Un general de palabras sencillas, aprendidas al margen del Ej¨¦rcito
Cuando el general L¨ªber Seregni acept¨®, a los 54 a?os de edad participar directa y activamente en la vida pol¨ªtica de su pa¨ªs, sab¨ªa o por lo menos intu¨ªa que ello implicaba una opci¨®n arriesgada. El 26 de marzo de 1971, con ocasi¨®n de constituirse la coalici¨®n de izquierda que lo postular¨ªa a la presidencia de la Rep¨²blica en las elecciones de ese mismo a?o, Seregni expresaba: "Somos conscientes de la enorme responsabilidad que recae sobre nosotros, pero yo estoy totalmente identificado con el Frente Amplio (nombre de la coalici¨®n) y con el pueblo de mi pa¨ªs. Del pueblo vengo; ¨¦ste es mi pa¨ªs, mi pueblo, en el que me he formado como persona, como militar y como ciudadano. Por eso mi compromiso".La tr¨¢gica historia de Uruguay, de los a?os posteriores, confirmar¨ªa sus previsiones y confirmar¨ªa tambi¨¦n que Seregni no defraud¨® a quienes hab¨ªan depositado en ¨¦l su confianza como dirigente pol¨ªtico.
La opci¨®n de Seregni fue un testimonio inequ¨ªvoco de su vocaci¨®n por la justicia y de la formaci¨®n recibida al margen de su carrera militar. Hijo biol¨®gico de un emigrante italiano argentino e hijo ideol¨®gico de un Uruguay en el que las reglas de la democracia hab¨ªan funcionado durante medio siglo, Seregni es un hombre condicionado por ambas vertientes. De ah¨ª que, a la c¨®moda posici¨®n de general retirado con una brillante carrera profesional tras de s¨ª, prefiriera las peripecias de un protagonismo pol¨ªtico, en tiempos ya cargados de nubarrones, para ponerse al frente de un movimiento pol¨ªtico joven, tanto por su presencia en la vida nacional como por la composici¨®n mayoritaria de sus bases.
Cuando esto ocurre, ya est¨¢ claro para muchos que el ciclo comenzado en la primera d¨¦cada de este siglo ha naufragado frente a los embates de factores internacionales y tambi¨¦n de sus propias contradicciones y carencias. El mito de la Suiza de Am¨¦rica, s¨®lo admisible en la comparaci¨®n con una Am¨¦rica Latina sacudida por los golpes cuarteleros, ha revelado su inconsistencia.
La mutaci¨®n del mito
Lo que no estaba claro, salvo para unos pocos -Seregni y Sendic entre ellos-, es que la mutaci¨®n del mito pudiera asumir tan s¨²bitamente las formas degradantes que lo sustituyeron.
Es en esa encrucijada hist¨®rica de Uruguay, con sus partidos pol¨ªticos tradicionales sin programas a la altura de las nuevas circunstancias, agotados y minados por la corrupci¨®n, salvo algunas excepciones, cuando Seregni decide, conscientemente y despojado de toda intenci¨®n mezquina, abandonar la tranquilidad de su retiro hogare?o y de estudio para incorporarse a la lucha pol¨ªtica.
R¨¢pidamente su figura y su prestigio crecen. Es un hombre de palabras sencillas, desprovistas de la demagogia habitual en los pol¨ªticos tradicionales, y que rescata las tradiciones de otro general, Jos¨¦ Artigas, una figura no suficientemente conocida de la independencia americana.
Bajo la conducci¨®n de Seregni, irrumpe una fuerza nueva en el escenario pol¨ªtico uruguayo, que no es una mera coalici¨®n destinada a juntar votos, sino que a trav¨¦s de su comit¨¦ de base asume un protagonismo democr¨¢tico y autogestionario del quehacer pol¨ªtico, cuyos objetivos no se agotan en los esca?os del Parlamento. El aproximadamente 20% de votos obtenidos en las elecciones de 1971, con ser importante, no da la medida adecuada de su significaci¨®n. M¨¢xime si se tienen en cuenta los mecanismos legales instituidos por los partidos tradicionales para perpetuar su alternancia en el Gobierno, cerrando el acceso a nuevas fuerzas pol¨ªticas.
El comienzo tard¨ªo de Seregni en la lucha pol¨ªtica no significa que descubriera la pol¨ªtica en su madurez. Su pase al retiro es toda una definici¨®n de su pensamiento y de la fidelidad de su conducta a ¨¦ste. Aunque la quiebra formal de las instituciones uruguayas se sit¨²a cronol¨®gicamente en junio de 1973, la dictadura legal y las primeras muertes por la represi¨®n comenzaron en 1968. Es en ese a?o cuando se producen importantes huelgas en diversos sectores de la vida del pa¨ªs.
El Gobierno logra del Parlamento la aprobaci¨®n del estado de excepci¨®n, s¨®lo previsto para casos graves de conmoci¨®n interna o de guerra externa, que le deja las manos libres para reprimir toda oposici¨®n.
En esos a?os, el general Seregni se encontraba al frente de la region militar n¨²mero 1, la m¨¢s importante del pa¨ªs, y fue entonces cuando opt¨® por pasar al retiro, en lugar de colaborar con la pol¨ªtica gubernamental. Opt¨® por ¨¦stas y pas¨® al retiro. Despu¨¦s vendr¨ªan los a?os m¨¢s duros. Cuando la represi¨®n se volvi¨® indiscriminada, Seregni fue encarcelado, torturado y degradado.
Un juicio inicuo, urdido por tribunales militares, lo conden¨® en la segunda oportunidad en que fue detenido, en 1976, a 14 a?os de c¨¢rcel. M¨¢s que un juicio fue una venganza.
Ni su entereza ni sus convicciones han deca¨ªdo durante los a?os de prisi¨®n. Sostenido por ¨¦stas, por el cari?o de los suyos y el respeto del pueblo uruguayo y la solidaridad internacional, ahora ha brillado tambi¨¦n para ¨¦l "esa luz puntual al cabo de la noche", en la que siempre crey¨® Seregni.
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