Pitita Ridruejo
"Unos diecis¨¦is a?os en las monjas, Paco, en Soria, once a?os de misa diaria, hice siempre el bachillerato con nota, todo con becas, por lo bien que iba, e incluso repet¨ª el ¨²ltimo curso por repetirlo, porque s¨ª, porque me encontraba muy a gusto en el convento, porque me daba miedo la vida y porque ten¨ªa el jaleo de la vocaci¨®n, como lo ten¨ªamos todas".Estamos en su actual casa de la calle Fomento, donde se ha fabricado un sal¨®n -varios- de antigua dama que recibe. Media tarde. Nos traen cosas variadas y la madre de Pitita viene a darme unos besos son¨¢mbulos y se va. Le quiere a uno esta se?ora. Primero tomo cerveza y luego gin/tonic. Estamos en el sof¨¢ inmenso, con algo de triclinium romano, s¨®lo hecho para gente de piernas largas, como nosotros, porque, si no, se queda un poco rid¨ªculo y amu?ecado, con las piernas tiesas en el aire.
-?Por qu¨¦ no te metiste monja?
-Por la maternidad, yo necesitaba la maternidad, lo sent¨ªa en los ni?os de Soria, en los ni?os de los pobres, en todos los ni?os que me rodeaban, era m¨¢s fuerte lo de la maternidad. Por otra parte, Paco, es muy gracioso, porque yo soy muy did¨¢ctica, me gusta explicar cosas a los ni?os y a los grandes.
(Mike, el marido/embajador, de apellido largo y griego, bello, como dos versos de Homero, anda por los tejados de la casa con los alba?iles del fr¨ªo, terminando las obras.) "Me sent¨ªa arrojada al mundo, Paco, la vida me daba miedo, pero no tuve m¨¢s remedio. Siempre me hab¨ªa atra¨ªdo lo oriental y me cas¨¦, al fin, con un oriental, Mike, filipino, que tuvo problemas, a la hora de las Embajadas, con su apellido griego, y un d¨ªa nos fuimos a Roma, a buscarnos la vida, porque Mike me dijo: yo soy un marido pintado en la pared, yo quiero ser yo. En Roma gan¨¢bamos poco dinero y yo era la se?ora que iba a la compra, hac¨ªa los cuartos y trabajaba mucho, hasta que Mike, que estaba en contacto con Wall Street, empez¨® a ganar dinero y entonces nos cambiamos a una zona m¨¢s cara, y entonces vino la primera dama filipina, Ymelda de Marcos, y entonces empezaron a proponerle a Mike el jaleo de las Embajadas, y entonces...". Tiempos en que andaba de filipina ap¨®crifa, tan egipcia, y la sacaban en la Prensa del coraz¨®n y en las revistas de humor. Tiempos de Madrid en que coincidimos en Loewe/ todo, en el todo/loewe, en casa de Bardav¨ªo y en los festivales que presentaba Mart¨ªn Ferrand. Pitita lo tiene en fotos. Areilza me confirma la condici¨®n egipcia que yo he diagnosticado en Pitita. "El Oriente me fascina, no s¨¦ de d¨®nde me viene este ramalazo oriental, pero lo que me gusta es envolverme en cuatro trapos, en verano, como las indias, y andar as¨ª todo el d¨ªa. Y luego la contemplaci¨®n, la m¨ªstica, que nos fuimos tres amigas a ver a un guru y una de ellas hasta volvi¨® para quedarse con ¨¦l para siempre, yo dorm¨ªa en el suelo, con una manta, y nunca he dormido mejor, el guru hablaba en su lengua a aquellos hind¨²es y a nosotros nos hablaba en ingl¨¦s, en un ingl¨¦s muy malo, pero era un ser fascinante". Su Embajada de Zurbano, las fiestas que daba, siempre la seguridad/inseguridad de esta mujer entre el girar de las l¨¢mparas, los p¨ªcaros, los gelstastistas, las marquesas, los parapsic¨®logos, los intelectuales y los modistos/escaparatistas. ?Ad¨®nde iba Pitita? "A la vuelta de la India tuve grandes inquietudes y fui a consultar con un te¨®logo de Comillas. Comprend¨ª que Dios no hay m¨¢s que uno, que verdad no hay m¨¢s que una, y que todo son caminos hacia lo mismo. Ya que yo hab¨ªa sido puesta en el camino cat¨®lico, apost¨®lico y romano, eso ten¨ªa que ser". Frente a nosotros hay, en la pared, un inmenso dibujo en rojo que nos da una Pitita/Vogue, una Pitita/Europa, una Pitita internacional y mundana.
