Los nietos de los d¨¦biles
Desde hace mucho tiempo se cree y se dice que los hombres d¨¦biles necesitan agruparse m¨¢s que los fuertes. La afirmaci¨®n debe ser perfilada, estudiando los hechos que han servido para sustentarla. Los d¨¦biles a los que se alud¨ªa en un principio, fueron los obreros del siglo XIX, frente a los fuertes que eran los capitalistas. No cabe duda de que las condiciones de trabajo que impusieron las industrias en f¨¢bricas, minas y otras explotaciones, no s¨®lo a hombres hechos, sino tambi¨¦n a mujeres y ni?os, fueron en casos espantosas y justificaron, de sobra, no s¨®lo las cr¨ªticas de moralistas, economistas y soci¨®logos, sino tambi¨¦n la creaci¨®n de asociaciones defensivas, para amparar a aquellos d¨¦biles. Los grandes pa¨ªses industriales fueron los primeros en contar con ellas y tambi¨¦n fue en ellos donde se produjo una literatura con base cr¨ªtica, social, que cuenta con autores que no fueron siempre, por fuerza, socialistas. Tambi¨¦n la cultivaron hombres que no lo eran, como, Disraeli, dejando a un lado a Dickens, con su sentimentalismo genial, cargado de humor y de piedad. Los d¨¦biles se unen. Producen, en seguida, la inquietud de los fuertes. Tambi¨¦n la desesperaci¨®n de algunos te¨®ricos de la fuerza, como hace ya m¨¢s de cien a?os lo fue el historiador prusiano Heinrich von-Treitschke, que escribi¨® p¨¢ginas tremendas contra los obreros en particular y el socialismo que los defend¨ªa, en general. ?Qu¨¦ hubiera escrito hoy? De su ¨¦poca a la nuestra han pasado muchas cosas.Bastantes de los d¨¦biles del siglo XIX, hoy son fuertes. Los d¨¦biles del siglo XX est¨¢n repartidos de forma distinta. No es que hayan dejado de existir hombres, mujeres y ni?os desamparados. Estos, por desgracia, siguen existiendo. Pero no se sabe bien donde est¨¢n: lo cual ocurre, en parte, porque las asociaciones que produjo la antigua debilidad proletaria tienen, hoy, una fuerza inmensa: son los sindicatos, las comisiones obreras, que dictan huelgas, organizan manifestaciones amenazadoras y pueden llegar a cometer alg¨²n acto de fuerza. Al frente de estas asociaciones hay hombres con m¨¢s poder que los jefes de gobierno y de partido pol¨ªtico. Para manejar a las multitudes usan de un viejo y misterioso instrumento: la secretar¨ªa. La secretar¨ªa del sindicato es el resultado m¨¢s peregrino que ha producido la debilidad de la clase obrera. Hoy, el hombre fuerte por excelencia, es el secretario de sindicato: el administrador de los que eran d¨¦biles hace un siglo. Hoy sigue habi¨¦ndolos, repito. ?Pero d¨®nde est¨¢n? Muchos donde menos se piensa, o en el mundo nuevo del que puede llamarse proletariado intelectual, compuesto por profesores m¨ªseros, licenciados en paro, estudiantes sin vocaci¨®n y porvenir, etc. Estos no tienen detr¨¢s ni sindicatos, ni comisiones. No pueden hacer resonar la calle con sus consignas. Todos hemos visto desfilar multitudes al grito de: El pueblo unido jam¨¢s ser¨¢ vencido... Pero no nos imaginamos un desfile multitudinario y amenazador, de gentes que proclamen algo como esto: Los licenciados en letras unidos jam¨¢s ser¨¢n vencidos. No. Estos d¨¦biles no tienen defensa. Son casi como los ni?os que trabajaban en las minas del Pa¨ªs de Gales en 1850. No tienen ni voz ni voto. Y como ellos hay otros muchos.
La debilidad del obrero decimon¨®nico ha producido un resultado peregrino. Unos abuelos fam¨¦licos engendraron hijos con cierta fuerza, y ¨¦stos nietos que tienen m¨¢s que cuarenta toros de lidia juntos. Y como la experiencia lo indica si llega la ocasi¨®n estos robustos nietos de los d¨¦biles' se imponen a gobiernos de su mismo signo y los combaten con tanta o mayor violencia que a gobiernos de signo distinto. Aqu¨ª ahora y hace ya mucho tiempo en pa¨ªses m¨¢s racional y perfectamente industrializados que el nuestro.
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