El Metro como v¨ªctima
LA PARALIZACI?N del ferrocarril metropolitano de Madrid durante la jornada de ayer, como consecuencia de la huelga convocada por el comit¨¦ de empresa y la decisi¨®n de los trabajadores de incumplir el plan de servicios m¨ªnimos establecido por el Ministerio de Transportes, provoc¨® un notable colapso circulatorio en la ciudad y desencaden¨® sobre los habituales usuarios y sobre todos los ciudadanos de Madrid una serie de retrasos, molestias y padecimientos. A las acusaciones rec¨ªprocas de las. dos partes en conflicto sobre qui¨¦n es el verdadero responsable de la paralizaci¨®n de un medio de transporte esencial para una metr¨®poli como la que configuran Madrid y su cintur¨®n industrial se ha unido en este caso el desconcierto de los usuarios, obligados a rastrear por las paredes de las estaciones carteles de tama?o folio, escritos a rotulador por el comit¨¦ de huelga, para conocer -o imaginar al menos- que las rejas de varios centenares de bocas de acceso al ferrocarril subterr¨¢neo iban a permanecer cerradas.Los ciudadanos tienen derecho a preguntarse, cuando la huelga ya no es m¨¢s que un mal recuerdo que amenaza reproducirse el 2 de marzo, con qu¨¦ criterios se abordan ciertos procesos de negociaci¨®n colectiva cuya ruptura se resuelve, sin haber agotado antes todas las posibilidades de di¨¢logo, en una huelga de este g¨¦nero. Ante la amenaza planteada por el comit¨¦, el Ministerio de Transportes, del que depende el metropolitano madrile?o, hab¨ªa desarrollado un plan de servicios m¨ªnimos consistente en mantener en circulaci¨®n el 80% de los trenes habituales durante las ocho horas punta y el 30% durante otras ocho horas, y abrir al p¨²blico todas y cada una de las 140 estaciones de la red. Semejante plan de servicios m¨ªnimos, equivalente a una particular reformulaci¨®n del derecho a la huelga, no ha tenido otra consecuencia pr¨¢ctica que generalizar la ira entre los trabajadores, incluidos los de UGT, y dejar a los madrile?os, de hecho, sin ning¨²n servicio, por m¨ªnimo que este fuera.
La rapidez con que el Consejo de Intervenci¨®n de la Compa?¨ªa Metropolitano y el propio Ministerio de Transporte han anunciado la apertura de 1.500 expedientes que pueden desembocar en despido y el traslado de los nombres en ellos implicados al fiscal general del Estado, por si existiera delito en su comportamiento, contrasta con el distanciamiento que los rectores del ferrocarril subterr¨¢neo han mantenido respecto al incubamiento y a las consecuencias de la huelga. No s¨®lo no ha existido di¨¢logo de cierta consistencia entre las partes interesadas en el convenio colectivo desde el mi¨¦rcoles anterior. La Compa?¨ªa Metropolitano, especialmente inclinada a informar con profusi¨®n hasta, de los m¨ªnimos detalles que afectan a la red que administra, incluido el remozamiento y pintura de las estaciones, se ha limitado en esta ocasi¨®n a distribuir a la Prensa un escueto comunicado informativo sobre los servicios m¨ªnimos y a colocar en las estaciones unos cuantos carteles, que nadie parece haber visto, seg¨²n la propia compa?¨ªa, porque manos an¨®nimas los han arrancado de forma sistem¨¢tica.
Hay datos que merecen ser recordados: el usuario del metro paga, desde hace pocas semanas por su billete el 16,5% m¨¢s que a finales del a?o anterior, como media, y sabe que, pese a ello, el ferrocarril subterr¨¢neo costar¨¢ al erario p¨²blico 6.937 millones de pesetas, ya incluidos en los Presupuestos Generales del Estado, y varios centenares o miles de millones m¨¢s que a¨²n no se sabe bien qui¨¦n terminar¨¢ pagando. A cambio de esas cantidades de dinero, centenares de miles de pasajeros diarios viajan en muchos casos en unidades de las que se adquirieron para poner en marcha la red, en 1919; carecen de servicios tan elementales como evacuatorios p¨²blicos en una extensa trama de andenes y galer¨ªas de comunicaci¨®n; disponen de cuatro tel¨¦fonos de monedas para 140 estaciones y son los ¨²nicos ocupantes de medios de transporte p¨²blicos tan variopintos como el ferrocarril, el autob¨²s o el telesilla, cuyos riesgos en caso de accidente no est¨¢n cubiertos por el Seguro Obligatorio de Viajeros.
Ante esta perspectiva, la decisi¨®n de los trabajadores de la Compa?¨ªa Metropolitano de hacer a todo trance una huelga de contestaci¨®n a la empresa y la de la empresa de soportarla a todo trance tambi¨¦n podr¨ªa haberse meditado mejor. Si los servicios m¨ªnimos ideados parecen m¨¢s bien m¨¢ximos, resulta cuando menos una irresponsabilidad por parte del propio comit¨¦ no haber previsto ¨¦l mismo unos servicios adecuados que permitieran controlar la irritaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica a la hora de analizar si tienen raz¨®n, adem¨¢s de derecho, los trabajadores del metro en esta protesta. No son ellos los ¨²nicos empleados del sector p¨²blico, ni son los peor tratados por la crisis. No son adem¨¢s los usuarios del metro los plut¨®cratas de Madrid, sino trabajadores tambi¨¦n en su inmensa mayor¨ªa que ayer se vieron perjudicados por la decisi¨®n unilateral del comit¨¦ sin explicaci¨®n suficiente ni fiable. La sospecha de que Comisiones Obreras sigue planteando al Gobierno socialista desaf¨ªos pol¨ªticos que el Partido Comunista de Espa?a (PCE) no puede est¨¢ m¨¢s que justificada ante esta huelga de ayer, que se acerca mucho al calificativo de salvaje. Y el temor de que el Gobierno se encuentre tan r¨ªgidamente asentado sobre su extensa mayor¨ªa parlamentaria que no sea capaz de hablar con nadie ni de ceder en nada permanece latente tambi¨¦n. Hasta ahora nadie ha demostrado que la huelga fuera inevitable y, perdiendo dinero el ferrocarril metropolitano, como lo pierde, el principal perjudicado fue sin duda el usuario. De todas maneras, amenazar con el fiscal del Estado de buenas a primeras parece un poco fuerte, y es de sospechar que empresa y comit¨¦ est¨¢n llevando demasiado lejos las cuestiones de principio y discutiendo sobre otras cosas -cuestiones de principios, o de ejemplaridad- que no est¨¢n en el convenio.
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