-De modo que as¨ª resolviste el conflicto Oriente/Occidente.
-S¨ª, he comprendido que mi camino es, quiz¨¢, aquel de las misas diarias durante once a?os, que nos fanatizaba, pero que se me ha quedado dentro.
Entre el guru y Cristo -ese otro guru-, se ha quedado con Cristo, pero est¨¢ viva en ella la a?oranza del guru. Noches de Zurbano, de Liria, de JoylEslava, fosforescencia femenina en la hora pen¨²ltima, cuando el rayo l¨¢ser de las discotecas nos diagnostica a todos el tedio vital, la angustia existencial y la ¨²ltima copa del tango.
-?Por qu¨¦ vas tanto a Joy/ Eslava? Es otra contradicci¨®n sin resolver. ?Eres una m¨ªstica o una mundana?
-Pues no lo s¨¦. Quiero cortar con todo, pero no puedo, no tengo fuerza de voluntad. Me gusta querer a la gente, estar con la gente. Hago una hora de meditaci¨®n diaria, en la capilla, a veces pongo gregoriano, por las ma?anas, y otra hora por la tarde, y luego por la noche me voy a una cena o a JoylEslava porque me gusta la gente, porque a m¨ª es muy f¨¢cil halagarme, no pongas que soy una m¨ªstica, por favor, qu¨¦ burla, con esa imagen que doy en el Hola. Pero Santa Teresa me ha ensefiado que no hay que pedirle nada a Dios, que ¨¦l ya sabe lo que necesitamos, lo que quereme,s, y por eso le dec¨ªa: T¨² oc¨²pate de mis asuntos, que yo me ocupar¨¦ de los tuyos, dec¨ªa unas cosas tan graciosas, Paco, Paco...
-Hevisto en tu mesilla de noche muchos rosarios. ?Rezas a la vuelta de Joy/Eslava?
-S¨ª, rezo, claro que rezo, rezo mucho.
El dormitorio y el antedormitorio son una ecolog¨ªa de fotos, retratos, dibujos, cuadros, cosas, como toda la populosidad social llegando hasta los dinteles mismos de la mayor intimidad. "Aqu¨ª hay un dibujo que me hiciste t¨², Paco". Y lo tiene enmarcado. El piano es una nave musical y empavesada de gr¨ªmpolas y gallardetes que son fotograf¨ªas, recuerdos, cosas, de Fellini a la reina de Inglaterra, de Mart¨ªn Ferrand a los Duques de Alba, todos presentando armas a la memoria minuciosa y generosa de Pitita. En su ¨¦poca de Roma/Fellini, el gran director la eligi¨®, efectivamente, top¨¢ndosela en la calle, para una secuencia de su filme Roma. De entonces tiene unas fotograf¨ªas en que Cinecitt¨¢ la ha convertido en otra cosa. Casi en una cari¨¢tide/amante romana, casi en una mujer oscura, picuda y en duda de Pavese. La premonja de Soria, asustada de la vida, el ama de casa italiana, la pre/Callas de Fellini, la embajadora en media Europa, con sede en Londres y amistad con la reina Isabel. A m¨ª me ha sacado a la ventana de la casa/Embajada para saludar a la princesa Ana que, all¨¢ a lo lejos, saltaba a la ma?ana matinal y vaga con su caballo m¨¢s fresco y reciente:
-Ven, que vamos a saludar a la princesa.
E ¨ªbamos.
La princesa se perd¨ªa en un galope de niebla como un personaje de Marlowe o de John Ford. Luego pase¨¢bamos por Hyde Park, entre las parejas obscenas del c¨¦sped y la esbeltez frustrada de las ocas, y, luego, yo la llevaba al deslumbramiento, en la Tate, de los Turner, a la mitolog¨ªa personal y dom¨¦stica, angelical, de William Blake. Hasta que Pitita desfalleci¨® en su funci¨®n y se volvieron al Madrid m¨¢s madrile?o, para poner esta casa de Fomento, por donde cruza, inevitablemente, un clima de Embajadas, ahora que han renunciado a ser embajadores (Mike, ya digo, anda por los altos tejados, entre alba?iles de niebla, terminando las obras, con una pelliza y mucho fr¨ªo).
Mentido/fementido personaje de Fellini/Pasolini, lograda embajadora ante la Corte de Buckingham.
-?Pero t¨² sabes guisar, Pitita?
