Nuevas formas de suicidio
La idea del suicidio parece que, por rachas, se presenta a j¨®venes y a viejos. Personalmente puedo decir que he pensado en ¨¦l, m¨¢s en la vejez que en la juventud, Pero no con el, prop¨®sito de llevarlo a cabo sino, m¨¢s bien, como una posible terminaci¨®n de la vida en la que hay que pensar, fr¨ªa y desapasionadamente. Si los secuaces del brahmanismo la han considerado honorable... por algo ser¨¢, pese a jud¨ªos, cristianos y mahometanos.Desde hace mucho se sabe que los pa¨ªses cat¨®licos del sur y del oeste de Europa tienen menor, n¨²mero de suicidas que los protestantes del norte. Pero, por otra parte, el suicidio de los hombres civilizados se consideraba (como lo consideraba Durkheim) un "acto ego¨ªsta", causado por razones personales, a diferencia de los "suicidios altruistas", fundados en ideas colectivas, en punto al honor sobre todo, propios de sociedades primitivas, arcaicas o arcaizantes, Se dec¨ªa tambi¨¦n que entre gente mayor, en ¨¦pocas de depresi¨®r econ¨®mica y a fines de primavera y comienzos de verano, se daban tasas mayores de suicidio. El suicidio hay que considerarlo, pues, como otro hecho social cualquiera. Pero implica, tambi¨¦n, una reconsideraci¨®n de las mismas valoraciones de los, soci¨®logos y psic¨®logos en el examen de hechos que hoy se hallan relacionados con el suicidio mismo y que presentan novedad sensible.
Del suicidio como de una forma de contagio social se sabe bastante desde antiguo. En el cap¨ªtulo 13 de las memorias juveniles de Goethe hay unas estupendas p¨¢ginas sobre el suicidio. Porque ¨¦l,, que es considerado como el m¨¢s ol¨ªmpico de los literatos durante a?os, en la juventud fue un ser atormentado, por enfermedades y pensamientos t¨¦tricos: pensamientos de suicidio precisamente. Vio as¨ª tambi¨¦n m¨¢s claro que nadie c¨®mo muchos j¨®venes alemanes de su generaci¨®n pasaron por situaci¨®n parecida a la suya y c¨®mo algunos sucumbieron ante la tentaci¨®n obsesiva. Goethe pensaba que ¨¦sta, en gran parte, se hallaba condicionada por, lecturas y especialmente por influencia de la literatura: inglesa. Cuando era ya viejo confesaba a Eckerman que s¨®lo hab¨ªa le¨ªdo una vez y 10 a?os despu¨¦s de publicado el Werther; y cuando era ya en verdad un personaje ol¨ªmpico, hubo otro movimiento literario que produjo bastantes suicidios juveniles: el rom¨¢ntico. La memoria del poeta ingl¨¦s, contempor¨¢neo del mismo Goethe, Chatterton, que se envenen¨® con ars¨¦nico a los 18 a?os, fue ensalzada, y el joven o adolescente considerado como un h¨¦roe de la juventud de 1830. Pasan las generaciones y a fines del siglo XIX vuelve a haber otra fase de inquietud suicida entre los j¨®venes, artistas y literatos. Pero esto parece que es poca cosa desde el punto de vista estad¨ªstico frente a los suicidios de banqueros, hombres de negocios y gente por el estilo de nuestra ¨¦poca. Tambi¨¦n de enfermos y viejos cansados. Hay memorables casos de suicidio por aburrimiento y Goethe en su an¨¢lisis se refiere a cierto ingl¨¦s que se suicid¨® porque le cansaba vestirse y desnudarse todos los d¨ªas. Bien. Este aburrimiento u otro muy parecido existe hoy en parte de la juventud, que lo evita llevando la misma ropa meses, sin desnudarse y sin suicidarse individualmente pero s¨ª de modo colectivo, en com¨²n. Goethe mismo se detuvo a pensar sobre cu¨¢l era la forma m¨¢s bella de suicidio: rechaz¨® el ahorcarse, el abrirse las venas, el envenenarse y otras conocidas y lleg¨® a la consecuencia de que el suicida m¨¢s elegante de la historia hab¨ªa sido el emperador Othon, que se clav¨® un pu?al en el coraz¨®n al ser derrotado... y despu¨¦s de un alegre convite con amigos fieles. Hay, pues, suicidios y tambi¨¦n motivos de suicidio. Ahora vemos c¨®mo j¨®venes (que no se parecen en nada a Othon ni a cualquier otro atildado dandy romano de su ¨¦poca, en trance de hacer lo mismo que ¨¦ste hizo) se re¨²nen en rincones s¨®rdidos llenos de cascarrias y buscan la muerte lenta mediante la droga, el estupefaciente. Yo no s¨¦ c¨®mo clasificar¨ªa Durkheim a esta forma de suicidio colectivo. Ego¨ªsta parece que es, individual no, porque se busca "en com¨²n". Y desde luego, no tiene m¨¢s que una lejana semejanza con los suicidios rom¨¢nticos chattertonianos o los ir¨®nicos othonianos o petronianos. El nuevo suicidio de la juventud no est¨¢ fomentado por la lectura de las Noches de Young o de alg¨²n tremendo poema o novel¨®n ingl¨¦s del XVIII. Est¨¢ "dirigido" por industriales y agricultores, y el suicida puede ser casi analfabeto ¨¢lalo.
?A qui¨¦n hay que atacar? No al suicida en su miseria, claro est¨¢, sino al que provoca el suicidio en su riqueza. Por los peri¨®dicos nos llegan de continuo noticias espantosas acerca del comercio mundial de estupefacientes. Un comercio organizado como cualquier otro de productos normales, productos que, en lo futuro y en general, habr¨¢ que dividir en dos clases: bienes de consumo y males de consumo. Porque no hay que enga?arse. El dinero non olet: lo dijo Vespasiano cuando su hijo le reproch¨® lo del impuesto sobre los urinarios de Roma. ?Si oliera! En los bancos, donde todo est¨¢, por lo general, tan relimpio y brillante, tan desinfectado, no se podr¨ªa parar. Tampoco en las bolsas, en las lonjas de comercio y en las embajadas de algunos pa¨ªses, dejando algunos ministerios aparte. Pero no. En todos esos sitios no hay malos olores. Donde puede oler mal es donde hay poco dinero y donde no lo hay: en las aulas de algunas facultades por ejemplo. Tambi¨¦n pueden oler los que no lo tienen, aunque sean buen¨ªsimas personas. Resulta que, adem¨¢s, flamantes Estados que viven en parte de los estupefacientes pueden tener gobernantes no menos flamantes, dispuestos a salvar al pr¨®jimo, a redimir a pa¨ªses que viven en discordia y guerra, etc.
El comercio de armas ha producido la muerte de generaciones y generaciones de hombres j¨®venes. Pero ahora el comercio de drogas produce el suicidio lento, colectivo, de grupos de j¨®venes que ni siquiera ser¨¢n ensalzados ni glorificados como h¨¦roes an¨®nimos, soldados desconocidos de una causa m¨¢s o menos inteligible. Hoy la econom¨ªa del mundo puede producir este terrible efecto, a la vista m¨¢s o menos indiferente, m¨¢s o menos asustada del espectador, mientras que el soci¨®logo procurar¨¢ aclarar qu¨¦ nueva clase de suicidio tiene ante s¨ª. El suicidio colectivo producido por la libertad econ¨®mica en pa¨ªses tecnificados, que salen del subdesarrollo a la civilizaci¨®n.
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