Una noche casi perfecta
El ?ay! siguiriyero de Sordera fue impresionante. Lorca habr¨ªa dicho, seguramente, que romp¨ªa el azogue de los espejos.Manuel Soto Sordera, superviviente de esa generaci¨®n jerezana que dio tambi¨¦n colosos como Terremoto y Sernita, es depositario imprescindible del m¨¢s puro arte gitano, el que antes que ¨¦l cantaron Paco la Luz y Juanichi el Manijero, T¨ªo Jos¨¦ de Paula y Diego el Marrurro, Manuel Torre y el Ni?o Gloria. Tiene la voz, tiene el secreto de unos ecos transidos por la pena secular de su raza. Y, lo que es m¨¢s importante, sabe expresarlos, sabe comunicarlos.
Primero hab¨ªa salido a cantar un se?or con sombrero, que no se lo quit¨® ni para saludar al p¨²blico. Un se?or que cuando se dispone a comenzar un cante se escupe las manos como si fuera a coger un azad¨®n. Parece, pues, no haber comprendido todav¨ªa que lo jondo es cuesti¨®n de cerebro, garganta y, sobre todo, coraz¨®n. No, desde luego, de salivazos en las manos. Efectivamente, hace un cante desmedulado, vulgar, sin sentido. Hablo de El Cabrero.
Cumbre flamenca
Casta del Sur.Cante: El Cabrero, Chaquet¨®n, Juanito Villar, Manuel Soto 'Sordera', Pepe de Luc¨ªa. Baile: Manuela Carrasco con Manuel Soler. Toque: Jos¨¦ Luis Postigo, Luis Carmona 'Habichuela', Paco Cepero, Joaqu¨ªn Amador. Guitarra en concierto: Pepe Carmona 'Habichuela' con Juan Carmona, hijo, y Carles Benavent (bajo). Teatro Alcal¨¢ Palace. Madrid, 19 de marzo.
Tras ¨¦l actu¨® Chaquet¨®n, quien puso las cosas en su sitio desde el primer tercio de la malague?a grande del Mellizo: "?Ay, se la llev¨® Dios...!". Sobre el auditorio cay¨® como un manto de silencio sepulcral. Dicen que Enrique el Mellizo se inspir¨® en determinados cantos de la Iglesia para crear este cante grandioso. Chaquet¨®n lo eleva a una obra siempre mayor, no s¨¦, quiz¨¢ un oratorio, un r¨¦quiem, algo muy hermoso.
Juanito Villar cant¨® mejor que nunca, de las veces que yo le he o¨ªdo, los g¨¦neros en ¨¦l habituales: alegr¨ªas, tangos, fandangos. Al final reincidi¨® en las buler¨ªas cupleteras que frecuenta asiduamente y que, por supuesto, no me gustan. Villar fue, en cante, quien se llev¨® las mayores ovaciones.
Pepe de Luc¨ªa recuerda a aquel ni?o cantaor que a los 14 a?os alcanz¨® cierta fama junto a su hermano, el guitarrista Paco, los dos con el nombre conjunto de Los Chiquitos de Algeciras. Cant¨® con alguna dificultad porque, como ¨¦l mismo explic¨®, estaba saliendo de la convalecencia de una operaci¨®n de nariz, pero aun as¨ª lo hizo con grandeza, exponiendo mucho. Siguiriyas, tientos, fandangos y creo que buler¨ªas por sole¨¢. Curiosamente, los cinco cantaores hicieron fandangos: los de Pepe fueron los mejores.
Esta cumbre flamenca est¨¢ ofreciendo una excelente panor¨¢mica de la guitarra. Acompa?ando al cante estuvieron Jos¨¦ Luis Postigo, Luis Habichuela y Paco Cepero. Siendo un buen tocaor, Postigo se qued¨® pr¨¢cticamente in¨¦dito, pues s¨®lo acompa?¨® a El Cabrero, y parec¨ªa ap¨¢tico, desganado. Habichuela cumpli¨® con sobriedad y eficacia. Cepero hizo las cosas m¨¢s hermosas cuando dio intimidad a su toque.
Si Pepe Habichuela no estuviera ya consagrado como un excelente concertista, su actuaci¨®n de esta noche hubiera bastado para ello. Este hombre es un m¨²sico enduendado, creativo. A m¨ª, como me ocurri¨® con Manolo Sanl¨²car, me gusta m¨¢s ¨¦l solo, pues es cuando los acentos flamencos me parecen m¨¢s puros y jondos. Pero, en este caso, el acompa?amiento de su sobrino Juan a la guitarra y de Carles Benavent al bajo nos brindaron una gama de sonidos a veces extra?os, pero bell¨ªsimos.
Joaqu¨ªn Amador acompa?¨® con la brillantez en ¨¦l habitual a su mujer, Manuela Carrasco. ?sta hizo un baile por soleares exquisito, lleno de riqueza y matices, imaginativo. Bailaora gitana las siguiriyas le brindan oportunidad de un baile mucho m¨¢s cargado de tragedia, en que sus pies hacen el trabajo fundamental. El taranto parece no del todo resuelto; a un tempo lent¨ªsimo, tiene baches, como dudas; ser¨¢ una tonter¨ªa, pero el candil que sacan al principio est¨¢ todo el tiempo incordiando, como si no supieran qu¨¦ hacer con ¨¦l, y ocupando una mano de la bailaora o el bailaor que debieran emplear en el propio baile. El bailaor, Manuel Soler, espl¨¦ndido.
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