-Nada, ni palabra. Mis hijos, en la ¨¦poca de Roma, me dec¨ªan que les mataba de hambre.
-Te has cortado el pelo.
-S¨ª, y me lo he te?ido. Yo ya tengo canas, muchas canas, y estaba feliz con mis canas. Me parece lo normal, a mi edad. Hasta que lleg¨® mi madre y me dijo: "Hija, me haces vieja; van a pensar que yo me ti?o". De modo que tuve que te?irme mis canas por disimular las suyas. Yo nunca hab¨ªa ido a la peluquer¨ªa ni a la manicura ni nada. Yo me lo hago todo, y de cualquier manera. Nunca miro a ver si un zapato hace juego con un collar. Por favor, qu¨¦ cansancio. (He aqu¨ª su involuntario dandismo femenino.) Pero ahora me ti?o las canas con unas hierbas y, en cuanto me lavo la cabeza, me queda este negro rojizo que tengo hoy, esta cosa rara. Ya no s¨¦ qu¨¦ hacer con el pelo.
Aparec¨ªa con las canas de hilo brillante ("el tiempo subi¨® sus hilos a tu pelo", Neruda), en las mejores noches de JoylEslava, que eran "mejores" por ella y no por otra cosa, entre Marisa Borb¨®n y Paloma Segrelles. Ahora se ha cortado el pelo y se ha dejado los deste?idos de la antigua farsa. "Que me estoy retirando de todo, Paco, que salgo de la meditaci¨®n, a veces con gregoriano, ya te digo, y el mundo me parece absurdo".
-?Tienes capell¨¢n en la capilla?
-S¨ª, un gran te¨®logo.
-Pero sigues dando grandes cenas.
-Ya ves que no. Lo de la otra noche no fue nada.
-No fue nada, pero yo romp¨ª una silla.
-Aqu¨ª se rompe una silla en cada cena que doy, Paco.
-Has nacido para la diplomacia, s¨ª. ?Y la jugadora de Bolsa?
-Bueno, eso es algo que despert¨® en m¨ª muy pronto. Una compa?era de colegio y yo comenzamos a especular con pisos del barrio de la Concepci¨®n antes de que existiese el barrio
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de la Concepci¨®n. A la Bolsa siempre he ganado. Soy intuitiva para eso. Creo que hubiera sido una buena ejecutiva. S¨¦, sin mirarlo, en qu¨¦ momento va a subir el oro en el mundo.
-?Y Santa Teresa?
-Santa Teresa. Pero ya no quiero jugar a la Bolsa ni a nada. S¨®lo quiero paz, mucha paz. Y no tener que mirar todos los d¨ªas en el peri¨®dico si baja o sube la Bolsa.
(Mike, el marido, lo dec¨ªa en la primera ¨¦poca: "Estoy pintado en la pared. Soy un marido pintado en la pared. Quiero irme por el mundo para ser yo". Se fue -se fueron- por el mundo y le hicieron nada menos que Embajador de Filipinas en media Europa. Demostr¨® que no estaba pintado en la pared, sino lleno de marcha. Demostr¨® que pod¨ªa deslumbrar a la Corte inglesa. Dej¨® la diplomacia -m¨¢xima virtud diplom¨¢tica- cuando la diplomacia de Filipinas iba mal en el mundo, como va en estos momentos. Y ahora anda por los tejados, con una pelliza, confundido con los alba?iles de niebla y fr¨ªo, retejando y levantando paredes de panderete: Mike, que alguna vez quiso venirse conmigo a los desnudismos de Ibiza, cuando eso era peripecia, Mike, con quien he cenado en las m¨¢s secretas trattor¨ªas del verano madrile?o, conoce bien mi admiraci¨®n por ¨¦l, mi amistad -ha sido mi mejor gu¨ªa en Londres-, y, como dice Pitita, mi entendimiento de que ¨¦l es un hombre "introvertido y profundo".)
-Bien, el pelo destrozado. ?Y esa hebilla del cintur¨®n?
-Esta hebilla del cintur¨®n se la compr¨¦ en Roma a un artista romano.
-?Oro?
-Hojalata.
-El broche del hombro.
-Como t¨² has dicho, me gusta llevar joyas, pero de cierto modo.
-Observo que has acortado notablemente tus faldas, Pitita.
