Los santos subversivos
Los santos tambi¨¦n pueden servir para la subversi¨®n del orden pol¨ªtico, y su invocaci¨®n, constituir peligro. Verdaderamente, la Iglesia cat¨®lica tiene santos para todo, de m¨²ltiples or¨ªgenes y para cualquier menester. Ha elevado a esa condici¨®n a personas humildes y arist¨®cratas, y sus funciones ejemplares, sus milagros, su especialidad, en suma, cubren tanto los aspectos p¨²blicos de nuestra vida como los privados, los m¨¢s ¨ªntimos y los que m¨¢s importancia adquieren desde el punto de vista social. Por ejemplo, tenemos santos a quienes dirigirnos si ejercemos la medicina o el derecho, santos escritores, santos artistas, santos pol¨ªticos, pero no faltan santos para proteger nuestros p¨¢jaros y nuestros perros, en los que confiar para que la cosecha sea buena y la lluvia acuda, que el parto se realice con ventura, para que recobremos la vista, encontremos los objetos perdidos y se nos curen los males de garganta. Pedimos ya pocas cosas a los santos, apenas los invocamos, porque a lo mejor no sabemos lo cerca que se encuentran si se les llama; tan cerca, que llega un d¨ªa, el de nuestro santo, valga la redundancia, o el de nuestra onom¨¢stica, t¨¦rmino m¨¢s bien pedante, para dedic¨¢rselo, ¨¦l a nosotros y encima la gente nos felicita.Hay santos inocentes, santos de nombre imposible, como Asincreto o Pretextato, y el n¨²mero de los santos es tan grande que incluso existen santos que no existieron, como falsas reliquias, inventados por ignorantes o desaprensivos. Y hay santos subversivos. Una nueva lectura del A?o cristiano puede ser no s¨®lo edificante, incluso muy instructiva para polit¨®logos. Para entender nos, hay grandes santos y hay santitos, siendo tan s¨®lo Francis co de As¨ªs el que participar¨ªa de ambas categor¨ªas, porque fue grande en su proyecci¨®n social y en su ternura por los humildes y los hermanos animales. Entre los grandes santos se encuentran quienes adquirieron rango pol¨ªti co nacional, los que fueron reyes: Margarita, reina de Escocia; Fernando, rey de Espa?a; Luis, rey de Francia; Eduardo, rey de Inglaterra. Y muchos reyes y pr¨ªncipes, en lo que hoy se llama la Europa del Este, que por ser grandes santos, h¨¦roes nacionales, o ambas cosas a un tiempo, gozan de sorprendente vitalidad y potencialidades ignotas. Con motivo del V centenario de su muerte ha vuelto Casimiro, patrono de Lituania y tambi¨¦n de Polonia. Y con ¨¦l, el recuerdo de otros santos que en la misma Europa poseen resonancia religiosa y nacional.
Esteban, ungido rey de Hungr¨ªa por el papa Silvestre II en el a?o 1000; Adalberto, obispo de Praga y ap¨®stol de Prusia; Wer¨ªceslao, pr¨ªncipe de Bohemia; Eduvigis, princesa de Polonia; Isabel de Hungr¨ªa, viuda de cruzado ca¨ªdo en combate... Por diversos motivos, varios de esos santos no son f¨¢ciles de olvidar, especialmente para sus compatriotas. No son de esos santitos ¨²nicamente valiosos para los peque?os sinsabores, tampoco son santos con categor¨ªa trasnacional y milagros probados fuera de sus fronteras, sino rabiosamente nacionales. Quiz¨¢ incluso no hacen milagros ya, excepto el milagro, que no es peque?o, de sollviantar a sus pueblos de cuando en cuando. De Casimiro, pr¨ªncipe de los rutenos, gran duque de Lituania, venerado tanto en Polonia como en Lituania, en cuya capital se encuentra enterrado desde 1484, hijo de Casimiro IV, rey de Polonia, y hermano de Ladislao, rey de Bohemia, nos aseguran que "ten¨ªa la sangre, pero no la ambici¨®n pugnaz ni la violencia victoriosa de los Jagellones"; era persona "dulce y sensitiva, que no quiso tener m¨¢s que una dama, la Virgen Mar¨ªa. Para ella guardaba sus ternuras y a ella le dedicaba sus madrigales". Seg¨²n la hagiograf¨ªa, muri¨® a los 24 a?os, sin haber querido seguir el consejo de los m¨¦dicos, para quienes el ¨²nico remedio a su enfermedad estar¨ªa en los besos y las caricias de una mujer.
