Desconcierto en torno a L¨ªbano
MIENTRAS EL enviado especial del presidente Gemayel -el ministro de Asuntos Exteriores, Elias Salem- iniciaba en Italia un viaje por Europa para solicitar que se mantuvieran las tropas multinacionales en L¨ªbano, el druso Jumblat viajaba a Libia para insistir en que s¨®lo la. retirada de esas fuerzas y la dimisi¨®n definitiva de Gemayel podr¨ªan iniciar la pacificaci¨®n del pa¨ªs; los ca?ones chiitas y drusos bombardeaban Beirut, y Mubarak, en El Cairo, aceptaba la oferta de regresar a la Conferencia Isl¨¢mica. Oferta que comporta una actividad inmediata: el mes que viene, lo m¨¢s tarde en abril, este Egipto blanqueado celebrar¨¢ conversaciones con Jordania y con Arafat para adoptar un punto de vista com¨²n que conduzca a unas negociaciones acerca de la posible recuperaci¨®n de Cisjordania y la franja de Gaza, ocupadas por Israel. Una jornada acogida con inquietud en Israel.Podr¨ªa decirse que Israel quiere que le salgan bien las operaciones del pasado, incluso el pasado reciente, el del mes de junio de 1982, cuando intent¨®, por lo que consideraba una simple operaci¨®n militar, llevar L¨ªbano a su bando, y ha conseguido, en cambio, arrojar la mayor confusi¨®n sobre toda la zona. La reincorporaci¨®n de Egipto y los env¨ªos de armas de Estados Unidos -y de la RFA, lo cual le fue seriamente reprochado a Kohl en su visita a Jerusal¨¦n- a los ¨¢rabes moderados hace temer a Israel un plan de paz que termine oblig¨¢ndole a hacer concesiones. El Estado israel¨ª viv¨ªa mejor con Egipto aislado, pues teme que Mubarak, ahora, reconciliado con los ¨¢rabes y presionado con enorme violencia por su propia oposici¨®n, se le vaya de las manos, y que el rearme de los ¨¢rabes pueda hacer caer un d¨ªa esa impresionante panoplia militar en manos de otros Gobiernos, no necesariamente los revolucionarios isl¨¢micos sino, simplemente, m¨¢s inclinados hacia el viento cor¨¢nico, capaces de plantearle a Israel situaciones extremas.
Pero, adem¨¢s, una eventual paz en L¨ªbano terminar¨ªa por derribar a Gemayel e introducir de nuevo una fuerza musulmana importante en el Ej¨¦rcito liban¨¦s; si por esa v¨ªa se consiguiera un Gobierno de Beirut m¨¢s neutral, m¨¢s inclinado hacia ese conglomerado de los ¨¢rabes moderados, la presi¨®n para la creaci¨®n de un hogar palestino -la Palestina de Arafat, aunque no la de Siria- podr¨ªa ir adelante.
Siria, por su parte, parece tambi¨¦n desconcertada por lo que est¨¢ sucediendo. Si arma a los drusos -y a los chiitas y a los sunnitas-, no parece, en cambio, que pueda dominarles suficientemente. Su ideal absoluto est¨¢ tan lejos, o quiz¨¢ m¨¢s, de hacerse realidad que el de Israel. Ese ideal ser¨ªa una arabizaci¨®n de L¨ªbano, incluso una uni¨®n sirio-libanesa (tambi¨¦n un deseo de arreglar el pasado). Damasco tiene 60.000 soldados en L¨ªbano, y le inquieta que haya un arreglo interno que le obligue a retirarlos sin contrapartidas s¨®lidas.
Todo ello dificulta el proceso de pacificaci¨®n liban¨¦s. Nada indica que un alto el fuego que permita nuevas negociaciones sea posible en lo inmediato. Nada indica tampoco que esas negociaciones puedan llegar a buen fin.
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