El gran debate de la defensa europea
La nueva situaci¨®n estrat¨¦gica y las nuevas tecnolog¨ªas de armamento obligan a Europa a replantearse su pol¨ªtica defensiva
La pol¨¦mica sobre la defensa europea, el papel que deben jugar en ella las armas convencionales o las nucleares y el grado de dependencia de Europa respecto a EE UU se ha reavivado en las ¨²ltimas semanas, especialmente a ra¨ªz de las cr¨ªticas hechas por el ex secretario de Estado Henry Kissinger a la actual estrategia de la OTAN y las declaraciones del subsecretario de Estado de la RFA. La antigua estrategia de la "respuesta flexible" ha quedado superada y es inaplicable hoy en el escenario europeo. La presi¨®n de la nueva tecnolog¨ªa de armamentos y la de una opini¨®n p¨²blica cada vez m¨¢s sensibilizada hacia los temas de seguridad coinciden en hacer este debate urgente e inevitable.
El gran debate sobre el papel de las armas nucleares en la estrategia de la OTAN es casi tan antiguo como la alianza, y las demandas para reforzar la capacidad convencional no son una novedad. Pero los tiempos han cambiado, y el debate, lleno de contradicciones a¨²n no resueltas, se sit¨²a ahora en un contexto dominado por la paridad estrat¨¦gica entre las dos superpotencias y la superioridad sovi¨¦tica en el terreno de las armas nucleares de teatro y de las fuerzas cl¨¢sicas.De ah¨ª que se vuelva a plantear la discusi¨®n sobre las armas convencionales y sobre la continuidad de la garant¨ªa norteamericana a la defensa de Europa occidental. Pero ¨¦ste es un debate que afecta fundamentalmente al frente central en Europa y que pone de nuevo de manifiesto el problema alem¨¢n.
Desde 1967, la OTAN se rige por la llamada doctrina de la respuesta flexible (v¨¦ase recuadro). Pero el caso es que no puede funcionar, pues la OTAN no dispone de los elementos suficientes para aplicarla. En efecto, los expertos opinan que para que esta doctrina sea v¨¢lida -y que sea, pues, algo m¨¢s que una seudoestrategia- se requiere un equilibrio a todos los niveles con el Pacto de Varsovia: convencional, nuclear en el teatro europeo y estrat¨¦gico entre las superpotencias.
Municiones para 10 d¨ªas
Seg¨²n fuentes fidedignas, las reservas de municiones de que dispone la OTAN en la actualidad no bastan para m¨¢s de 10 d¨ªas de combate. En caso de ataque, la OTAN tendr¨ªa que hacer uso en seguida de sus armas nucleares, es decir, de las norteamericanas, especialmente de las t¨¢cticas. Esto no es lo que se puede calificar precisamente de flexibilidad. Y la amenaza nuclear de la OTAN, en el teatro de operaciones, ha perdido credibilidad, seg¨²n los expertos, ante la superioridad sovi¨¦tica en el mismo campo. Los tiempos han cambiado.
Tras la segunda guerra mundial, y con la creaci¨®n de la OTAN, los europeos eligieron la disuasi¨®n m¨¢s barata posible frente a un adversario sovi¨¦tico que no hab¨ªa desmovilizado gran parte de sus tropas. As¨ª, la disuasi¨®n europea se bas¨® en la absoluta superioridad nuclear estadounidense. Las primeras cabezas nucleares norteamericanas comenzaron a llegar a Europa en 1953.
Pero pronto Estados Unidos, que hasta entonces hab¨ªa defendido la doctrina de las represalias masivas contra la URSS en caso de ataque, cambi¨® de parecer, optando, tras la crisis de los misiles en Cuba, por la respuesta flexible. La OTAN tardar¨ªa *cinco a?os en dar este paso. Las dudas europeas sobre la garant¨ªa norteamericana comenzaron a cundir entonces, y se ampliaron en la era de la paridad estrat¨¦gica entre Washington y Mosc¨².
M¨¢s recientemente, las declaraciones de Ronald Reagan sobre una posible guerra nuclear limitada a Europa no mejoraron la suspicacia europea. Y los movimientos pacifistas se han encargado del resto. Los expertos no dudan ahora en asegurar que la disuasi¨®n o la seguridad no bastan. Los pueblos europeos quieren adem¨¢s ahora seguridades. Los europeos lo quieren todo.
Cuando en la ¨¦poca de la par? dad los europeos dudan y Henry Kissinger vuelve a pedir un cambio en la estrategia de la OTAN, e subsecretario de Estado de la RFA, Alois Mertes, le contesta que EE UU y la URSS "decidieron conjuntamente consolidar el desequilibrio de poder¨ªo que existe entre Europa occidental y Estados Unidos al firmar en 1968 el Tratado de No Proliferaci¨®n de Arma
Nucleares (TNP)". Este tratado proh¨ªbe la creaci¨®n de una fuerza nuclear multilateral europea, siendo "exclusivamente nacionales, es decir no europeas" las armas nucleares francesas y brit¨¢nicas. Alois Mertes va a¨²n m¨¢s lejos al se?alar que "muchos norteamericanos han olvidado que la base de la adhesi¨®n alemana occidental al TNP fue la validez inalterable de la garant¨ªa nuclear de Estados Unidos hacia la RFA, incluido Berl¨ªn Occidental'.