Santidades del Este
El pasado 3 de marzo, Su Santidad el Papa pidi¨® a los lituanos, en su propia lengua, que siguieran el ejemplo del santo y su vida de pureza, rechazando "las llamadas enga?osas de la permisiva ciudad moderna y afirmando las convicciones sin temor, en la confianza y la alegr¨ªa". Para que no cupiesen dudas sobre el sentido de sus palabras, el Papa dio su bendici¨®n a todos los lituanos y, en especial, "a los que se esfuerzan en preservar la fe cat¨®lica en Lituania". Al mismo tiempo, y con el mismo motivo, el episcopado polaco participaba en una misa concelebrada en la catedral de Cracovia, en que se manifest¨® la solidaridad con los lituanos y "el respeto a los derechos humanos por encima de las ideologias". Desde alg¨²n punto de vista pol¨ªtico, es decir, desde determinados planos de la vida p¨²blica en la Europa del Este, es posible que exista una cierta inquietud ante este tipo de celebraciones, ante las que se avecinan y otras que tuvieron lugar a?os atr¨¢s en torno al milenario de Polonia, a san Wericeslao, y a san Esteban y su espl¨¦ndida corona h¨²ngara. Celebraciones a las que de ning¨²n modo se muestra insensible una parte notable de la opini¨®n p¨²blica y, desde luego, un Papa de nacionalidad polaca.Hist¨®ricamente, el catolicismo ha sido la religi¨®n nacional y se?a de identidad de primera magnitud para los pueblos situados entre la Alemania protestante y la Rusia ortodoxa. Los dos territorios socialistas en que el sentimiento nacional se expresa de modo m¨¢s vigoroso y por medio de la religi¨®n, son Polonia y Lituania, ligadas, a su vez, por una experiencia colectiva en que la lucha por la religi¨®n y la lucha nacional siempre se han confundido. Atentos a las ¨²ltimas turbulencias del nacionalismo polaco, a la guerra de los crucifjos en las escuelas y a la recurrente problem¨¢tica sindical y pol¨ªtica, hab¨ªamos olvidado la delicada cuesti¨®n religiosa en la Rep¨²blica de Lituania, hasta reaparecer san Casimiro. De las tres rep¨²blicas b¨¢lticas, Lituania es la que tiene mayor homogeneidad religiosa, donde se estima que, como m¨ªnimo, la mitad de la poblaci¨®n es cat¨®lica practicante. Materias sociales y pol¨ªticas de enorme complejidad, pero que de alguna manera se reflejan en los datos de una vida religiosa intensa y una uni¨®n entre la identidad nacional y la Iglesia cat¨®lica integran un camino dif¨ªcil de practicar para autoridades obligadas al tratamiento de problemas en que tambi¨¦n la fe se halla por medio.
Nunca ha sido sencillo el an¨¢lisis del hecho religioso, menos a¨²n cuando religi¨®n y naci¨®n se encuentran, cuando el hecho religioso adquiere un car¨¢cter totalizador o constituye un reflejo defensivo de m¨²ltiples motivaciones. En la Europa del Este no es f¨¢cil cuantificar el ambiente que rodea el aparente resurgir de la Iglesia cat¨®lica, especialmente en zonas situadas en el flanco norte del Pacto de Varsovia, el m¨¢s delicado por su contig¨¹idad con la Alemania Occidental. Tampoco lo es esclarecer el sentido y el poder de determinados movimientos cuando en sus filas se encuentran Casimiros, Wenceslaos, etc¨¦tera. Pero, en cualquier caso, el estilo laico y desenfadado que rige en otras partes de Europa, donde todo parece definitivamente desacralizado, de ninguna manera provoca al otro lado esa ¨®ptica similar a la nuestra, por la que los santos son seres cordiales, pero de poca utilidad. Una pol¨ªtica m¨¢s activa del Papa, una inquietud social renovada, las incertidumbres de una pol¨ªtica de uniformaci¨®n y de superaci¨®n de datos de la profunda identidad cultural, podr¨ªan explicar el retorno de esos santos subversivos, que, iron¨ªas de la historia, resulta que son h¨¦roes nacionales tambi¨¦n, los que, como se sabe, no est¨¢n muertos, s¨®lo dormidos, y alg¨²n d¨ªa despertar¨¢n; san Casimiro y el papa Wojtyla hacen pensar que la pregunta de Stalin "?Cu¨¢ntas divisiones tiene el Papa?" en absoluto era absurda.
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