La indefensi¨®n del Estado
RA?L MORODO
A partir de la constituci¨®n de los Estados nacionales unitarios, frente a las poliarqu¨ªas o fraccionamiento medieval, las formas y modelos de organizaci¨®n sociopol¨ªtica, como es sabido, han sido m¨²ltiples: Estado absolutista, Estado liberal y democr¨¢tico, Estado totalitario, Estado socialista. Sus transformaciones, avances y retrocesos, revisiones y modificaciones, constituyen pr¨¢cticamente la historia social -especialmente Europa occidental / oriental- de nuestros ¨²ltimos cinco siglos. Los distintos valores y creencias -y supuestos jur¨ªdicos- que socialmente han motivado las distintas formalizaciones estatales cambiar¨¢n- de sentido, incluso de contenido y alcance, pero siguen siendo referencias constantes y pol¨¦micas: libertad e igualdad, seguridad y solidaridad, y como dato adicional, la soberan¨ªa estatal.Este esquema cl¨¢sico adquiere en nuestro tiempo una complejidad complementaria por razones internacionales y por razones internas / nacionales, las teor¨ªas llamadas generales del Estado hace tiempo que resultan inservibles: respond¨ªan, en efecto, a un determinado momento hist¨®rico -el eurocentrismo-, con pretendida. validez permanente, con una determinada estructura ideol¨®gica homogeneizada -liberalismo expansionista o colonial-, en donde coincid¨ªan, o se hac¨ªan coincidir, sociedad pol¨ªtica europea con sociedad pol¨ªtica planetaria: la historia era la historia de Europa.
El principio de universalidad de las sociedades pol¨ªticas, el proceso de planetarizaci¨®n resultado de la casi total descolonizaci¨®n, al menos formal, hace m¨¢s dif¨ªcil una comprehensi¨®n unidimensional del poder pol¨ªtico organizado, es decir, del Estado. Los procesos crecientes de hegemonisuno, directo o encubierto, y sus consecuencias satelizadoras provocan mimetismos mec¨¢nicos o formalizaciones antag¨®nicas. Estados Unidos o la Uni¨®n Sovi¨¦tica, como centros de referencia de poder superestatal hegem¨®nico, inciden de una u otra forma en los procesos estatales-nacionales, nucle¨¢ndolos cultural, pol¨ªtica, militar y econ¨®m¨ªcamente. La soberan¨ªa gradualmente tiende a convertirse en soberan¨ªa nominal o limitada, pero ya no nacional-estatal plena.
En Estados Unidos este fen¨®meno se produce con una dual iron¨ªa hist¨®rica: por una parte, convirtiendo el aislacionismo -soporte ideol¨®gico inicial de su nuevo experimento estatal independizado- en un intervencionismo / paternalismo, positivo o negativo, en funci¨®n de sus coordenadas Clemocr¨¢ticas (guerras mundiales / Vietnam, Am¨¦rica Latina). Por otra prte, su iron¨ªa se expresa tambi¨¦n, como contradicci¨®n, en la defensa de su.s valores pol¨ªticos internos (la libertad) y, la tibieza o sustituci¨®n de los mismos cuando, en muchos casos, se refiere al exterior (la seguridad como un prius). De igual forma, en las sociedades comunistas la contradicci¨®n se transfornia en una aparente coherencia, en donde el valor libertad, entre otras cosas, entendido como pluralismo, se sustituye, con mayor o menor ¨¦xito, por el principio, de igualdad o uniformidad.
Pero es en nuestras sociedades pol¨ªticas europeas en donde, sobre la base de un sistema mixto liberal y socialista democr¨¢tico, la situaci¨®n del aparato estatal se encuentra desorientada. Desorientaci¨®n que, por acci¨®n u omisi¨®n, conduce progresivamente a una peligrosa indefensi¨®n del propio Estado, incluso para el desarrollo de un proyecto que supere la soberan¨ªa estatal. Desorientaci¨®n que no significa potenciaci¨®n de la sociedad civil.
Varias hip¨®tesis podr¨ªan aventurarse sobre este fen¨®meno que se generaliza en Europa y que en nuestro pa¨ªs, a pesar de llegar tard¨ªamente a la democracia, tampoco es ajeno.
