Pomelos sin colas
El d¨ªa en el que -hace 15 meses- el cad¨¢ver de Leonid Breznev fue expuesto, seg¨²n el rito introducido durante el estalinismo, en la Sala de Columnas de la Casa de los Sindicatos de Mosc¨², se vend¨ªa caviar a granel en el Gum (grandes almacenes de la Plaza Roja), fen¨®meno que no recordaban ni los occidentales m¨¢s veteranos, y aparecieron en las tiendas de la capital sovi¨¦tica unos extra?os frutos. Aquellos pomelos cubanos quedar¨ªan grabados en la memoria de los kremlin¨®logos que, esa ma?ana, disfrutaban sus credenciales diplom¨¢ticas o period¨ªsticas para penetrar a trav¨¦s de la decena de controles polic¨ªacos y militares que rodeaban la capilla ardiente y filtraban el ordenado homenaje popular que se hab¨ªa citado con puntualidad militar en las cercan¨ªas de la capilla ardiente, hasta donde hab¨ªan llegado obreros y funcionarios en autobuses fletados desde sus centros de trabajo.Las redadas callejeras y las campa?as disciplinarias emprendidas por Yuri Andropov dieron cierto resultado. Si bien las colas ante los comercios siguieron formando parte del folklore local, el abastecimiento alimenticio -obsesi¨®n rusa de la era Breznev- fue mejorando. El ¨²ltimo a?o del antecesor de Andropov fue especialmente ca¨®tico. Sin embargo, las cosas cambiaron con rapidez. Encontrar alguna fruta diferente a la manzana machacada que, con suerte, pod¨ªa ser comprada en los establecimientos estatales en a?os anteriores, dej¨® de ser una aventura. Estas ligeras mejoras gastron¨®micas alegraron algo la vida cotidiana e incrementaron algo el n¨²mero de adeptos del l¨ªder fallecido.
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