Constantin Chernienko, un hombre no precisamente para la eternidad
El nombramiento de Yuri Andropov para la direcci¨®n del PCUS, el 12 de noviembre de 1982, constituy¨® un cierto tipo de transicionalismo a la ofensiva, el intento de que un hombre todav¨ªa perteneciente a la vieja guardia y una salud de porcelana, preparara el camino de la renovaci¨®n de mandos intermedios para dar paso a una nueva generaci¨®n. La designaci¨®n de Constantin Chernienko para sucederle, 72 a?os, veterano al cuadrado, es la prolongaci¨®n de ese periodo intermedio pero en clave conservadora. No es v¨¢lida la argumentaci¨®n de que si se hubiera querido dar al breznevismo una continuidad se habr¨ªa elegido a Chernienko al fallecimiento de Leonid Breznev, puesto que Andropov fue no s¨®lo el l¨ªder nombrado para acometer la renovaci¨®n de las estructuras sin o principalmente el candidato de compromiso para una primera transici¨®n, ante la falta de un grupo hegem¨®nico claro entre los que arbitraban la sucesi¨®n de Breznev.Una coalici¨®n, sin duda heterog¨¦nea, de partidarios de la renovaci¨®n generacional aunque no necesariamente pol¨ªtica, con el respaldo del Ej¨¦rcito, se hab¨ªa agrupado entorno a la propuesta Andropov; desaparecido el l¨ªder enfermo mucho antes de lo que todos esperaban, no hab¨ªa figura de recambio ni tiempo para fabricarla. Pese a la formidable ascensi¨®n del general Ogarkov, especialmente despu¨¦s de la conferencia de prensa en la que reconoci¨® virtualmente que los cazas sovi¨¦ticos no sab¨ªan lo que cazaban al derribar el avi¨®n surcoreano el 1 de septiembre pasado, la hora de que un general dirija la Uni¨®n Sovi¨¦tica no parece haber sonado todav¨ªa.
De esta forma, a la muerte de Andropov los centros de poder en el Kremlin se hallaban en la misma situaci¨®n que a la muerte de Breznev, pero con una diferencia importante: la ausencia del primero, hombre puente de los renovadores, que, a mayor abundamiento, hab¨ªa realizado una pol¨ªtica de remoci¨®n de los mandos intermedios del partido, insuficiente para crear una nueva base de poder a un eventual sucesor, pero bastante para erizar las antenas defensivas de los hombres del breznevismo. En estas circunstancias, la afilada superioridad num¨¦rica con que contaba Andropov en el politbur¨®, de 7 a 5 en el mejor de los casos, no s¨®lo quedaba debilitada con su desaparici¨®n, sino que dejaba como ¨²nico grupo organizado en el organismo el que formaban los hombres de Chernienko, la llamada mafia de Dniepopetrovsk, integrada por herederos de Breznev, y entre cuyos miembros se cuentan, adem¨¢s del nuevo secretario, Vladimir Cherbitski, jefe del partido en Ucrania, y Nicolai Tijonov, primer ministro.
La vuelta del 'breznevismo'
La resurrecci¨®n del breznevismo que en realidad no hab¨ªa tenido tiempo para morir, est¨¢ perfectamente en consonancia con el a?o en curso. No el 1984 de Orwell, sino el del presidente norteamericano Ronald Reagan.Nada aconseja mejor el inmovilismo de la situaci¨®n sovi¨¦tica que la expectativa de otros cuatro a?os de presidencia conservadora en los EE UU, que habr¨ªan de ser los del replanteamiento de los t¨¦rminos de la distensi¨®n. No s¨®lo es tremendamente exagerado hablar de una nueva guerra fr¨ªa en las relaciones entre las dos superpotencias, sino que hacerlo es fundamentalmente inexacto.
El presidente Reagan con toda su locuacidad belicosa, y los sovi¨¦ticos con su celeridad en re forzar de SS-20 sus fronteras occidentales, se disputan una ¨²nica pieza: Europa, a partir de la cual se ha de determinar la forma de coexistencia en las d¨¦cadas futuras. El hecho de que esa dial¨¦ctica est¨¦ pre?ada de peligros at¨®micos no desmiente que lo que se discute no sea el enfrentamiento sino el acomodo, para lo cual las dos partes tratan de situarse en una posici¨®n de fuerza. Washington preconiza una Europa occidental compacta en cuyo nombre tan s¨®lo negocie EE UU, como alternativa a una discusi¨®n a tres en la que, por a?adidura, el bloque europeo occidental pudiera estar fraccionado en diversos gallitos de pelea, como preferir¨ªa la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Como una muestra de lo que con gran optimismo podr¨ªa calificarse de estrategia europea, hay que interpretar el discurso del presidente franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand, la pasada semana en La Haya, en el que hac¨ªa un llamamiento a la soluci¨®n de los problemas econ¨®micos de la CEE para dar paso a su edificaci¨®n pol¨ªtica, con el llamativo a?adido de la invocaci¨®n de una futura Europa del espacio, que por todo lo que tiene de utop¨ªa en lo cient¨ªfico, es a¨²n m¨¢s significativa como desario en lo pol¨ªtico.
