El humor en la vida
Dec¨ªa un gran pensador y literato, el franc¨¦s Sartre, que este mundo estaba hecho en Occidente de burgueses, o de aspirantes a burgueses, que se caracterizaban por una aburrida seriedad. Los predecesores de estos occidentales de hoy fueron aquellos tristes puritanos protestantes, cuya figura principal fue el terrible Guillermo llamado el Taciturno.En cambio, otro pensador, el cat¨®lico Chesterton, dej¨® precisamente las filas del protestantismo ingl¨¦s porque no pod¨ªa hacerse a una religi¨®n tan triste como aqu¨¦lla; y descubri¨® las esencias del cristianismo en aquella Merry England del Medievo, como lo fue la alegre Albi¨®n anterior al siglo XVI. Le pareci¨® a Chesterton que el cristianismo era alegr¨ªa, deseo de vivir, entronizaci¨®n del juego en la religi¨®n, y aceptaci¨®n de todo lo que es natural, humano y espont¨¢neo. Descubri¨® que sobre un cristiano antiguo -principalmente, oriental- no planeaban las oscuras nubes de la preocupaci¨®n, la angustia del pecado y la obsesi¨®n de la penitencia. Todo lo creado era bueno, y aun "muy bueno", como dice la Biblia en su primer libro sagrado, el G¨¦nesis.
Pero ser¨ªamos injustos si no confes¨¢semos los cristianos espa?oles que esto era as¨ª entre nosotros hace siglos; pero el malhadado siglo XIX, con su rigidez y misoginia, nos estuvo convenciendo a los creyentes espa?oles de: todo lo contrario: la mujer era "la puerta del infierno", como la hab¨ªa estigmatizado el severo Tertuliano hac¨ªa 16 siglos; el placer ten¨ªa siempre un regusto de pecado, seg¨²n ense?¨® poco despu¨¦s san Agust¨ªn, m¨¢s influido por el manique¨ªsmo que por el cristianismo evang¨¦lico de un Jes¨²s que, como buen jud¨ªo, jam¨¢s olvid¨® la ense?anza del Talmud, que sostiene que "el Se?or nos juzgar¨¢ al final de nuestras vidas por los placeres leg¨ªtimos que hayamos dejado de disfrutar".
Muchos, santos cristianos antiguos, como san Francisco, fueron unos santos alegres, ya que su lema fue que "un santo triste es un triste santo", como observaba san Francisco de Sales.
Por tanto, nuestro patrono pagano no puede ser nunca el lloroso fil¨®sofo Her¨¢clito, que s¨®lo ve¨ªa tristezas y dolores en el mundo, sino el sonriente Dem¨®crito, que lleg¨® a ser considerado como un loco (igual que le consideraban a Jes¨²s sus parientes) por su cr¨ªtica humor¨ªstica de las tonter¨ªas humanas que ve¨ªa a su alrededor, y por su buen esp¨ªritu relajado y sin preocupaciones. Su observaci¨®n de los disparates que nos hacen desgraciados a los hombres es bien significativa: "Cuando los hombres viven en paz", dec¨ªa, "codician la guerra...; cuando son pobres y necesitados, buscan riquezas, pero no las gozan cuando las tienen, sino que las esconden bajo tierra o las malgastan". Es verdad todo lo que describe el fil¨®sofo de la risa sobre nuestras vidas afanosas de tener cada vez m¨¢s y saber disfrutar cada vez menos de lo que ya tenemos. Por eso dice Dem¨®crito a su contempor¨¢neo el m¨¦dico Hip¨®crates: "Te agradecer¨ªa que no reprendieras mi risa, percibiendo tantas cosas locas en los hombres".
A nosotros nos falta hoy s¨®lo una cosa: re¨ªrnos de nosotros mismos, cuando caemos en las mismas locuras angustiadas que, ayer y hoy, aterran a los dem¨¢s. No hay cosa m¨¢s sana que re¨ªrse de s¨ª mismo distendidamente, de los errores, preocupaciones y obsesiones que no nos dejan tranquilos, porque siempre pretendemos ser importantes y no queremos confesar nuestros fallos y defectos sin creernos por eso monstruos de maldad; ni sabemos tampoco quitamos la falsa careta que oculta nuestra fr¨¢gil naturaleza sin caer en el abatimiento, porque somos demasiado orgullosos de la err¨®nea imagen que queremos representar ante los dem¨¢s y ante nosotros mismos, viviendo en una perpetua postura esquizoide.
Este panorama es el que produce cada vez m¨¢s tensi¨®n en el mundo, m¨¢s agresividad, m¨¢s lucha competitiva, y enfrenta a unos contra otros, produciendo las alt¨ªsimas cotas de violencia que padece la sociedad actual.
Tendr¨ªamos, por tanto, que modificar nuestras anteojeras y recordar la conclusi¨®n a que aboca la personalidad de Segismundo en La vida es sue?o: todo depende del cristal con que se mira. Nuestra manera de mirar -como le ocurri¨® a su nivel a Segismundo- es hoy equivocada, porque no miramos con los ojos puros y limpios para conocer la realidad, sino a trav¨¦s de la nube de lo que nos ense?an que debemos ver o nuestros maestros o nuestro car¨¢cter; y, sobre todo, lo que nos inducen a ver la propaganda, la publicidad, y los intereses ideol¨®gicos, que empa?an nuestra vista para que miremos y, sin embargo, no veamos lo que tenemos ante nuestros ojos. Ya no conocemos las cosas, sino su falso reflejo en esos anteojos artificiales que llevamos colocados ante nuestra vista, y que nos enga?an constantemente.
As¨ª, en este juego de seriedades falsas, vivimos los humanos. Nuestra avidya (nuestra ignorancia, seg¨²n la concepci¨®n hind¨²) hace que vivamos en la falsa ilusi¨®n de la realidad. Todo es ilusorio, es maya, seg¨²n el Vedanta, gracias a nuestro falso modo de ver las cosas y las personas. "Dios -en cambio- juega al mundo", como ense?a esta filosof¨ªa; no lo toma en serio como nosotros. Se r¨ªe de nuestras seriedades, y del personaje que siempre estamos representando.
Pensemos que al final de la vida no encontraremos un pesado cielo de santurrones, sino algo m¨¢s divertido y menos solemne; porque all¨ª "todas las criaturas conocer¨¢n el placer, el amor y la alegr¨ªa; y reir¨¢n contigo, y t¨² con ellas, incluso corporalmente", como ense?a el alegre Lutero, a diferencia del serio Calvino, que tanto ha influido para mal en el protestantismo latino.
Renovemos nuestra tradici¨®n cristiana alegre y sin pesadumbres de heredado pecado original, planeando sobre nuestras acongojadas vidas. Porque para la tradici¨®n cat¨®lica espa?ola -representada por los jesuitas Molina y Su¨¢rez-, el pecado original no nos quitaba nada de nuestra positiva naturaleza, sino s¨®lo nos dejaba sin el suplemento sobrenatural de la gracia que, por otro lado, Jes¨²s hab¨ªa recuperado nuevamente para todos nosotros a trav¨¦s de su redenci¨®n, de la que no exclu¨ªa a nadie.
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