En primer lugar, el cansancio c¨ªclico de las ideologizaciones totalizadoras o salvadoras. No se trata del fin de las ideolog¨ªas, sino de su devaluaci¨®n como arquetipo total. El mayo franc¨¦s de 1968 fue, sin duda, despu¨¦s de la guerra mundial, el ¨²ltimo intento de destruir y reconstruir -desde el utopismo- un Estado que se ve¨ªa anquilosado, burocratizado, sin imaginaci¨®n en sus respuestas. A partir de aqu¨ª la ecuaci¨®n cambio / revoluci¨®n se sustituye por cambio / modernizaci¨®n. Aron triunfar¨¢ sobre Sartre. La modernizaci¨®n es ya un concepto de racionalizaci¨®n gradualista, y aunque no entusiasta, s¨ª operativa: la revisi¨®n y reformas estructurales o sectoriales.
En segundo lugar, como reacci¨®n a la p¨¦rdida de valores legitimadores para una salvaci¨®n general, surgir¨¢n dos actitudes distintas y coet¨¢neas, individuales o colectivas: el auge del sentimiento por la vida cotidiana, es decir, la privaticidad o la reacci¨®n -pacifista o violenta- frente al aparato estatal. En ambos casos, el Estado o sobra o es enemigo. Cotidianidad festiva, pacifista o laboriosa (el jard¨ªn volteriano), o violencia m¨ªstica e irracional, constituir¨¢n evasiones de la realidad pol¨ªtica. En gran medida, la evasi¨®n privatizadora o la protesta testimonial -que, sin duda, acent¨²a la libertad individual- se puede explicar por la ausencia o ineficacia de instrumentos estatales (o sus derivados: regionales, comunitarios, locales) que viabilicen una mayor representaci¨®n y participaci¨®n. As¨ª como la violencia terrorista por la conciencia de marginaci¨®n del proyecto estatal comunitario -o superestatal-, o como respuesta a la violencia estatal institucionalizada. En todo caso, el Estado est¨¢ indefenso o es inoperativo.
En tercer lugar, el auge del corporativismo sectorial. No se trata ya de implantar un Estado neocorporativo-autoritario, sino de una voluntad creciente y generalizada de disminuir las competencias estatales -la vuelta al "Estado m¨ªnimo" del siglo XIX, revaluado por la actual revoluci¨®n conservadora norteamericanaen gran parte de las esferas pol¨ªticas, culturales o socio-econ¨®micas. Surge as¨ª en la sociedad civil una doble revuelta: por una parte, cuestionando l¨ªmites al poder estatal, lo que en s¨ª es leg¨ªtimo, pero, y esto es m¨¢s grave, el propio principio de la estructura estatal y de sus fines (libertad, igualdad, seguridad). Por otra parte, la revuelta de los distintos sectores gremialistas y corporativistas frente al Estado y entre s¨ª (ausencia de solidaridad). El Estado, en su reducci¨®n importante, sin capacidad de respuesta global, asume efectivamente en algunos casos, o simuladamente en otros, para mantener su rol simb¨®lico, un simple papel de mediaci¨®n. La indefensi¨®n se convierte en residualidad.
La sociedad pol¨ªtica europea, en formaci¨®n y proyectos superestatal, como expresi¨®n de sus sociedades nacionales -con sus contradicciones y competitividades- tiene as¨ª que replantearse su proyecto comunitario de futuro. Proyecto comunitario que no es s¨®lo econ¨®mico o tecnol¨®gico, aun siendo ¨¦stos fundamentales, sino tambi¨¦n pol¨ªtico y de identidad cultural. El mimetismo hacia poderes estatales hegem¨®nicos nos conducir¨ªa a una satelizaci¨®n frustrante. Nuestro sistema de valores, resultado de una sociedad compleja y de una historia dif¨ªcil en la lucha por la libertad y el proceso hacia la igualdad, admite conjugar esfuerzos en todos los ¨®rdenes, pero reafirmando nuestra identidad. La b¨²squeda de la identidad europea, la recuperaci¨®n del valor Estado, que incluye su propia superaci¨®n, en donde se conjugue libertad/ igualdad, con solidaridad efectiva, sin gremialismos o corporativismos desintegradores o mezquinos, a nivel interno o intereuropeo, ser¨ªa un punto de partida cr¨ªtico para la constituci¨®n de una sociedad europea democr¨¢tica y avanzada, y bien articulada institucionalmente. La lucha contra la indefensi¨®n del Estado, parte, pues, de la autocr¨ªtica del Estado actual, del proyecto de una comunidad m¨¢s amplia y ajustada imaginativamente a las nuevas demandas sociales.
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