La pol¨ªtica de la religi¨®n
JAMES RESTON El debate en el Senado sobre la oraci¨®n en las escuelas p¨²blicas casi merece que uno abandone la pr¨¢ctica de la religi¨®n. Est¨¢ por dem¨¢s claro que, mientras haya pol¨ªticos como los que nos han tocado en suerte, se impone la necesidad de rezar para que cumplan su palabra, pero, ?por qu¨¦ imponer la oraci¨®n a nuestros hijos en las escuelas recurriendo a una enmienda constitucional?
No son ellos los culpables de la corrupci¨®n de sus padres, las familias desunidas, la incapacidad de cumplir los votos matrimoniales o el nacimiento no deseado de muchos de esos mismos ni?os. E incluso en el caso de que repitieran cada ma?ana la plegaria a nuestro Se?or "No nos dejes caer en la tentaci¨®n, mas l¨ªbranos de todo mal", ?c¨®mo podr¨ªan los senadores, que saben tanto de tentaciones y maldades, librar a nuestros hijos de esos peligros por medio de la oraci¨®n obligatoria?
Existe una idea bien intencionada pero falsa tras la enmienda constitucional, que ha subrayado el Consejo Nacional de las Iglesias. A saber, si nuestros hijos rezan cada d¨ªa en la escuela, se comportar¨¢n mucho mejor al salir de ella. Es posible, pero yo, como viejo calvinista escoc¨¦s que soy, creo tanto en la oraci¨®n como en el pecado original, y dudo que sea acertado que el Estado imponga la pr¨¢ctica de la religi¨®n al pueblo.
Nada hay m¨¢s tr¨¢gico en la historia de nuestros d¨ªas que la pol¨ªtica de la religi¨®n. Vemos sus consecuencias en L¨ªbano, fragmentado en grupos religiosos. Las vemos tambi¨¦n en la guerra de Ir¨¢n e Irak, con sus sangrientos episodios. Est¨¢n claras en las antiguas heridas de Irlanda y en los modernos conflictos tribales de ?frica, as¨ª como en las diferencias religiosas de la India y Pakist¨¢n. Y la iron¨ªa de todo ello es la de que mientras se pretende que se lucha en nombre de la religi¨®n, en realidad se combate por el territorio y la dominaci¨®n pol¨ªtica.
Las guerras religiosas del pasado eran muy distintas, porque lo que se debat¨ªa en ellas era el camino a la vida eterna. Los protestantes cre¨ªan que s¨®lo pod¨ªa haber una ruta al cielo y que no pasaba por Roma. Estas tr¨¢gicas contiendas ten¨ªan como oponentes a verdaderos creyentes, mientras que las modernas guerras de religi¨®n las libran no creyentes y sus dirigentes son pol¨ªticos que de la religi¨®n s¨®lo se sirven del nombre.
Por qu¨¦ EE UU, patria y refugio de todas las sectas religiosas, habr¨ªa de meterse en una querella constitucional como ¨¦sta es para m¨ª todo un misterio. Y por qu¨¦ debiera el presidente de EE UU insistir en convertir el tema en una confrontaci¨®n en v¨ªsperas electorales. No puede decirse que en las presidenciales de noviembre se enfrente a un batall¨®n de ateos y no creyentes.
Un punto de referencia
Walter Mondale es hijo de un pastor protestante que no ha olvidado sus creencias. Gary Hart empez¨® estudiando Teolog¨ªa en Yale, aunque tuvo la mala ocurrencia de pasarse a Derecho. John Glenn procede de las escuelas presbiterianas de Ohio; George McGovern, de un medio en el que la religi¨®n es el ¨²nico refugio contra el viento y la pobreza, y Jesse Jackson es el primer predicador negro que se presenta a la presidencia, animado con los ritmos b¨ªblicos de su oratoria.
Por tanto, si el presidente convierte la cuesti¨®n en un tema pol¨ªtico no es s¨®lo porque cree en la oraci¨®n en las escuelas, sino porque considera que es un buen punto de referencia pol¨ªtico y se emplea a fondo en el mismo.
La verdadera, sabidur¨ªa de la vida, escribi¨® Reinhold Niebuhr, no exige la desaparici¨®n de las diferencias de tipo moral entre las religiones, sino la consecuci¨®n de la serenidad por encima y dentro de esas diferencias. "Nada que valga la pena", escribi¨® Niebuhr durante una elecci¨®n presidencial, "puede conseguirse en la vida terrenal, por lo qu¨¦ s¨®lo podemos salvarnos por la esperanza". "Nada", a?ad¨ªa, que sea verdadero o bello alcanza su pleno sentido en un contexto hist¨®rico inmediato. Por tanto, s¨®lo podemos salvarnos por la fe". "Nada de lo que hagamos, por virtuoso que sea", dijo finalmente, "puede conseguirse en la soledad". Por tanto, debemos salvarnos por el amor, y por su forma ¨²ltima, que es el perd¨®n.
?se es el elemento que se echa en falta en el debate senatorial sobre la oraci¨®n en las escuelas -el elemento fundamental de la caridad religiosa-, que tambi¨¦n falta en la campa?a presidencial, pese a la formaci¨®n religiosa de todos los aspirantes.
Unos y otros luchan por sus intereses y por el poder, como de ordinario, pero un d¨ªa, durante la cuaresma, puede ocurrir que alguiend¨¦ en reflexionar sobre el verdadero significado de la oraci¨®n, y sepa hablar a la apetencia de la opini¨®n de que se le ofrezca una estampa de honradez. Pero es mejor que no apostemos a que nadie quiera correr el riesgo.
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