La continuaci¨®n de la transici¨®n en el poder sovi¨¦tico, ahora bajo el mandato de Chernienko, se acomoda perfectamente a un immediato periodo de algunos a?os en los que deber¨ªan despejarse todas las anteriores inc¨®gnitas. Ese lapso de tiempo, del que posiblemente ni Reagan ni el l¨ªder sovi¨¦tico vean el final, es una transici¨®n no s¨®lo para la URSS sino tambi¨¦n para los EE UU. Los jugadores recolocan sus piezas. No creamos necesariamente en el estruendo de sus imprecaciones.
Los problemas de EE UU
La casi absoluta incomunicaci¨®n entre la Casa Blanca y el Kremlin durante los 15 meses de mandato de Andropov no se ha debido ¨²nicamente al perfil deliberadamente difuso que ha parecido adoptar este ¨²ltimo, fuertemente gravado por su estado de salud, sino tambi¨¦n por la necesidad que tiene Washington de rehacer las filas de la Alianza Atl¨¢ntica; decidir cu¨¢l es su pol¨ªtica centroamericana, tironeada entre el hostigamiento desde fuera o la invasi¨®n por tercero interpuesto de Nicaragua; y encontrar una salida airosa de la formidable trampa libanesa. S¨®lo entonces podr¨¢ Washington volverse de cara a Mosc¨² y negociar con los euromisiles puestos.La operaci¨®n de vernissage de la OTAN podr¨ªa estar concluida con la plena integraci¨®n militar de Espa?a en la organizaci¨®n, si la CEE acaba de acomodarse como parece, pero el frente de Nicaragua seguir¨¢ candente mientras no se desmienta la celebraci¨®n de elecciones libres en el pa¨ªs centroamericano en alg¨²n momento de 1985; paralelamente, el conflicto de Oriente Pr¨®ximo exije la elecci¨®n entre la intervenci¨®n directa de EE UU o el acomodo con Siria, extremos de los que el pnmero parece inaceptable para la opini¨®n p¨²blica norteamericana y el segundo intolerable para el presidente. De otro lado, cualquier iniciativa sovi¨¦tica que permitiera a Reagan anotarse tantos como l¨ªder que prepara la guerra para mejor asegurar la paz, favorecer¨ªa la reelecci¨®n de ¨¦ste, lo que Mosc¨² no tiene inter¨¦s alguno en estimular.
Una sucesi¨®n como la de Mao
La designaci¨®n de Chernienko recuerda la del sucesor de Mao, Hua Guofeng, nombrado primer secretario del partido comunista chino a la muerte del Gran Timonel, como salida a un punto muerto en el que los partidarios de la Revoluci¨®n Cultural no hab¨ªan sido desplazados todav¨ªa y la renovaci¨®n de los hombres de Deng Xiaoping a¨²n no hab¨ªa podido abrirse camino. En la URSS las cosas han discurrido como si se hubiera nombrado hace 15 meses a un Deng de poco futuro en la persona de Andropov, y a un Hua mucho m¨¢s cori¨¢ceo llamado Chernienko, a la segunda oportunidad.La designaci¨®n de dos hombres de compromiso seguidos en tan corto espacio de tiempo se parece demasiado a una situaci¨®n bloqueada, la de un partido convertido en Movimiento, un Ej¨¦rcito en ascenso como fracci¨®n sana de la sociedad, en la medida en que acaudille la lucha contra la corrupci¨®n, y unos centros de poder paralelos, como el KGB, que hacen la guerra por su cuenta. Una pugna, en definitiva, de los cuerpos de elite del Estado, los menos tocados por el marasmo general nomenklaturista de escalaf¨®n y buenos alimentos, contra las posiciones atrincheradas de toda la vida.
La pugna se limit¨® a un tanteo de fuerzas en el periodo Andropov; una escaramuza que nada pod¨ªa resolver. Con Chernienko los contendientes se toman un respiro como si reconocieran la relativa situaci¨®n d¨¦ tablas, mas que el retorno definitivo de los que no se han ido nunca. La situaci¨®n en China, parafraseando la jaculatoria de Mao del paso atr¨¢s para dar dos adelante, se ha resuelto con el triunfo de los que esperaron su momento, sin querer ganar la partida a la primera mano.
El descr¨¦dito ante el pa¨ªs provocado por el fracaso de la revoluci¨®n cultural no es del todo comparable al cansancio, mucho m¨¢s dosificado, de la opini¨®n sovi¨¦tica ante el estancamiento pol¨ªtico y social de la primera potencia comunista, por lo que en la URSS es de esperar una transici¨®n mucho m¨¢s prolongada y una situaci¨®n al menos inicialmente abocada al equilibrio relativamente inestable, al reparto de responsabilidades en una segunda carrera para la sucesi¨®n, que quiz¨¢ comenz¨® ayer mismo por la ma?ana.
En cuanto se anunci¨® que el pr¨®ximo interregno llevar¨ªa la firma de Constantin Chernienko. Un hombre no precisamente para la eternidad.
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