La inseguridad social del esp¨ªritu
La seguridad es una de las ideas b¨¢sicas que, como la justicia, gu¨ªan la conducta de los hombres. En unas sociedades como las nuestras -azotadas por la crisis, el paro, los cambios incesantes de situaciones y normas vitales-, la inseguridad e incertidumbre desasosiegan y desorientan, creando una desesperaci¨®n creciente entre la juventud. Sin embargo, quiz¨¢ para ocultar su desaz¨®n interior ante la falta de horizontes en sus vidas, los j¨®venes aparentan una seguridad espiritual que es en realidad ficticia. Es preciso reconocer que en la ¨²ltima d¨¦cada los j¨®venes hab¨ªan realizado conquistas notables: libertad sexual, de costumbres, de expresi¨®n y comunicaci¨®n, acceso a las universidades, etc¨¦tera. Todas estas libertades reales contribuyeron, sin duda, a afianzar en los j¨®venes un sentimiento (le confianza en s¨ª mismos. Por otra parte, al comparar la libertad de sus vidas frente a la oprobiosa esclavitud espiritual y religiosa de las generaciones anteriores, v¨ªctimas de prejuicios vetustos, aumentaba su propia valoraci¨®n. A?¨¢dase a la virtualidad y eficacia de estos hechos indiscutibles una propaganda comercial orientada a revalorizar la juventud como paradigina de la vida. As¨ª, el escritor Antonio ?lvarez Sol¨ªs ha podido definir esta supremac¨ªa de lo juvenil en la vida moderna como una nueva forma de fascismo, es decir, una imposici¨®n autoritaria de lo Joven sobre las dem¨¢s edades de la vida. No es extra?o, pues, que, pese a la inseguridad de la vida en las sociedades actuales, los j¨®venes asuman una petulante seguridad social del esp¨ªritu. Sin embargo, a trav¨¦s de una reciente encuesta sociol¨®gica sobre costumbres y h¨¢bitos juveniles llevada a cabo bajo la direcci¨®n del profesor Bernab¨¦ Sarabia, se ha podido comprobar las dificultades de comunicaci¨®n de los j¨®venes entre s¨ª, su torpe balbuceo mental, su creciente timidez, todos s¨ªntomas evidentes de una angustiosa inseguridad interior, aunque tengan todas las posibilidades abiertas. Esta incertidumbre que creen sufrir ellos solos tambi¨¦n domina a los hombres maduros y a los ancianos, que viven preocupados por el deterioro de sus niveles de vida, atemorizados por la inflaci¨®n galopante, que merma sus ingresos y aniquila sus esperanzas de una vejez tranquila y feliz. Les desconcier-Pasa a la p¨¢gina 10
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tan igualmente los cambios de ideales, las innovaciones reales que se suceden continuamente, que muchas veces se enmascaran de modas, y les despiertan la melancol¨ªa m¨¢s profunda, pese a la realidad de su ser pasado, lo transcurrido se va lo que ha sido viene (Heidegger).
Walter Benjamin, el gran fil¨®sofo alem¨¢n, a trav¨¦s de esta inseguridad que creaban las nuevas tecnolog¨ªas y las mudables costumbres, descubr¨ªa el triunfo del esnob, buscador refinado de novedades, cada una m¨¢s incitante que la otra; pero que, hastiado ya de tantos cambios inseguros, lo ¨²nico verdaderamente nuevo que descubrir era la muerte como refugio cierto y seguro. S¨®lo all¨ª, en ese hontanar profundo, las almas inquietas de los hombres del capitalismo tard¨ªo encuentran un eje diamantino de paz.
Sin embargo, todav¨ªa podemos experimentar alegr¨ªas, pues la alegr¨ªa es la permanencia y la plenitud del placer de vivir. El que siente alegr¨ªa manifiesta seguridad espiritual y demuestra que se puede olvidar en instantes alegres la angustia de una sociedad en reconversi¨®n progresiva. S¨ª, hay momentos de jovialidad entre compa?eros, de j¨²bilo entra?able, en los que descubren identificaciones cordiales a trav¨¦s de la expansiva y triunfal alegr¨ªa comunicativa. "S¨®lo por instantes viven los hombres la plenitud divina", comentaba el poeta H?lderlin. Quiz¨¢ duren poco esas alegr¨ªas vehementes de la amistad, del amor, de la compa?¨ªa, pero crean la posibilidad de la esperanza. Estas se?ales nos dicen que alg¨²n d¨ªa podremos llegar a conquistar la seguridad firme del esp¨ªritu.
Vemos que la alegr¨ªa sosiega y, por ello, nos ofrece una seguridad, aunque sea ef¨ªmera. Ahora bien, una vida segura, placentera, puede amodorrarnos, llev¨¢ndonos a la inacci¨®n, a la ociosidad voluptuosa. Esta seguridad sin resquicios de inquietud es mala, nociva, porque impide al hombre obrar, dec¨ªa Spinoza. Cierto es que no podemos vivir en el temor, la congoja, la angustia que crean la inseguridad y las veleidades del mundo en que vivimos.
Pero tampoco podemos adormecernos en una paz perpetua de la voluntad. Necesitamos conseguir la seguridad verdadera como una de nuestras conquistas, pues el hombre no puede vivir sin ideales, ideolog¨ªas y objetivos, que son los que le obligan a esfuerzos tensos dirigidos hacia sus fines.
La seguridad definitiva del esp¨ªritu quiz¨¢ no podremos lograrla nunca. Pero ser¨¢ necesario siempre luchar por la seguridad, la justicia y la paz como utop¨ªas pr¨®ximas y hacederas. Podemos terminar estas someras meditaciones con una cita de Kant: "El hombre quiere vivir c¨®moda y agradablemente, pero la naturaleza quiere que, salido del estado de pereza y satisfacci¨®n inactiva, afronte dolores y fatigas para que tenga todav¨ªa que inventar los medios por lo que pueda liberarse de ellos con su habilidad" (Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita).
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