Democracia bajo el volc¨¢n
Para un visitante fugaz, las elecciones salvadore?as han calado en el pueblo, a pesar de la guerra civil y la no participaci¨®n de la guerrilla
San Salvador est¨¢ al pie de un volc¨¢n que en 1917 lo dej¨® en ruinas. Los barrios residenciales -San Francisco, San Benito, Escal¨®n- trepan sus laderas, desafiando el peligro. Sus vecinos -hacendados, empresarios, profesionales, comerciantes- est¨¢n acostumbrados al riesgo de atentados y secuestros desde hace cinco a?os. Sus casas se han rodeado de altos muros, alambradas, y los m¨¢s poderosos se desplazan entre guardaespaldas, en cherokees blindadas. Estas camionetas han pasado a ser s¨ªmbolo de posici¨®n, y los salvadore?os se burlan de muchos parvenues que se las compran, no por temor a la guerrilla, sino para parecer importantes. Las viviendas contrastan con la modestia de los barrios populares y los tugurios de los desplazados (gente que huye del campo debido a la guerra), pero los contrastes no son mayores que los que se ven en Lima, Quito y Bogot¨¢, y s¨ª menores que los de M¨¦xico, R¨ªo de Janeiro o Caracas. ?stos barrios son baluarte de Arena, y la mayor¨ªa de sus pobladores trabajan activamente por la candidatura del mayor Roberto d'Aubuisson. En la noche del 9 de marzo vi un mitin de Arena en la zona rosa de San Benito, aglomeraci¨®n de restaurantes, bares y discotecas que surgi¨® all¨ª cuando la violencia pol¨ªtica volvi¨® peligroso el centro de la ciudad. Abundaban las chicas bonitas y las se?oras elegantes, cantando con fervor: "Comunistas, criminales / con instintos de animales / han matado, han violado, / a la patria han arruinado. / Tiemblen, tiemblen, comunistas".En una de estas casas me recibe el mayor D'Aubuisson, de noche, luego de un intrincado recorrido por calles desiertas, entre hombres armados que anuncian nuestra llegada por radio. Las precauciones no son gratuitas: D'Aubuisson recibi¨® un balazo en la espalda durante la campa?a de 1982, y de las seis personas que lo acompa?an, tres han sido v¨ªctimas de atentados, entre ellos el candidato a la vicepresidencia Hugo Barrera, abaleado al salir de su f¨¢brica, en octubre de 1977.
El mayor D'Aubuisson es joven, apuesto, agresivo, con ¨ªnfulas de play-boy, incansable (el d¨ªa del mitin en la zona rosa habl¨® en otras siete manifestaciones), y mezcla en sus discursos los chistes con las palabrotas. Desconoce la duda y sus ideas son simpl¨ªsimas. Fue el presidente Carter quien rindi¨® Nicaragua a los sandinistas. Se dispon¨ªa tambi¨¦n a entregar El Salvador al comunismo, pero "nosotros hicimos fracasar la conspiraci¨®n". El mayor era entonces un oficial de inteligencia de la Guardia Nacional y pidi¨® su baja para "denunciar la conjura comunista". Seg¨²n sus adversarios, al salir del Ej¨¦rcito se llev¨® los archivos de los servicios represivos, y muchas personas a las que acus¨® en sus discursos televisados de c¨®mplices de la subversi¨®n fueron luego asesinadas por los escuadrones de la muerte (como el arzobispo Romero).
