Despu¨¦s de las elecciones vascas
ALGUNAS REFLEXIONES pueden hacerse ya, de manera m¨¢s pausada, sobre los resultados de las segundas elecciones al Parlamento vasco. Una visi¨®n ponderada de ¨¦stas se?ala que el PNV ha logrado el mayor n¨²mero de sufragios en la historia de las consultas democr¨¢ticas en Euskadi y ha mejorado sus porcentajes sobre el total del electorado y del censo. ?nicamente las peculiaridades del sistema electoral en el Pa¨ªs Vasco y la ampliaci¨®n del n¨²mero de esca?os en el Parlamento auton¨®mico han impedido al PNV lograr la mayor¨ªa absoluta de diputados, una vez que Herri Batasuna confirm¨® su decisi¨®n de seguir ausente.El PSE-PSOE ha dado en 1984 un paso espectacular respecto a las elecciones auton¨®micas de 1980, rompiendo la tendencia de los votantes socialistas a inclinarse hacia la abstenci¨®n cuando las urnas no se pronuncian sobre la composici¨®n de las Cortes Generales.
La superposici¨®n del problema nacionalismo / no nacionalismo a la polarizaci¨®n derecha / izquierda en el Pa¨ªs Vasco hace in¨²tiles los intentos de leer los resultados electorales en clave de pol¨ªtica estatal. La posici¨®n predominante del PNV nace de su capacidad para hegemonizar indistintamente uno y otro campo de enfrentamientos. Si se aplican enfoques generales, su peso dentro del centro-derecha es aplastante; y, si se toman en consideraci¨®n criterios nacionalistas, su liderazgo es indiscutible.
Si el grado de libertad se halla en funci¨®n del n¨²mero de opciones disponibles, el PNV dispone de un ampl¨ªsimo terreno para ejercerla. Al hallarse te¨®ricamente m¨¢s pr¨®xima a cada uno de los dem¨¢s partidos de lo que ¨¦stos se encuentran entre s¨ª, y al resultar dif¨ªcilmente imaginable un frente monol¨ªtico de oposici¨®n integrado por el PSOE, Coalici¨®n Popular y Euskadiko Ezkerra, el PNV puede poner en marcha casi cualquier alianza, desde el pacto de legislatura hasta los acuerdos parciales sobre cuestiones determinadas.
Otros aspectos merecedores de an¨¢lisis son el estrepitoso fracaso de Auzolan (grup¨²sculo en busca de un espacio propio dentro de la izquierda abertzale), la virtual desaparici¨®n electoral del PCE (disciplinadamente fiel en el Pa¨ªs Vasco a Santiago Carrillo) y el estancamiento de Euskadiko Ezkerra. Pero es, sin duda, la berroque?a persistencia del voto de Herri Batasuna, pese a las p¨¦rdidas registradas respecto a las elecciones legislativas de 1982, el fen¨®meno m¨¢s digno de atenci¨®n. Porque en 1984 todav¨ªa 157.000 personas, pertenecientes a diferentes clases sociales y procedentes de lugares muy distintos de nacimiento, siguen apoyando en el Pa¨ªs Vasco una opci¨®n electoral que el terrorismo de ETA ha avalado con sus recomendaciones p¨²blicas.
Resulta, as¨ª, que un 9,9% del censo electoral y un 14,6% de los sufragios emitidos apoyan o no condenan la violencia criminal de esa banda armada. Esos 157.000 votos no representan un segmento coherente de la poblaci¨®n, definido por la lengua, la clase social o la ideolog¨ªa, sino que se distribuyen aleatoriamente seg¨²n rasgos diversos. Entre los votantes de Herri Batasuna hay trabajadores inmigrantes de primera o segunda generaci¨®n y empresarios de vieja implantaci¨®n en Euskadi, piadosos cat¨®licos practicantes y fervorosos creyentes en el marxismo-leninismo, fundamentalistas de las teor¨ªas racistas del primer Sabino Arana y apologistas del internacionalismo revolucionario, herederos del carlismo del cura Santa Cruz y legatarios de los ide¨®logos anticolonialistas en Argelia, Vietnam y Angola.
La idea de que un ciudadano vasco de cada 10 seguir¨¢ apoyando a Herri Batasuna y, de forma indirecta, al terrorismo de ETA no debe mover, sin embargo, ni a la desmoralizaci¨®n resignada ni a la histeria agitada. Aunque las bases electorales del nacionalismo radical parezcan estables e irreductibles a corto plazo, resultar¨ªa insensato olvidar que cualquier alternativa institucional al sistema democr¨¢tico y al Estado de derecho no har¨ªa sino aumentar esos apoyos sociales y crear, a medio o largo plazo, las condiciones para un respaldo popular significativamente mayor a las tesis independentistas. No se ha recorrido este doloroso camino sin resultados positivos. Porque las elecciones del 26 de febrero han demostrado que un 85 % de, los vascos rechaza la ideolog¨ªa y la pr¨¢ctica terroristas y que la inmensa mayor¨ªa de esos votantes acepta el r¨¦gimen auton¨®mico creado por el Estatuto de Guernica, fundamentado, a su vez, en la Constituci¨®n de 1978. Y no se puede olvidar tampoco que en alguna medida el propio voto de Herri Batasuna es tambi¨¦n fruto del terror, la coacci¨®n social o la amenaza latente en las peque?as comunidades del Pa¨ªs Vasco.
La l¨ªnea de demarcaci¨®n de la violencia pasa por la misma frontera que separa a los partidarios y a los adversarios de las instituciones vascas de autogobierno. Nunca ha sido m¨¢s necesario que ahora la voluntad de di¨¢logo y la puesta entre par¨¦ntesis de los intereses partidistas de los partidos vascos democr¨¢ticos, que ocupan el 85% del espacio electoral. Por eso es rid¨ªculo insistir en la soluci¨®n s¨®lo policial al tema del terrorismo y en la aseveraci¨®n de que todas las medidas pol¨ªticas est¨¢n ya tomadas. Del acierto del Gobierno monocolor nacionalista de Garaikoetxea y del Gobierno monocolor socialista de Felipe Gonz¨¢lez para promover esas posibilidades depender¨¢, en buena medida, el porvenir de la democracia en el Pa¨ªs Vasco y en el resto de Espa?a.
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