Una novedad perturbadora
Madama Butterfly, de Giacosa e Illica, m¨²sica de Puccini.Principales int¨¦rpretes: Yoko Watanabe, Elisabeth Steiner, Juan Lloveras, Antonio Blancas, Jos¨¦ Ruiz, Rafael Mart¨ªnez Lled¨® y Alfonso Echevarr¨ªa. Coro y Orquesta: Titulares del teatro de la Zarzuela.
Escenarios: Mar¨ªa Jos¨¦ Esteban.
Coreograf¨ªa: M. Nagata. Direcci¨®n esc¨¦nica: Horacio Rodr¨ªguez Arag¨®n.
Direcci¨®n musical: Jorge Rubio.
Teatro de la Zarzuela. Madrid, 29 de febrero.
Se hab¨ªa creado un cierto clima de expectaci¨®n en torno a la Madama Butterfly presentada anteayer. Se trata de uno de los t¨ªtulos favoritos del gran p¨²blico y se detectaba alguna desconfianza ante los resultados. La verdad es que tuvimos una muy digna versi¨®n, con aciertos de alto nivel y alguna deficiencia.
En primer lugar est¨¢ el acierto de volver a la versi¨®n inicial de la ¨®pera en dos actos, el segundo de los cuales queda intensificado por un largo interludio orquestal de gran inter¨¦s dram¨¢tico; acierto desvirtuado, en parte, al suprimir la espera vigilante de Cio-Cio-San para dormirla y ofrecernos sus sue?os er¨®ticos.
Desde el punto de vista musical, la novedad es perturbadora, pues resta atenci¨®n a lo que, aun con la escena quieta, se alza a modo de cl¨ªmax. Toda la teatralidad de Butterfly es est¨¢tica y maeterlinckeana; la acci¨®n del movimiento queda sustituida por la del sentimiento, y la importancia del espacio esc¨¦nico como misterio vibratorio otorga a la pieza, junto a su verismo naturalista, una buena dosis de teatralidad po¨¦tica. La significaci¨®n de la m¨²sica supera los propios l¨ªmites sonoros para cobrar sustantividad dram¨¢tica.
El papel de la orquesta es grande en Madama Butterfly, y Jorge Rubio consigui¨® de la Sinf¨®nica matices muy bellos dentro de una l¨ªnea bien identificada con la escena; alg¨²n pasaje, dif¨ªcil por cierto, fue tocado en evidente suciedad, como la introducci¨®n de la obra. Excelente la intervenci¨®n del coro.
El reparto estaba encabezado por una admirable soprano y actriz japonesa, prestigiada en ilustres teatros europeos. Yoko Watanabe, de voz bella aunque excesivamente vibrada, consigui¨® el mayor ¨¦xito al encarnar una protagonista tan rica de matices, tan cuidada hasta en el ¨²ltimo gesto y el m¨¢s peque?o movimiento, que vino a demostrar lo que tantas veces se niega: la ¨®pera es teatro. Una voz de mezzo impresionante, por consistente dif¨ªcil de mover, llen¨® de fuerza y atractivo el trabajo de la alemana Elisabeth Steiner. El tenor Juan Lloveras, en el papel de Pinkerton demostr¨® frescura y claridad de timbre en una voz que corre con facilidad; Antonio Blancas (Sharpless) supo situarse en el lugar exacto de su persona e y el resto cumpli¨® de manera equilibrada y arm¨®nica.
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