El mayor D'Aubuisson y los escuadrones de la muerte
Cuando le recuerdo estas acusaciones se indigna. "Los escuadrones de la muerte son gente como vos, como el embajador Robert White, son todos los que contribuyen a bloquear la ayuda econ¨®mica que salvar¨ªa de morir de hambre a los desplazados". Seg¨²n ¨¦l, los escuadrones de la muerte no existen. ?Y los 1.259 desaparecidos y asesinados por esos escuadrones en 1983 que se?ala el Arzobispado? "Son tal vez comunistas salvadore?os que murieron en Nicaragua peleando contra Somoza, cuyos nombres aprovecha ahora la desinformaci¨®n". ?No se cometen, pues, abusos en El Salvador? El mayor admite que, a veces, "los parientes y amigos de los asesinados y torturados por los subversivos toman represalias. Sin duda est¨¢ mal que lo hagan, pero es comprensible". Y contraataca: "?Por qu¨¦ nadie protest¨® en el exterior cuando los comunistas asesinaron a los diputados de Arena Ren¨¦ Barrios, David Quinteros y Ricardo Arnaldo Polil, cuando le arrancaron las piernas con una granada a nuestro diputado Jorge Jarqu¨ªn, le clavaron cinco pu?aladas a nuestro dirigente Jes¨²s Villacorta o cuando asesinaron a nuestra alcaldesa de Yamabel? ?Son los derechos humanos monopolio comunista?"El mayor rechaza de plano cualquier negociaci¨®n con la guerrilla, "pues los comunistas no aceptan otro acuerdo que la rendici¨®n". Su idea del comunismo es caricatural: abarca a los liberales, a los social dem¨®cratas y, sobre todo, a los democristianos de El Salvador y a su l¨ªder, Jos¨¦ Napole¨®n Duarte. "El loco Duarte y su partido son el brazo pol¨ªtico de la subversi¨®n. Cada uno representa una t¨¢ctica distinta del comunismo: o por las balas o por los votos. El primero que llegue al poder llamar¨¢ al otro, y juntos entregar¨¢n el pa¨ªs a la URSS". Cuando oye que el ingeniero Duarte me asegur¨®: "Si Arena gana las elecciones, acabar¨ªan con nosotros", se r¨ªe: "Est¨¢n muertos de miedo, porque saben que vamos a derrotarlos. ?Acaso no hemos convivido sin matarnos estos dos a?os en la Asamblea Constituyente?"
Miedo y coraje son dos palabras claves en su vocabulario, porque el machismo es el tercer ismo de su ideolog¨ªa, con el anticomunismo pol¨ªtico y el conservadurismo econ¨®mico. "La intenci¨®n de la guerrilla es capturarme vivo. Me lo han dicho dos guerrilleros encargados de secuestrar a mi madre, que ahora trabajan conmigo. Nunca lo conseguir¨¢n. Tengo seis balas en mi rev¨®lver: cinco para mis atacantes y la ¨²ltima para m¨ª". Cuando le digo que si ¨¦l gana las elecciones Estados Unidos puede cortar la ayuda militar a El Salvador se encoge de hombros: "Entonces, nos demoraremos un poco m¨¢s en derrotar a los comunistas. Pero lo haremos, con o sin Estados Unidos. No nos queda otra alternativa. Porque ninguno de nosotros se ir¨¢ a vivir a Miami ni aceptar¨¢ imposiciones humillantes para nuestro pa¨ªs".
?Qu¨¦ gente lo respalda? Los sectores pudientes han cerrado filas detr¨¢s de ¨¦l. El 10 de marzo me mostraron una residencia donde se celebraba una cena pro fondos de Arena, con asistencia de 60 personas, que pag¨® cada una 20.000 colones (unos 3.000 d¨®lares). Pero no s¨®lo la oligarqu¨ªa votar¨¢ por ¨¦l. Tambi¨¦n en sectores medios y populares tiene cierto eco su inflamada pr¨¦dica nacionalista, que ofrece una ilusi¨®n de orden, seguridad y eficacia. Atrae a la gente afectada por la nacionalizaci¨®n de los bancos y la reforma agraria y a salvadore?os a los que la preponderancia de Estados Unidos en la vida del pa¨ªs causa rencor. "La Embajada de Estados Unidos es aqu¨ª el centro del poder y el embajador nuestro virrey", me dijo el director de un peri¨®dico. Y un ch¨®fer de taxi: "?Se ha dado cuenta de que nos tratan como a una colonia?"
