Los caminos del di¨¢logo
COMO ERA previsible, las noticias y comentarios sobre la entrevista que se ha celebrado en Estocolmo entre el Secretario de Estado norteamericano, George Shultz, y el ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, Andrei Gromiko, no permiten sacar conclusiones sobre lo hablado durante m¨¢s de cinco horas de conversaci¨®n. En todo caso, ser¨ªa infantil pensar que tal encuentro pudiese de pronto aclarar el horizonte. Se trataba del primer encuentro entre los responsables de la pol¨ªtica exterior de la URSS y de EE UU desde la que celebraron hace cuatro meses, en Madrid. Entonces, en v¨ªsperas de la instalaci¨®n de los primeros euromisiles, el fracaso estaba casi descontado: ambos estaban interesados en hacer gala de dureza; el primero para legitimar la necesidad de los misiles; el segundo para presionar al m¨¢ximo en contra de su colocaci¨®n. Hoy, una serie de factores de la situaci¨®n europea se han modificado; algunos Pershing II y misiles de crucero est¨¢n ya colocados en la RFA y en el Reino Unido. Es un hecho que cabe lamentar; pero que obliga a abordar la cuesti¨®n de una manera diferente. Aceptar esta nueva realidad es desde luego m¨¢s dif¨ªcil para los sovi¨¦ticos, porque su estrategia no hab¨ªa considerado esta eventualidad. Cuando Shultz y Gromiko se sentaron a hablar, una cosa era evidente: no exist¨ªa entre las posiciones p¨²blicas de la URSS y de EE UU ning¨²n acercamiento, ninguna posibilidad de acuerdo.Pocas horas antes, Gromiko hab¨ªa pronunciado en la Conferencia de Estocolmouno de los discursos m¨¢s violentos escuchados ¨²ltimamente en foros internacionales; no s¨®lo por el contenido, sino por la abundancia de adjetivos y el tono de las acusaciones contra EE UU. Ello ponfirma la impresi¨®n de una creciente preocupaci¨®n sovi¨¦tica por contribuir a la derrota de. Reagan en las pr¨®ximas elecciones presidenciales; actitud que puede tener sin embargo efectos contrarios. En cuanto a la argumentaci¨®n de Groiniko sobre la,situaci¨®n internacional, y sobre las tareas de la Conferencia de Estocolmo, sorprende la ausencia de toda idea nueva; fue una repetici¨®n casi textual de las posiciones definidas ya el 24 de noviembre pasado por Yuri Andropov en unas declaraciones publicadas en Pravda: la respuesta sovi¨¦tica a los euromisiles es colocar m¨¢s misiles en la RDA y en Checoslovaquia.
No es probable que Shultz y Gromyko se hayan dedicado durante su larga entrevista a repetirse las posiciones p¨²blicas de sus Gobiernos , entre las que no se vislumbra ning¨²n punto de posible acercamiento. Que no se den muchas noticias sobre esa conversaci¨®n no es mala se?al. Como ha observado recientemente Henry Kissinger, para que en el clima actual puedan ser eficaces los intentos de explorar nuevos caminos de di¨¢logo, son necesarios sin duda ciertos niveles de discreci¨®n. En ese orden, est¨¢n sobre la mesa algunas propuestas interesantes que, sin referirse a la cuesti¨®n de los euromisiles, podr¨ªan, si se desarrollan con resultados, ir creando un clima menos glacial; ser¨ªan algo as¨ª como caminos indirectos para favorecer la reapertura de las negociaciones hoy interrumpidas. Se han formulado recientemente, tanto por parte sovi¨¦tica c¨®mo norteamericana, interesantes proposiciones tendentes a efectuar y con trolar la supresi¨®n de las armas qu¨ªmicas; ser¨ªan esenciales progresos en ese tema, del que se habla poco, pero que representa un peligro de aniquilamiento humano espeluznante. Est¨¢n, sobre todo, los problemas espec¨ªficos de la Conferencia de Estocolmo: las informaciones y verificaciones sobre maniobras o movimientos militares, por ejemplo. De ah¨ª la importancia de que la Conferencia de Estocolmo se concentre no en discursos generales, sino en sus objetivos espec¨ªficos; si en ellos logra avanzar, ayudar¨¢ sin duda a desbloquear otras situaciones. En cuanto a las negociaciones sobre armamentos nucleares, que se han celebrado hasta hace unos meses en Ginebra, una est¨¢ rota (la referente a los euromisiles) y no parece serio suponer que pueda reanudarse; en cambio la otra (START) sobre misiles estrat¨¦gicos, s¨®lo se halla suspendida. La idea de fundir las dos negociaciones, avanzada desde hace tiempo en c¨ªrculos parlamentarios de Washington, deber¨ªa cobrar ahora nueva actualidad. Nadie piensa que los sovi¨¦ticos van a aceptar sentarse en las mismas mesas de negociaci¨®n, y hace falta, por tanto, encontrar formas nuevas que permitan salir del punto muerto. Lo prioritario es reanudar, de una u otra forma, unas negociaciones que permitan limitar (aunque lo ideal ser¨ªa, sin duda, suprimir) en la mayor medida las armas nucleares que se est¨¢n instalando en diversos pa¨ªses europeos del Este y del Oeste; y asi mismo, negociaciones que pongan topes mutuamente concertados a las armas estrat¨¦gicas. Es una necesidad imperativa y urgente. Es sentida por todos, por los ciudadanos de a pie y por los gobernantes. La direcci¨®n sovi¨¦tica tiene que estar particularmnente interesada en lograr que tales negociaciones se reanuden. Reiterar posiciones ancladas en situaciones anteriores no es hacer pol¨ªtica en el actual marco mundial. Quiz¨¢ sea demasia do esperar que EE UU sepa actuar en lo concreto de acuerdo con las declaraciones de buenas intenciones que est¨¢ prodigando, y que la URSS, aparte de los discursos de propaganda, contribuya a buscar caminos de di¨¢logo. Pero es una exigencia de sentido com¨²n.
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