El portazo a Porta
LA APROBACI?N por parte del Consejo de Ministros de un real decreto que pretende renovar las estructuras federativas marca el final de una ¨¦poca en la historia del deporte espa?ol. Las modificaciones electorales introducidas por el Gobierno supondr¨¢n, de entrada, que 16 presidentes se vean obligados a abandonar este a?o sus cargos al frente de sus respectivas federaciones nacionales, hecho que por s¨ª mismo subraya la importancia de la medida, superando sin ning¨²n tipo de duda la valoraci¨®n que amplios sectores de la opini¨®n puedan realizar, por factores de car¨¢cter emocional, de la ahora anunciada desaparici¨®n del escenario deportivo espa?ol de Pablo Porta, presidente de la Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol desde 1975 y personalidad que durante los ¨²ltimos a?os ha encarnado espl¨¦ndidamente el esp¨ªritu de continuismo que el real decreto trata de combatir.A diferencia de la mayor¨ªa de los sectores pol¨ªticos, econ¨®micos y sociales, el deporte espa?ol ha vivido desde 1975 como si nada hubiera ocurrido en este pa¨ªs. El deporte no s¨®lo no ha conocido el cambio, sino ni siquiera la transici¨®n. La mayor¨ªa de los 16 presidentes que en 1984 deber¨¢n abandonar sus puestos, tras haber permanecido en el cargo durante tres mandatos, es decir, desde antes de 1975, se habr¨ªan comportado as¨ª, seg¨²n la herencia que dejan, incapaces de democratizar las estructuras del deporte o incluso de poner orden en su propia federaci¨®n.
Sin embargo, ser¨ªa un yerro may¨²sculo pensar que la decisi¨®n gubernamental de renovar las estructuras federativas, para darles "mayor representatividad y democratizaci¨®n", har¨¢ desaparecer como por ensalmo las dificultades que se anuncian para el inmediato futuro. El real decreto sobre organizaciones deportivas conlleva la posibilidad de una amplia renovaci¨®n, pero la misma modalidad de la muerte pol¨ªtica de los salientes debe mover a la reflexi¨®n sobre el c¨®mo y el para qu¨¦ se producir¨¢n las defenestraciones. El cambio, de hecho, se ha anunciado por arriba, a pesar de que la popularidad de los ahora enfilados, seg¨²n la expresi¨®n utilizada por el mismo Porta, no fuera precisamente desmesurada; y, como era de esperar, los que han ca¨ªdo en la cama no han perdido la oportunidad para interpretar aviesamente el real decreto y echar mano del equ¨ªvoco seg¨²n el cual los denominados hombres del deporte no les hab¨ªan retirado su confianza.
De hecho, el poder f¨¢ctico que son, seg¨²n los casos, los presidentes de clubes o los representantes de las federaciones regionales, esto es, el electorado que mandato tras mandato ha venido renovando su confianza a los que este a?o ser¨¢n defenestrados, representa la verdadera piedra de toque de las posibilidades del real decreto aprobado el pasado mi¨¦rcoles. Si el prop¨®sito de renovaci¨®n no va acompa?ado de un profundo replanteamiento de la modalidad de voto y de representaci¨®n de todos los sectores que conforman la realidad de cada deporte, el futuro puede seguir estando hipotecado por la eventualidad de que un nuevo tapado, cooptado entre los antiguos hombres del deporte, siga manejando los hilos y teniendo la ¨²ltima palabra. De no evitarse a tiempo esta posibilidad, el portazo a Porta s¨®lo habr¨ªa servido para dar satisfacci¨®n a los que ¨²nicamente les parec¨ªa molesta su entonaci¨®n entre ir¨®nica y enf¨¢tica. La democratizaci¨®n del deporte espa?ol puede tener sus l¨ªmites, como los han tenido otras grandes transformaciones. En cierta manera, no es extra?o que el esp¨ªritu hist¨®rico d¨¦ ponderaci¨®n al esfuerzo. Pero en este caso ser¨ªa del todo contraproducente que, una vez eliminados unos personajes, sus seguidores volvieran a estar a salvo de una prueba de limpieza de sangre.
Por lo dem¨¢s, el anuncio realizado por los dirigentes de Coalici¨®n Popular de presentar un recurso de inconstitucionalidad contra el real decreto parece indicar que la oposici¨®n conservadora insiste en su estrategia obstruccionista, consistente en impedir la acci¨®n legislativa del Gobierno.
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