La susceptibilidad se aguza en los pa¨ªses en los momentos de crisis, y D'Aubuisson la explota a fondo, as¨ª como las creencias ingenuas de que cualquier actitud flexible frente a la guerrilla es traici¨®n y de que s¨®lo haya dos opciones pol¨ªticas: comunismo y anticomunismo. Cuando le dije que, a mi parecer, Duarte no era un izquierdista, sino un hombre de centro, golpe¨® la mesa: "El centro pol¨ªtico no existe, porque es redondo y hiede". Estas met¨¢foras excrementicias exaltan a sus auditorios. Lo comprob¨¦ en un mercado de San Salvador, donde el mayor arengaba a las vendedoras: "Ustedes son el mejor ejemplo de la empresa privada que defendemos". Al reconocerme, me desafi¨®: "Te hago una apuesta p¨²blica que ganar¨¦ la elecci¨®n. Si salgo presidente, escribir¨¢s una novela sobre El Salvador Si pierdo, te dar¨¦ un col¨®n" (el mayor valoriza una novela m¨ªa en 0,30 centavos de d¨®lar).
La tristeza cr¨®nica de Napole¨®n Duarte
A diferencia de Arena, la Democracia Cristiana obtendr¨¢ pocos votos en los barrios burgueses pues los partidarios que ten¨ªa en ellos los perdi¨® con las reformas. El nombre de Napole¨®n Duarte despierta la pasi¨®n de los salvadore?os. Con todos los que estuve hablaban de ¨¦l con odio o devoci¨®n, nunca con serenidad. Y, en general, la diferencia de opiniones coincid¨ªa con la de clases sociales: los de arriba lo atacaban, los de abajo lo defend¨ªan. Su fuerza est¨¢ en la baja clase media y el sector popular, principalmente en los campesinos beneficiados con el establecimiento de cooperativas y la distribuci¨®n de tierras, medidas que ¨¦l promete consolidar si es elegido presidente. Este hijo de sastre y de una campesina, cofundador de la Democracia Cristiana en 1961, ex alcalde de San Salvador estuvo preso, en exilio, fue torturado por los militares, y, a diferencia de D'Aubuisson, no hace chistes ni emplea palabras gruesas o de jerga. En un pa¨ªs donde todo el mundo conserva el humor aun en las peores adversidades, el ingeniero Duarte est¨¢ siempre serio Hay en ¨¦l una tristeza cr¨®nica agravada estos d¨ªas por la muerte de su madre. Le o¨ª defender en tono profesoral sus tesis reformistas ante un auditorio de profesionales y t¨¦cnicos, y, al d¨ªa siguiente, atacar con gran vehemencia a la extrema derecha y a la extrema izquierda ante varios millares de campesinos de la Uni¨®n Popular Democr¨¢tica (UPD), que le aplaud¨ªan con entusiasmo. "No pierdan su voto en los candidatos chiquitos (hay ocho). En estas elecciones s¨®lo existen tres opciones: o nosotros o el Partido de Conciliaci¨®n Nacional (PCN), que cree que aqu¨ª no ha pasado nada y que quisiera que El Salvador volviera al r¨¦gimen de corrupci¨®n y prepotencia de los 17 a?os en que estuvo en el poder con los militares, o la oligarqu¨ªa representada por D'Aubuisson, ese matoncito responsable de los escuadrones de la muerte, vinculado al asesinato de monse?or Romero y que promete nuevos ba?os de sangre, como si no bastaran los 40.000 muertos de estos cinco a?os".Tambi¨¦n en el local de su partido, donde me recibe, hay que franquear la barrera de guardaespaldas con fusiles ametralladores y pistolas, que es habitual en la escena pol¨ªtica salvadore?a. Reina en el interior una actitud afiebrada, bajo la batuta de la hija de Duarte, Guadalupe. "D'Aubuisson ve comunistas bajo la cama, sobre la mesa, despierto y en sue?os", me dice; "su tesis de que la tragedia de El Salvador se resolver¨¢ con la guerra total es pura demagogia". Duarte no dialoga, monologa, con los ojos entrecerrados. Es reiterativo y profuso. Representa, en el ¨¢mbito latinoamericano, la tendencia m¨¢s progresista de la Democracia Cristiana. "No hay soluci¨®n militar exclusiva para la guerra. Tendr¨¢ que ser negociada. Pero antes debemos fortalecer la democracia, que a¨²n est¨¢ en pa?ales, y acelerar las reformas que privar¨¢n a la guerrilla de apoyo popular. Cuando el pueblo vea que disminuyen las desigualdades, que hay gobernantes que hacen respetar la ley, que desaparecen los escuadrones de la muerte, defender¨¢ el sistema. S¨®lo entonces puede haber una negociaci¨®n y unas elecciones en las que participen quienes tomaron las armas. Ese es el ¨²nico camino para acabar con la cultura del terror". Alza las manos, una de las cuales tiene tres dedos mutilados: "El pueblo votar¨¢ por nosotros, porque cumplimos con ¨¦l, al entregarle las tierras y nacionalizar los bancos de la oligarqu¨ªa. ?stas ser¨¢n las elecciones m¨¢s puras de la historia del pa¨ªs Conf¨ªo en ser el primer presidente civil de El Salvador".