-Es la moda. A m¨ª lo que me gusta es la falda por media pierna, o la falda larga, claro, pero hay que seguir un poco la moda. Yo he hecho mi imagen por exclusi¨®n. No pod¨ªa ir de ni?a mona, porque no lo soy. Tampoco me ir¨ªa nada una minifalda, horror. Ni una ropa de vuelo, parecer¨ªa una mesa camilla, t¨² lo has explicado de otra forma. Entonces, por exclusi¨®n, ya te digo, he llegado a ser como soy.
-Toda personalidad es un sistema riguroso de exclusiones. En la moda como en la literatura. Importa m¨¢s lo que se rechaza que lo que se asimila. Lo que se rechaza (la manera de rechazarlo) somos nosotros.
Tenemos ante nosotros, como me parece que ya se ha dicho, ese dibujo inmenso y en rojo (cuyo autor prefiero ignorar, por adn¨²raci¨®n), que nos da una Pitita/ Vogue.
-?Te ves ah¨ª, esa eres t¨²?
-S¨ª, fue mi mejor momento, el de la Embajada de Zurbano, que tanto conociste.
Pelo de nido, rostro estilizado y vestido ce?ido, rojo y gr¨¢cil.
-Eres una mundana, Pitita.
-?Una mundana?
-S¨ª, como yo. El demonio y el mundo tiran demasiado de ti. No dir¨¦ que la carne, porque parece que no. 0, en todo caso, no en el sentido que dice el catecismo. Te veo irredenta para el misticismo, por mucho que leas a Santa Teresa y al guru. Por mucha meditaci¨®n oriental con gregoriano occidental que hagas en tu capilla. Del mundo es dif¨ªcil que nos salvemos, Esperanza.
-Te prometo que voy a cortar amarras.
-Bueno.
Pero, de momento, se reconoce en ese dibujo/Vogue, se recuerda, y no hay que preguntarle por la s¨ªntesis vida interior/vida exterior. Ella la resuelve naturalmente, sin intelectualismos. En eso es un poco Teresa, s¨ª. Tambi¨¦n lo dijo Proust: "Cada d¨ªa creo menos en la inteligencia".
-Lo que s¨ª te veo, Esperanza, es menos cortejada por aquella corte de gelstaltistas, parapsic¨®logos, magos, adivinos, gerardos, buscadores de agua y de tesoros, generadores/detectadores de ruidos y todo el lumpen del m¨¢s all¨¢, que en tiempos te cercaba.
-Bueno, la gente se equivoca, hay que admitir sus errores, yo lo comprendo todo, hay que comprender y disculpar.
En una palabra, que se ha librado, para bien, de la estela sucia y las aureolas turbias y nocturnas de un mundo como de echadoras de cartas sin cartas, que a¨²n da m¨¢s miedo. Se ha decantado. Vamos al dormitorio y el predormitorio a elegir fotos para que Verdes (perdido entre sus cerdos del Medio Sur) haga el dibujo. Los salones en ferrocarril, la Embajada laica de diplomacia que han puesto los Stilianopoulos.
En el predormitorio, la madre, con su voz fuerte y su pelo negr¨ªsimo -"me haces vieja, hija"-, electrocutada de televisi¨®n. A la madre le beso las manos y las mejillas, le pregunto por Epifanio, con quien tan buenas movidas tuvimos en Londres, de madrugada, abrigado ¨¦l con un chal/toquilla de la hija: "D¨¦jame, Pitita, que estoy tomando una copa con mi amigo Umbral". Y nos ¨ªbamos a los pomos duros. Y la nieta, entre siete y nueve a?os, cuya piel colegial/frutal acaricio con la ternura/ausencia de la hija que no tengo. S¨®lo una piel as¨ª puede consolamos de la edad.
-Lo que te voy a dar, Paco, son mis art¨ªculos de Tiempo, que eran muy buenos y pasaron inadvertidos.
Pero no me los da. En la televisi¨®n de lo m¨¢s dom¨¦stico de la domesticidad, echan unas lecciones de esgrima. Luego subimos, Esperanza y yo, por una escalera interior, a ver los apartamentos del tejado, que son para sus hijos. All¨ª arriba est¨¢ Mike, con pelliza, abrigado de obreros y de lanas, en el cielo marce?o, dirigiendo las obras. No s¨¦ c¨®mo podr¨¢ bajar. "Adi¨®s, Mike, te traeremos mantas y provisiones, te quedas ah¨ª para siempre". Con este hombre me entiendo mejor de lo que ¨¦l y yo creemos. Pitita, al d¨ªa siguiente, har¨ªa llamar a una camarera diciendo que para nada le ense?emos a Verdes las fotos que le hizo Fellini. A Verdes le encantan.
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