El congreso de Alianza Popular
EL VI CONGRESO Nacional de Alianza Popular, que ayer concluy¨® en Barcelona, no ha deparado ninguna sorpresa a los observadores. La reuni¨®n se propon¨ªa simplemente mostrar la capacidad organizativa del aparato del partido, crear un clima propicio para las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas en Catalu?a, lanzar la nueva imagen liberal-conservadora de su ideolog¨ªa y confirmar a Manuel Fraga como indiscutible candidato a la presidencia del Gobierno en los futuros comicios legislativos.Desde su creaci¨®n, a finales de 1976, Alianza Popular ha sufrido notables mutaciones doctrinales y ha pasado por numerosas vicisitudes. Construida en tomo a la vigorosa personalidad de Manuel Fraga, cuya apasionada vocaci¨®n pol¨ªtica le ha permitido cambiar de actitudes a lo largo de 20 a?os, Alianza Popular es hoy una plataforma para alcanzar el poder en unas elecciones democr¨¢ticas. El viraje de Alianza Popular hacia la moderaci¨®n, que en ocasiones descarrila de ese loable prop¨®sito a resultas de los arranques de humor de algunos de sus dirigentes, es una consecuencia directa de las abrumadoras pruebas dadas por la sociedad espa?ola de su rechazo a los extremismos estridentes y de su alineamiento mayoritario con los valores de la modernidad y las libertades.
La nueva imagen liberal-conservadora de Alianza Popular es m¨¢s el resultado de un c¨¢lculo electoral que de un traba o te¨®rico. No se trata tan s¨®lo, y ni siquiera fundamentalmente, del contraste existente entre el talante autoritario de su l¨ªder y los f¨¦rreos controles organizativos internos del partido, por un lado, y las propuestas doctrinales y los programas pol¨ªticos, por otro. Sucede que, en su b¨²squeda del centro perdido (y hallado por los socialistas), Alianza Popular no puede tampoco sacrificar su clientela perteneciente a la derecha autoritaria e incluso a sectores involucionistas. La coexistencia, dentro de los ¨®rganos de direcci¨®n del partido, de gentes representativas de esas diversas y a veces opuestas mentalidades explica sobradamente las desconfianzas y los recelos que la nueva imagen, en s¨ª misma positiva, de Alianza Popular suscita en la sociedad.
Al menos durante bastante tiempo, la mayor¨ªa de los espa?oles no se sentir¨¢n demasiado inclinados a asociar a Alianza, Popular con las libertades, tanto por la presencia en sus filas de antiguos gestores de la dictadura como por la escasa sensibilidad mostrada por sus parlamentarios a la hora de defender los derechos fundamentales. A lo largo de la actual legislatura, los diputados populistas desaprovecharon excelentes oportunidades para enmendar las insuficiencias de los proyectos de ley socialistas en materias como la asistencia letrada al detenido, el derecho de asilo, las reformas del C¨®digo Penal y la ley de Enjuiciamiento Criminal y el h¨¢beas corpus, textos todos ellos criticados, por el contrario, como excesivamente permisivos. Tampoco a lo largo del debate sobre la despenalizaci¨®n parcial del aborto, que exig¨ªa cuando menos cierta delicadeza moral para comprender las razones del adversario, Alianza Popular mostr¨® haber realizado grandes progresos en el camino de la tolerancia. Su antigua propuesta de reformar la Constituci¨®n para restablecer la pena capital ha quedado difuminada, pero no definitivamente excluida. Las propuestas de Alianza Popular en materia de pol¨ªtica econ¨®mica constituyen una variante en jerga tecnocr¨¢tica del cuento de la lechera. A nadie le pueden salir las cuentas de un programa que se propone, simult¨¢neamente, reducir el d¨¦ficit y disminuir los impuestos, elevar el empleo y bajar la inflaci¨®n, incrementar las prestaciones sociales y disminuir el gasto p¨²blico. En materia auton¨®mica, el dise?o de Alianza Popular es uno de los secretos mejor guardados de la pol¨ªtica espa?ola. El viejo proyecto de reformar el art¨ªculo 2 (para abolir el t¨¦rmino nacionalidades) y el t¨ªtulo VIII (para transformar las autonom¨ªas en descentralizaci¨®n administrativa) de la Constituci¨®n coexisti¨® con el rechazo de los pactos de 1981 y de la LOAPA y con la campa?a superautonomista de las elecciones al Parlamento de Galicia. En pol¨ªtica internacional, el atlantismo incondicional de Alianza Popular resulta compatible con algunos reflejos antieuropeos, tal vez procedentes de la ¨¦poca en que Fraga postulaba que Espa?a era diferente. Ahora bien, en materia de moral y de buenas costumbres la solidez y la coherencia de los populistas resiste cualquier desaf¨ªo. El divorcio, la despenalizaci¨®n parcial del aborto, las relaciones prematrimoniales, el adulterio, la homosexualidad, el nudismo, los conciertos de rock duro, la droga blanda y la educaci¨®n sexual son condenados al infierno.
Aunque en su rumbo hacia el centro el buque insignia de Manuel Fraga sea Alianza Popular, la estrategia de la moderaci¨®n le exige una coalici¨®n electoral m¨¢s amplia, en la que est¨¢n ya integrados, como fuerzas auxiliares, el Partido Dem¨®crata Popular (PDP), nacido del sector democristiano de UCD, y una hasta ahora fantasmal Uni¨®n Liberal (UL), recientemente reforzada por antiguos militantes del extinto centrismo. Sucede, as¨ª, que los mimbres que forman la cesta de Coalici¨®n Popular son casi los mismos que compusieron Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, no tanto por sus r¨®tulos ideol¨®gicos, cuya m¨ªnima significaci¨®n qued¨® demostrada en la crisis del centrismo y en la posterior evoluci¨®n de sus dirigentes, como por el mundo de intereses que cimentan ambas formaciones. Aun sin poner en cuesti¨®n el liderazgo de Manuel Fraga, los dirigentes del PDD se?alan el car¨¢cter meramente electoral de su coalici¨®n con Alianza Popular y subrayan que sus propias se?as de identidad no se confunden con el conservadurismo de sus socios. Para los democristianos de ?scar Alzaga, as¨ª, el acuerdo con Alianza Popular descansa en la existencia de un adversario com¨²n y en las ventajas que la actual ley electoral concede a las grandes coaliciones.
En cualquier caso, la b¨²squeda de la moderaci¨®n, reflejo de las exigencias electorales creadas por la modernidad y juventud de la sociedad espa?ola, es un rasgo inequ¨ªvocamente positivo de las actuales orientaciones de Alianza Popular. Sin embargo, s¨®lo el ejercicio del poder ser¨ªa capaz de probar la profundidad y la consistencia de esa nueva actitud.
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