Los precios 1983
LA EVOLUCI?N del ¨ªndice de precios al consumo en el mes de diciembre era aguardada por el Gobierno con cierta inquietud. Las muestras recogidas sobre las alzas de precios de algunos alimentos en los mercados urbanos -pescado, huevos, carnes de pollo y cerdo- y la subida de los combustibles apuntaban la posibilidad de un incremento en el mes de diciembre en tomo al 2%, que hubiera llevado a un crecimiento del ¨ªndice a lo largo del a?o por encima del 12,5%. Los temores se han desvanecido al registrar el Instituto Nacional de Estad¨ªstica, un fiel y riguroso observador del conjunto de la realidad espa?ola, un aument¨® del 1,6% en el mes de diciembre. La tasa de inflaci¨®n anual media por el ¨ªndice de precios al consurno queda fijada, as¨ª, en el 12,2% para el per¨ªodo de diciembre 1982/diciembre 1983.. La tasa contin¨²a siendo todav¨ªa elevada -dos d¨¦cimas superior a la prevista y unos cuatro-cinco puntos superior a la de nuestros competidores europeos- pero tambi¨¦n es la m¨¢s baja registrada en Espa?a desde 1973.El comportamiento de los precios en 1983, sobre todo durante los dos trimestres centrales del a?o, parec¨ªa indicar que se empezaba a conseguir una moderaci¨®n de nuestra inflaci¨®n. A mediados de a?o, el componente alimenticio, en especial el de los art¨ªculos no elaborados, registr¨® alzas muy modestas. Pero, a diferencia de lo ocurrido en anteriores ejercicios, durante 1983 los precios de los alimentos importados -ma¨ªz y soja, fundamentalmente- han. incorporado un fuerte componente inflacionista, que se ha traducido en la subida de huevos y carne de pollo y cerdo en el cuarto trimestre. A la depreciaci¨®n de la peseta respecto al d¨®lar, que implicaba ya un alza de precios medios en pesetas, se a?adi¨® la fuerte subida de los precios de los cereales y de la soja en los mercados mundiales.
Varias las causas explican ese incremento de los cereales y la soja. Durante la pasada primavera, la Administraci¨®n estadounidense, dispuesta a desembarazarse de los excedentes alimenticios almacenados y del coste presupuestario de su. financiaci¨®n, decidi¨® una contraprestaci¨®n en especie a los agricultores que redujesen su superficie cultivada. A esta medida se sum¨¦ la sequ¨ªa en las zonas productoras. A pesar del clima de guerra fr¨ªa, rusos y norteamericanos reanudaron sus intercambios de productos alimenticios, de forma tal que las nuevas compras masivas de cereales por parte de la Uni¨®n Sovi¨¦tica repercutieron tambi¨¦n sobre los precios. Los dram¨¢ticos acontecimientos ocurridos en T¨²nez y Marruecos tienen or¨ªgenes parcialmente vinculados a los movimientos de precios en el mercado de. cereales. Y nuestro ¨ªndice de precios ha recogido igualmente algunas de las ondas de esa perturbaci¨®n.
Al margen de la depreciaci¨®n de la peseta y de la apreciaci¨®n del d¨®lar, y con independencia de estas alteraciones aleatorias o pol¨ªticas en el mercado de cereales, los art¨ªculos industriales espa?oles se han mantenido a lo largo del a?o por encima del ¨ªndice general de precios. Los precios industriales tropiezan contra el suelo de unos costes salariales que apenas si han descendido con respecto al a?o anterior. El coste del dinero ha sido, por otro lado, superior al de 1982 a causa de la presi¨®n que ejerce sobre los mercados de capitales la financiaci¨®n del d¨¦ficit del sector p¨²blico.Estos componentes inflacionistas quedan reforzados por el proteccionismo y los excesos de reglamentaci¨®n de nuestro sistema productivo. Por contraste, en pa¨ªses con una econom¨ªa m¨¢s libre, las rentas salariales de sectores con remuneraciones por encima de la media nacional -como el sider¨²rgico o los transportes a¨¦reos- se han reducido de manera b¨¢sica como consecuencia de que la demanda de sus productos o servicios ha descendido y ha aumentado la competencia de los suministradores.
El a?o 1983 ha terminado con una tasa de inflaci¨®n en el tercer trimestre pr¨®xima al 14,5%. La depreciaci¨®n de la peseta, con su influencia en el precio de carburantes y combustibles y alimentos, es responsable en buena medida de ese incremento. Parece que el ¨²nico procedimiento para evitar que estas alzas se injertasen en el comportamiento de los precios interiores futuros consistir¨ªa en aislarlas de la evoluci¨®n de las rentas salariales.
La econom¨ªa espa?ola necesita continuar reduciendo el desequilibrio de una inflaci¨®n que es superior a la de los pa¨ªses competidores. Para lograr ese objetivo, el Gobierno se ver¨¢ obligado a mantener de forma inflexible el tope del 6,551 de incremento en las retribuciones de los trabajadores del sector p¨²blico y a promover, con todos los medios a su alcance, una pol¨ªtica de rentas en el sector privado que no dispare las tensiones inflacionistas que se acumulan ya en las ca?er¨ªas del sistema.
Pero esa condici¨®n necesaria para remontar la crisis resultar¨ªa insuficiente si la Administraci¨®n no se aplicara en paralelo y con redoblado celo a la tarea de conseguir una progresiva y r¨¢pida reducci¨®n del d¨¦ficit del Estado, incluidos los saldos negativos de las empresas p¨²blicas. La solidaridad con los desempleados, el temor a cierres de empresas que destruyeran nuevos puestos de trabajo, una informaci¨®n veraz -que s¨®lo la autoridad del Gobierno puede proporcionar- sobre la delicada situaci¨®n de nuestra econom¨ªa y la demostraci¨®n de que nuestros salarios y nuestros precios deben tener como ineludible punto de referencia el mercado mundial, son argumentos que podr¨ªan tal vez convencer a las centrales sindicales para moderar las exigencias de los trabajadores ocupados y hacerlas compatibles, huyendo de cualquier forma de corporativismo, con la racionalidad del sistema en su conjunto. Sin embargo, los sacrificios de los asalariados, cuyos ingresos se ver¨ªan mermados en t¨¦rminos reales, deber¨ªan ir acompa?ados, para ser ¨²tiles, por una en¨¦rgica y sostenida actuaci¨®n de los poderes p¨²blicos a fin de contener el gasto p¨²blico y obturar los m¨²ltiples agujeros a trav¨¦s de los cuales el dinero de los contribuyentes se despilfarra o se asigna equivocadamente en la Administraci¨®n central, auton¨®mica o municipal. Porque resultar¨ªa pol¨ªtica y ¨¦ticamente muy dificil que el Gobierno tuviera ¨¦xito en sus exhortaciones a la solidaridad y al sacrificio de los traba adores ocupados si los cargos p¨²blicos -desde los parlamentarios hasta los concejales, pasando por la pesada y voluminosa maquinaria del Poder Ejecutivo- no fueran los primeros en dar ejemplo con su conducta y no se adoptaran medidas dr¨¢sticas y eficaces para contener el d¨¦ficit.
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