El ocaso de Trudeau
LA RECEPCI?N a los Reyes de Espa?a es uno de los ¨²ltimos actos de Pierre Trudeau. Durante 16 a?os ha dado su propio rostro de media sonrisa elegante, el toque de la rosa siempre fresca en el ojal y la leyenda de sus aventuras galantes a la pol¨ªtica, en el fondo sombr¨ªa y dific¨ªl, de Canad¨¢. Es el pol¨ªtico occidental que m¨¢s tiempo ha durado en su cargo, y uno de los que m¨¢s veces han anunciado su retirada: cada una de ellas, aupado de nuevo al poder por la popularidad. Se ha dado-el nombre de trudeauman¨ªa a esa oleada de afecto que le sostuvo m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites razonables: porque, mientras tanto, la pol¨ªtica nacional se hunde. El hecho de que el anuncio de su dimisi¨®n haya hecho subir la Bolsa de Toronto 16 puntos indica que el afecto popular no estaba compartido por el dinero; y desde hace por lo menos un par de a?os, las encuestas de opini¨®n muestran que si Trudeau, personalmente, no ha perdido muchos puntos, su Partido Liberal no consegu¨ªa sobrepasar el 32%, y le adelantaba largamente (52%) el conservador. (Partido Progresivo Conservador, de Mulroney). Otras cifras dan la sensaci¨®n del fracaso: un d¨¦ficit federal en 1983 de 23.000 millones de d¨®lares (el m¨¢s elevado de Occidente despu¨¦s de Francia), una inflaci¨®n del 11 %, un 13% de paro, la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo y su baja rentabilidad (algunos han preferido cerrar), un descenso del 4,8% (1982) del PNB, una paralizaci¨®n en la reconversi¨®n industrial.Los esfuerzos de Trudeau por disminuir las tensiones de las nacionalidades y el biling¨¹ismo no han dado todos los frutos apetecidos. Trudeau ha oscilado entre el uso de la fuerza (el estado de excepci¨®n en 1970, por la Canada's war measures act, que llev¨® al ej¨¦rcito a las calles de Montreal y Quebec), hasta una nueva Constituci¨®n que no sin trabajos consigui¨® promulgar en abril 1982, en la que se inclu¨ªa una especie de carta de derechos civiles para cortar todas las discriminaciones. La Constituci¨®n funciona, pero la sociedad no se acomoda f¨¢cilmente. En todo caso, la violencia ha disminuido notablemente.
Trudeau ha intentado un camino cl¨¢sico para superar su desgaste interno: la conversi¨®n en figura intenacional. Viajero por Europa, Asia y Am¨¦rica durante los dos a?os pasados, ha intentado ponerse al frente de un movimiento pacifista por arriba, una reuni¨®n de todas las potencias nucleares para llegar a unos principios de desarme y una campa?a para reducir las tensiones. Se ha ganado con ello el enfurru?amiento del presidente Reagan, con cuyos planes personales no ha coincidido, y una mayor hostilidad por la derecha interna.
Esta vez la dimisi¨®n de Trudeau va en serio: dif¨ªcilmente puede surgir de ella un ambiente popular que le rescate. El ocaso viene ya de lejos, el ambiente defin de reinado es notorio en Canad¨¢, y la carta de Trudeau al presidente de su partido, lo suficientemente nost¨¢lgica ya del poder que todav¨ªa no ha abandonado: "El servicio al Partido Liberal ha sido uno de los grandes goces de mi vida, pero percibo que ha llegado el tiempo apropiado para que otra persona asuma esta funci¨®n". Su vida ha tenido grandes goces. La frivolidad aparente de su imagen le ha favorecido en la pol¨ªtica, pero no le ha impedido la seriedad y la dedicaci¨®n al trabajo. Deja tras de s¨ª una estela de gran estadista, y no ser¨¢ f¨¢cil para los conservadores, si ganan las elecciones, superar las dificultades objetivas del pa¨ªs.
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