Antonio Santacreu
IGNACIO CEMBRERO BeirutEl alicantino que vende alfombras en L¨ªbano
Mientras numerosos libaneses hacen largas colas ante los consulados para obtener visados que les permitan emigrar a Europa y EE UU y olvidarse de la interminable guerra civil que azota a su pa¨ªs, un espa?ol, Antonio Santacreu, ha decidido asentarse en este infierno para hacer negocios en medio de las bombas. Cuando un rico fabricante de alfombras liban¨¦s, Edmund Khoury, pregunt¨® a sus proveedores de hilo alicantinos si conoc¨ªan a alguien capaz de reorganizarle su empresa, los exportadores espa?oles contestaron sin dudarlo que s¨®lo esa ave rara de Antonio era capaz de aceptar Ia oferta
"Sab¨ªa que en L¨ªbano hab¨ªa l¨ªo", explica Antonio Santacreu con un marcado acento levantino, "pero pens¨¦ que s¨ª los libaneses eran capaces de compaginar guerra y negocios, yo tambi¨¦n pod¨ªa hacerlo".Santacreu, 31 a?os, tuvo la suerte de instalarse en un rinc¨®n relativamente al margen de la contienda, en Junieh, en el coraz¨®n del denominado reducto cristiano del pa¨ªs. Es raro, casi excepcional, que caigan bombas all¨ª a pesar de que la f¨¢brica, la Societ¨¦ L¨ªbano-Fran?aise de Tapis, est¨¢ rodeada de unos enormes campamentos de entrenamiento del Ej¨¦rcito regular liban¨¦s.
Para tranquilizar a su mujer, a sus dos hijos y a sus amigos, que ha dejado en Alcoy, el director ejecutivo de la f¨¢brica de alfombras que es la segunda en importancia del pa¨ªs hace mapas en los que les explica la localizaci¨®n de las diferentes guerras que se desarrollan en L¨ªbano y les asegura y promete que ninguna de ellas alcanza el puerto de Junieh, aut¨¦ntico oasis de paz, donde el ruido de las detonaciones llega amortiguado, los restaurantes y discotecas est¨¢n repletos y el casino, lleno.
En dos ocasiones, sin embargo, este alcoyano con vocaci¨®n de aventurero ha visto estallar los proyectiles desde muy cerca y a¨²n conserva el mal recuerdo del entierro de la v¨ªctima de un bombardeo en Hazmiye, en la periferia este de Beirut, donde las explosiones cubr¨ªan el requiem del cura.
"En el fondo", comenta evocando su bautismo de fuego, "que te alcancen o no los proyectiles es una mera cuesti¨®n de suerte. Lo m¨¢s peligroso es, probablemente, conducir bajo las bombas, porque si aqu¨ª los automovilistas se comportan normalmente de forma alocada, prefiero no acordarme de lo que hacen cuando est¨¢n asustados. Muere mucha m¨¢s gente en accidentes de tr¨¢fico que a causa de los bombardeos, porque en una d¨¦cada de guerra no se han deshecho del miedo".
De sus siete meses de estancia en L¨ªbano, con dos fases excepcionalmente violentas de la guerra en septiembre y febrero ¨²ltimos, Antonio Santacreu confiesa haber aprendido que "no se puede dejar nada para ma?ana, porque no sabes lo que va a pasar. Aqu¨ª hay que vivir al d¨ªa".
Desde un punto de vista profesional, el director ejecutivo de la f¨¢brica ha ense?ado nuevas t¨¦cnicas a sus 146 empleados, pero reconoce que ha aprendido tambi¨¦n mucho en materia comercial sobre el funcionamiento del mercado negro y sus ramificaciones internacionales.
En la puerta de la f¨¢brica, situada en lo alto de una colina que domina la bah¨ªa de Junieh, que los libaneses comparan frecuentemente con la de R¨ªo de Janeiro, y en medio de un paisaje que recuerda la costa de Levante -"aunque esto es m¨¢s verde", matiza-, Antonio Santacreu sue?a en voz alta en una restauraci¨®n de la paz que "vuelva a convertir a L¨ªbano en el pa¨ªs distribuidor de mercanc¨ªas a todo Oriente Pr¨®ximo" y le permita traerse aqu¨ª a su familia.
Pero a¨²n no se vislumbra ni siquiera una tregua duradera, la empresa alfombrera se prepara a reducir su producci¨®n en un 50%, y el propio Santacreu reconoce a rega?adientes que "si todo sigue as¨ª de mal habr¨¢ que acabar haciendo las maletas".
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