El asesinato de mi hermano

A menos de una semana del asesinato de mi hermano Enrique, no puedo evitar la rabia e impotencia que me produce el hecho y el odio que me inspiran todos los que lo han hecho posible. Y no me refiero solamente a los que dispararon, que ¨¦sos s¨®lo tienen una neurona y la emplean para matar; no saben defender sus ideas de otro modo.Tambi¨¦n son culpables los tibios, los que no se atreven a llamar a las cosas por su nombre. Tienen complejo de no parecer suficientemente abertzales, y en su af¨¢n de ser m¨¢s papistas que el Papa emplean la violencia verbal para enrarecer la convivencia en este desgraciado pueblo. Ellos no toman las metralletas, pero tratan de justificar lo injustificable.

Esta violencia es recogida y ampliada por ciertos periodistas irresponsables. Se ha dicho que la campa?a electoral ha sido dura y agresiva; despu¨¦s del mitin de Anoeta el d¨ªa 18 de febrero, en el peri¨®dico solamente se recogi¨® lo anecd¨®tico, el chascarrillo para encrespar los ¨¢nimos y no los argumentos que yo escuch¨¦ all¨ª.

Mayor culpa tienen aquellos que teniendo responsabilidades para con la poblaci¨®n se niegan a asumirlas, y mienten tergiversando la realidad. Todo ello para no contrariar a su p¨²blico, que tanto les quiere. Son tan miserables que en vez de potenciar los sentimientos m¨¢s nobles de la gente y conducir con dignidad a este pueblo en el final del siglo XX, se limitan a contemporizar cuando no se dejan arrastrar por lo que marcan los m¨¢s violentos.

En fin, no os puedo perdonar por lo que ha pasado. Mi tristeza es todav¨ªa, mayor cuando, tras leer los peri¨®dicos despu¨¦s de las elec

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ciones, veo que la muerte de Enrique no ha servido para nada. No hab¨¦is aprendido nada / Cristina Casas