El viejo maestro Aldo Ciccolini
Lo blando no brilla. Y blando es el sonido, materia moldeable y moldeada, que Aldo Ciccolini, viejo maestro, obtiene de su piano, instrumento -lo que a menudo se olvida- de cuerda. Ciccolini maneja con sus dedos una muelle peque?a orquesta de c¨¢mara. Es una opci¨®n para ese instrumento eminentemente ambiguo -que es el piano, tierno como las cuerdas, brutal como las percusiones y distanciado como todos aquellos que se valen del artilugio de un teclado. El piano puede ser la bater¨ªa enloquecedora, el rinc¨®n de la abstracci¨®n desencarnada o la malla sensual en donde lo carnal se enrarece y se embellece a la vez. Ciccolini opta por esto ¨²ltimo con sus consecuencias, con su pro y con su contra.
AIdo Ciccolini con la Filarm¨®nica
F. Schubert, '3 piezas para piano, D. 946, '4 impromptus, opus 90'- M. Ravel, 'Valses nobles y sentimentales' ; F. Listz, 'Polka de Mephisto', Vals impromptu', 'Vals de concierto sobre los temas de Luc¨ªa y Parisina' Int¨¦rprete: Aldo Ciccolini (piano). Teatro Principal de Valencia. 26 de marzo de 1984.
Hallazgos sutiles
En el haber del pro, infinidad de hallazgos sutiles, privilegio de una larga vida al acecho de lo que sucede al otro lado del teclado, en la m¨¢gica arpa recostada que es la caja del piano gran cola, como las novias y como los pavos reales, un piano nupcial y real, abanico y velo. En el debe del contra, una mediana luz imprecisa que no acaba de rutilar porque la talla del sonido, dura e implacable, no ha sido llevada adelante y, sin embargo, el sonido tiene cuerpo, s¨®lido, pero blando, equidistante de la fiereza del cristal y de la liquidez del agua, ambos polos transparentes. Por eso no se acaba de comprender bien la elecci¨®n del programa, un programa luminoso para una ceremonia de medias luces. Listz, o deslumbra o se muere. Sobre todo el Listz de la fantas¨ªa sobre temas ¨¤ la page, de primera plana, que fascina a la buena sociedad porque hace aparecer como enteramente nuevo lo que es enteramente viejo o, mejor, envejecido por el uso y el abuso. En ese sentido, como en muchos otros, Listz es moderno, con la modernidad de la moda, y se adelanta medio siglo al gusto de las re-hechuras, un tanto necr¨®filo, propio de la era proustiana.
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