Mitterrand, Espa?a y Europa
EL DISCURSO del presidente de la Rep¨²blica Francesa, Fran?ois Mitterrand, ante el Parlamento de Holanda no puede por menos de producir en la opini¨®n espa?ola una satisfacci¨®n particular. Por fin -y es un momento que los espa?oles venimos esperando desde hace bastante tiempo-, el tema de nuestro ingreso (y el de Portugal) en la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) ha sido tratado en la forma y en el nivel que le corresponde, trascendiendo las condiciones espec¨ªficamente econ¨®micas del Tratado de Roma. Mitterrand ha pedido solemnemente que la CEE acoja a Espa?a y a Portugal "sin m¨¢s tardanza". Y ha agregado: "Nadie tiene derecho a darle la espalda a la historia". Es reconocer que Espa?a tiene derecho propio a ser parte de Europa; ello dimana de los hechos mismos, de la historia. Una cosa son los mecanismos de un tratado, pero otra realidad superior es que Espa?a es parte de Europa y que nadie le puede negar ese derecho. Que el presidente Mitterrand lo haya proclamado ahora en una ocasi¨®n particularmente solemne tiene a¨²n m¨¢s valor si se recuerda que no siempre ha sido tal su actitud. En fecha no muy lejana, con motivo de la cumbre de Atenas, hab¨ªa puesto por delante los intereses de los productores de vinos y legumbres del sur de Francia. Hab¨ªa, formulado incluso la tesis siguiente: "Necesitamos contestar a Espa?a con un s¨ª o un no de forma tajante". Es decir, aceptaba la hip¨®tesis del no. Y esto es lo que ha quedado borrado con el discurso de La Haya.Espa?a est¨¢ acostumbrada, sin embargo, a que frases muy prometedoras sirvan para encubrir pr¨®rrogas interminables de las decisiones concretas. Por eso, quiz¨¢ lo m¨¢s importante de lo dicho en La Haya por el presidente Mitterrand sea la precisi¨®n de que Espa?a debe ser aceptada "sin dernora". En estos momentos, cuando en marzo est¨¢ fijada una cumbre para resolver los problemas internos que dividen a la Comunidad, son palabras que comprometen. Por otro lado, si se tiene en cuenta el marco en el que tiene lugar el actual viaje del presidente franc¨¦s, el problema del ingreso espa?ol ha sido colocado como un punto central dentro de los objetivos de la CEE en la actual etapa. Francia ha asumido la presidencia de la Comunidad despu¨¦s del fracaso de la cumbre de Atenas; lo ha hecho en una situaci¨®n particularmente dif¨ªcil. Hubiese podido administrar esa presidencia, que le corresponde por orden alfab¨¦tico, de una manera burocr¨¢tica, dejando que el proceso de deterioro siguiese su curso. Mitterrand ha hecho la opci¨®n exactamente contraria. A pesar de las exigencias de la pol¨ªtica francesa que pesan sobre ¨¦l, ha emprendido personalmente el esfuerzo extraordinario de salvar a la CEE, incluso de proyectarla hacia nuevos horizontes. En primer lugar, ha celebrado conversaciones privadas, discretas, con Margaret Thatcher y con el canciller Kohl; se coment¨® incluso que prefer¨ªa el m¨¦todo confesional para lograr el m¨¢ximo de sinceridad, fuera de las presiones de la publicidad. El viaje a Holanda ha sido la segunda etapa, dedicada a lanzar con la m¨¢xima solemnidad y publicidad su proyecto europeo; y el que estas manifestaciones p¨²blicas hayan sido precedidas de las entrevistas con los jefes de Gobierno del Reino Unido y de la RFA eleva, sin duda, su significaci¨®n. Se trata de que los seis meses en que Francia asume la presidencia de la CEE representen un hito fundamental, hist¨®rico. Con la ret¨®rica propia de los pol¨ªticos franceses, Mitterrand ha dicho que Europa necesita tomar "una nueva salida". Y precisamente el planteamiento sobre Espa?a se enmarca en ese discurso de perspectiva sobre el futuro de Europa.
Adem¨¢s de un esfuerzo concreto de conciliaci¨®n de los diversos puntos de vista de cara a sacar a la CEE, en la cumbre anunciada para marzo, del contencioso paralizante en la que se empantana, Mitterrand ha demostrado que no est¨¢ dispuesto a que los problemas de intendencia (como sol¨ªa decir el general De Gaulle) impidan el papel que Europa necesita cumplir en la actual coyuntura mundial. La sustancia de su discurso es que Europa necesita, por encima de todo, tener un proyecto pol¨ªtico; que sus problemas econ¨®micos, agr¨ªcolas, presupuestarios, etc¨¦tera, s¨®lo se resolver¨¢n si existe ese proyecto pol¨ªtico, ¨²nico capaz de despertar voluntades superadoras de las diferencias existentes. Quiz¨¢ cabe reprochar al proyecto de Mitterrand cierta tendencia a una huida hacia adelante, cierta dosis de utop¨ªa. Pero Europa es en s¨ª un gran proyecto de transformaci¨®n hist¨®rica; exige, por tanto, una dimensi¨®n ut¨®pica que no es incompatible con la soluci¨®n concreta, detallada, de los problemas espec¨ªficos. Las ideas lanzadas por Mitterrand de espacios europeos -social, cultural, en la investigaci¨®n, de una estaci¨®n habitada europea en el espacio- responden, sin duda, a una necesidad del mundo contempor¨¢neo y pueden ser fuente de inspiraci¨®n para realizaciones concretas, cada vez m¨¢s efectivas. Por otro lado, ha abordado el tema de una futura cooperaci¨®n europea en materia de defensa, complemento l¨®gico de la dimensi¨®n pol¨ªtica en la que tanto ha insistido el presidente franc¨¦s.
La opini¨®n espa?ola est¨¢ obligada, ante estas perspectivas interesantes de una construcci¨®n europea de amplios vuelos, a poner por delante su esperanza de que el "sin tardanza" pronunciado por el presidente Mitterrand en su discurso de La Haya se traduzca en posiciones concretas en las fases inmediatas de la negociaci¨®n de nuestro ingreso. Sabemos que no van a caer todos los obst¨¢culos, pero s¨ª puede ser otro el clima y el resultado. Por lo que anuncia y compromete para la etapa inmediata del proceso de integraci¨®n espa?ola, y tambi¨¦n por los horizontes que abre al futuro europeo, nuestro parabi¨¦n al discurso de Mitterrand ante el Parlamento holand¨¦s.
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