?C¨®mo acabar¨¢ con los escua drones de la muerte? Responde que ello ser¨¢ consecuencia del restablecimiento de la autoridad. "Los cr¨ªmenes y abusos comien zan en los pueblos, son obra de ca ciques y jefezuelos locales que comprometen en sus acciones a los militares. Ello ocurre porque no hay autoridad central que se haga respetar. Conmigo ser¨¢ dis tinto. El proceso ser¨¢ lento, pue la cultura del terror viene de muy lejos. S¨®lo ir¨¢ extingui¨¦ndose a medida que la democracia traiga beneficios tangibles a la mayor¨ªa de los salvadore?os".
'Cultura del terror'
Para palpar esa cultura del terror hay que salir de la capital y recorrer el peque?o territorio del pa¨ªs (unos 22.000 kil¨®metros cuadrados), donde por todas partes asoma la guerra. ?sta se hace a veces visible en la capital (el d¨ªa de mi llegada un comando incendi¨® tres gasolineras y la noche de mi partida hubo explosiones y tiros en la calle), pero es desva¨ªda en comparaci¨®n con lo que sucede en el campo. "Los subversivos est¨¢n en condiciones de golpear en cualquier parte del pa¨ªs", me asegur¨® el ministro de Defensa, general Vides Casanova.Desde la carretera, la gente se?ala los cerros donde la guerrilla tiene sus escondites. Patrullas militares impiden el paso por muchas rutas secundarias, porque hay operaciones en progreso. El 8 de marzo, de madrugada, unos 200 guerrilleros ocuparon el pueblo de San Esteban Catarina, en San Vicente, a unos 50 kil¨®metros de la capital. Cuando llegu¨¦ al lugar, en la iglesia se celebraron plegarias por el retorno de 70 j¨®venes -entre 13 y 21 a?os- que los guerrilleros se llevaron consigo. El p¨¢rroco, padre Ren¨¦ Valle, y varias madres trataron de impedir la leva forzosa. "Antes, ellos ten¨ªan aqu¨ª muchos partidarios y no necesitaban reclutar gente a la fuerza. Las cosas han cambiado", me aseguraron varios vecinos. Y la madre de uno de los chicos secuestrados: "Los soldados mataron a mi marido hace tres a?os. Mi hijita muri¨® el a?o pasado en un tiroteo y ahora me quitan al ¨²nico que trabaja ba. ?Qu¨¦ va a ser de m¨ª?" "Estas pobres gentes son atropelladas por los combatientes de uno y otro bando", me dijo el p¨¢rroco. "Yo fui uno de los que se opusieron a que se instalara aqu¨ª una guarnici¨®n, para evitar los abusos de los soldados. El p¨¢rroco anterior fue asesinado en plena iglesia. Pero ahora estamos expuestos a los abusos de la guerrilla". Nos escuchan una docena de ni?os de ojos vivos: ellos se libraron de ser secuestra dos porque, al o¨ªr llegar a los guerrilleros, corrieron a ocultarse en las matas del campo. "La gente aqu¨ª no espera gran cosa de las elecciones", me asegur¨® el padre Valle.
