propias razones para el suicidio, pero que no ha sido publicada hasta ahora.
A la opini¨®n p¨²blica
Uno de los aspectos fundamentales en las acciones de este tipo de asociaciones es el de promover la creaci¨®n de un clima de opini¨®n p¨²blica favorable, o al menos tolerante con estas reivindicaciones del derecho a la muerte; pero todo ello dentro de la legalidad m¨¢s absoluta, y con todo el respeto debido hacia las opiniones contrarias de personas e instituciones, a las creencias religiosas y filos¨®ficas que no las admitan. De hecho, las encuestas acostumbran a arrojar resultados muy favorables hacia las tesis de estas asociaciones pro derecho a morir, o al menos indican cierta tolerancia hacia ellas. En Gran Breta?a, un sondeo efectuado en 1976 se?alaba que un 69 por cien de los encuestados estaban de acuerdo con que la ley permitiera a los adultos recibir ayuda m¨¦dica para obtener una "muerte dulce" en caso de enfermedad incurable y de sufrimientos insoportables; s¨®lo un '17 por cien se manifestaban en contra. Y entre los mismos cat¨®licos, el porcentaje favorable era de un 54 por ciento.
Otra encuesta m¨¢s reciente hecha p¨²blica por la asociaci¨®n Hemlock -con el t¨ªtulo de "?Qui¨¦n cree en la eutanasia?"- establece las caracter¨ªsticas de los miembros de esta asociaci¨®n, que son unos 7.500, compar¨¢ndolas con los de la asociaci¨®n VES de Londres; algunas de sus conclusiones son las siguientes: En ambas hay m¨¢s mujeres que hombres (en Hemlock el 65 por cien son mujeres) y predominan las edades avanzadas, el 54 por cien en Hemlock y el 67 por ciento en la VES. El 81 por cien de la primera y el 72 por cien de la segunda consideran que su salud es buena, y muy pocos se hallan seriamente enfermos. Y finalmente predominan entre ellos los agn¨®sticos -49 por cien para Hemlock y el 57 por cien para VES-, seguidos de los protestantes, con un 27 y un 33 por cien, respectivamente.
La muerte no se puede evitar, pero el sufrimiento s¨ª, en gran medida. Quiz¨¢ sea ¨¦ste el camino a emplear en este combate, naturalmente legal y pac¨ªfico, para conseguir el reconocimiento del derecho a la muerte. La manera de morir es una opci¨®n que a nadie obliga; pero tampoco nadie puede impedir la disponibilidad para elegir sus ¨²ltimos derechos.
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