Que 200 guerrilleros ocuparan San Esteban Catarina durante cuatro horas sin ser molestados da una idea del poder operacional de los insurgentes. Apenas a cinco minutos, en San Lorenzo, hay una guarnici¨®n militar, que no se enter¨® o no quiso enterarse de lo que ocurr¨ªa. Cuando llegu¨¦ a San Lorenzo me impresion¨® la juventud de los soldaditos. Algunos, verdaderos ni?os, jugaban bajo la hermosa ceiba que cubre la plaza. El general Vides Casanova me explic¨®: "En teor¨ªa, los reclutas no son menores de 16 a?os. Pero, en la pr¨¢ctica, hay muchos de 15". Seg¨²n el general, los 30.000 hombres con que cuentan las fuerzas armadas est¨¢n cada d¨ªa mejor entrenados, pero no hacen progresos contra la guerrilla porque gran parte de esa tropa se halla inmovilizada en tareas de protecci¨®n de puentes, caminos, locales y autoridades. "La lucha ser¨¢ larga", dice. Cuando le pregunto en qu¨¦ forma enfrenta el problema de las violaciones de los derechos humanos me menciona a varios soldados y oficiales sancionados por indisciplina. "La mejor prueba de nuestro deseo de que prevalezca la ley es la actitud neutral que adoptan las fuerzas armadas en las elecciones". El general no responde a la imagen cl¨¢sica del militar latinoamericano, rudo y mat¨®n. Es suave y de maneras elegantes. "Hasta ahora s¨®lo ha habido una denuncia de actos de favoritismo en la campa?a electoral. Para mayor imparcialidad, los militares hemos decidido no votar, pese a que tenemos derecho de hacerlo".
M¨¢s de 5.000 v¨ªctimas civiles
Las fuerzas armadas esperan mucho de las elecciones: que ¨¦stas, entre otras cosas, levanten todos los obst¨¢culos para la ayuda econ¨®mica y militar norteamericana. En cambio, en el ¨¢mbito de la Iglesia cat¨®lica no reina el mismo optimismo. La licenciada Mar¨ªa Julia Hern¨¢ndez, que dirige la Oficina de Tutela Jur¨ªdica del Arzobispado, duda que con ellas disminuyan los cr¨ªmenes, torturas y desapariciones que la gente viene a denunciar a su despacho. La mayor¨ªa de estos horrores, dice, se deben a los cuerpos de seguridad y al Ej¨¦rcito, y s¨®lo una minor¨ªa a la guerrilla. (Para 1983 hace este balance: v¨ªctimas de la poblaci¨®n civil imputadas a la guerrilla: 67; imputadas a las fuerzas del orden: 5.142. Una proporci¨®n de 76 contra 1.) "En enero y febrero, los cr¨ªmenes han disminuido. Pero ?no ser¨¢ una simple t¨¢ctica para crear la ilusi¨®n de unas elecciones aut¨¦nticas y darle gusto a Estados Unidos, que las exige?" La licenciada Hern¨¢ndez, luego de mostrarme unas escalofriantes fotos de seres decapitados, desmembrados, desfigurados con ¨¢cido por los escuadrones de la muerte, me dice temer que, luego del 25 de marzo, cuando decaiga la atenci¨®n mundial concentrada ahora en El Salvador, el horror recobre su imperio.El arzobispo Rivera y Damas es menos pesimista. "Que los cr¨ªmenes hayan disminuido estos ¨²ltimos meses es positivo", murmura. Me confirma que las fuerzas arma das han pedido a la Iglesia que varios sacerdotes recorran los cuarteles dando charlas sobre los derechos humanos a los soldados y oficiales. "El origen de la revoluci¨®n est¨¢ en la tremenda injusticia social. La violencia s¨®lo desaparecer¨¢ cuando se reduzca la injusticia". Monse?or Rivera y Damas no tiene el carisma de monse?or Romero, pero, bajo su aire apacible y sus ojos dormidos, es sumamente h¨¢bil. Seg¨²n muchos, ha logrado unificar en una posici¨®n moderada a la Iglesia salvadore?a, poniendo fin a las luchas entre progresistas y conservadores que la socavaban. Su tesis de que s¨®lo las reformas neutralizar¨¢n la insurrecci¨®n est¨¢ bastante pr¨®xima de la de Duarte. Cuando le pregunto si las elecciones contribuir¨¢n al progreso de El Salvador, se presigna: "Esperemos que s¨ª".
?Qu¨¦ piensan de las elecciones quienes no participan en ellas, los miembros del Farabundo Mart¨ª de Liberaci¨®n Nacional y el Frente Democr¨¢tico Revolucionario? Su presidente, Guillermo Ungo, con quien coincid¨ª en un vuelo de Ainsterdam a Centroam¨¦rica, me dijo que las elecciones carecerian de significaci¨®n aun cuando hubiera un voto masivo, como en marzo de 1982. "El voto es obligatorio, y la gente sabe que, si no tiene el sello de haber votado, en su carta de identidad ser¨¢ considerada subversiva y blanco de la represi¨®n. Muchos votar¨¢n por simple prudencia. Para no atraer represi¨®n in¨²til, el FMLN-FDM no ha prohibido votar. Nos limitamos a explicar al pueblo que las elecciolles no tendr¨¢n ninguna importancia".
Ni Suecia ni Costa Rica
?De veras no la tienen? Para los ojos de un visitante fugaz a El Salvador, esta campa?a electoral se (desarrolla, a pesar de la guerra, de manera intensa y generalizada, en plazas y calles, en ciudades y pueblos -a la vista, a veces, de los guerrilleros, y bajo las balas-, en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos, en la televisi¨®n, en las radios, en los muiros y ¨¢rboles de los caminos. Ella apasiona m¨¢s a los sectores medios y altos, pero los pobres tamIbi¨¦n intervienen, y quienes participan en ella lo hacen con total libertad de palabra, atac¨¢ndose sin piedad y a veces con ferocidad, y proponiendo programas que son distintos, pues van desde un centro izquierda hasta una extrema derecha. Que la extrema izquierda no participe limita, pero no invalida el proceso. Esto representa un progreso para el pa¨ªs. No es justo comparar lo que ocurre en El Salvador con los procesos pol¨ªticos de Suecia o Costa Rica, pa¨ªses con s¨®lidas costumbres democr¨¢ticas. Hay que compararlo con lo que ocurr¨ªa en El Salvador hace 10, 15 o 20 a?os. Ahora, por primera vez, la derecha del pa¨ªs no confla en el Ej¨¦rcito para defender sus intereses, sino que trata de ganar los votos y da los primeros pasos -los tropezones son inevitables cuando se aprende a caminar- por la senda del juego democr¨¢tico. En este sentido, Arena, con todas las objeciones morales que pueda merecer su l¨ªder, constituye un avance, como lo constituir¨ªa que el FMLM-FDM decidiera tambi¨¦n reemplazar los fusiles y las bombas por los votos.Dos dirigentes del Partido de Conciliaci¨®n Nacional (PCN) -su candidato, el doctor Francisco Guerrero, es un pol¨ªtico de viejo cu?o conservador-, Hugo Carrillo y Luis Lagos, me refirieron un di¨¢logo que tuvieron con unos parlamentarios de Alemania Occidental de visita en El Salvador. "S¨ª, es cierto, nuestra campa?a electoral es imperfecta comparada a las de su pa¨ªs. Ustedes, cuando van a hacer propaganda a los pueblos alejados no tienen que dejar hecho testamento, pues esa gira pol¨ªtica podr¨ªa ser la ¨²ltima. ?No es el riesgo diario que corremos en esta campa?a un indicio de nuestra vocaci¨®n democr¨¢tica?" Es cierto: pedir el voto, dar el voto, creer en el voto implica un serio riesgo. Y hay cientos de miles de salvadore?os dispuestos a correrlo. Un destacado intelectual, el poeta David Escobar Galindo, me dijo algo que me repica en el o¨ªdo: "Es un gran progreso que, por primera vez en la historia del pa¨ªs, no sepamos de antemano qui¨¦n va a ganar las elecciones".
Mario Vargas Llosa, 1984.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.