La respuesta flexible ya no funciona, pues la OTAN ha perdido el dominio de la escalada sobre la URSS. No se trata de cambiar la doctrina, sino de crear las condiciones para que se pueda cumplir. Para ello, lo primero es lograr un mejor potencial convencional para la defensa directa frente a un eventual ataque sovi¨¦tico, lo que reducir¨ªa, pero no eliminar¨ªa, la dependencia de las armas nucleares. Pero aqu¨ª se plantean problemas de ¨ªndole pol¨ªtica y financiera.
Respuesta flexible
En 1982, el secretario de Defensa norteamericano, Caspar Weinberger, present¨® un documento a sus colegas de la OTAN sobre el papel que podr¨ªan desempe?ar las nuevas tecnolog¨ªas -en el frente central, es decir, en el frente alem¨¢n. Los progresos tecnol¨®gicos hacen posible que misiones encomendadas antes a armamentos nucleares -como ataques contra concentraciones de tanques, bases a¨¦reas o refugios de los mandos enemigos- puedan ahora ser desempe?adas por nuevas armas no nucleares o mal llamadas convencionales. ?sta es tambi¨¦n la v¨ªa que persigue el comandante supremo aliado en Europa, general Bernard Rogers. El umbral nuclear quedar¨ªa as¨ª m¨¢s elevado, y la respuesta podr¨ªa ser verdaderamente flexible.
Ese mismo a?o, antes de convertirse en ministro de Defensa alem¨¢n occidental, Manfred Woerner public¨® un estudio sobre las nuevas tecnolog¨ªas. Si antes, para destruir un grupo operativo de ataque sovi¨¦tico se necesitaban 5.500 salidas de aviones y 33.000 toneladas de bombas, bastar¨ªan
El gran debate de la defensa europea
ahora menos de 100 salidas y unas 500 toneladas de munici¨®n.
No se trata de una pura cuesti¨®n de armamentos, sino de un debate fundamentalmente doctrinal. Los europeos, con la RFA a la cabeza, se resisten a aceptar que Estados Unidos no puede ya arriesgar su propia existencia para defender a Europa. El citado Alois Mertes ha se?alado que una defensa puramente convencional podr¨ªa destruir la garant¨ªa estrat¨¦gico-nuclear estadounidense hacia Europa occidental. Adem¨¢s, de la mano de las fuerzas norteamericanas, las nuevas tecnolog¨ªas vienen acompa?adas de nuevas doctrinas. Tanto la doctrina en vigor norteamericana de la batalla aeroterrestre como otras que se est¨¢n elaborando y que propugna Rogers abogan por un ataque en profundidad contra los refuerzos -o segundos escalones- del enemigo.
Se trata de ampliar el campo de batalla y de ir hacia un frente o primera l¨ªnea m¨¢s m¨®vil. Esto implicar¨ªa el perder terreno t¨¢cticamente para ganar tiempo mientras se atacan los refuerzos m¨¢s all¨¢ de la frontera en profundidad o bien el pasar a la ofensiva y atacar directamente al enemigo en su propio territorio., Ambas alternativas plantean grandes problemas a la RFA.
Es m¨¢s, una guerra de maniobras en la frontera entre las dos Alemanias podr¨ªa llevar a destrucciones masivas en la RFA, ya que en una franja de 100 kil¨®metros a lo largo de la l¨ªnea fronteriza se concentran un 40% de la poblaci¨®n y un 60% de la infraestructura industrial del pa¨ªs. Por tanto, la RFA insiste en la defensa adelantada, sin que se ceda un metro de terreno al eventual atacante. Y de ah¨ª la importancia para Bonn de la presencia sobre su territorio de tropas de diversos pa¨ªses de la OTAN, comenzando por Estados Unidos. La retirada de tropas norteamericanas podr¨ªa adem¨¢s debilitar la defensa convencional europea y aumentar as¨ª su dependencia de las armas nucleares.
Despu¨¦s est¨¢ el problema demogr¨¢fico que supone el descansar sobre una mayor defensa convencional. La poblaci¨®n joven, en un pa¨ªs como la RFA, y no es el ¨²nico, se est¨¢ reduciendo. El futuro, como indic¨® un diplom¨¢tico en la OTAN, comenz¨® ayer con la reducci¨®n de las familias. Bonn est¨¢ planificando el dinero suplementario que gastar¨¢ no para aumentar el numero de tropas, sino para mantener el que tiene. Pues habr¨¢ que alargar el servicio militar, delegar todo lo posible en los civiles y encargar mayores labores militares a las mujeres.
En estas circunstancias, el coste de la operaci¨®n de reforma de la defensa convencional ser¨ªa considerable. Ya el 3% de incremento real anual en los gastos de defensa acordado por la OTAN en1978 ha sido dif¨ªcil de mantener. Rogers pide ahora un 1% m¨¢s.
Y si es necesario acudir a las nuevas tecnolog¨ªas, los europeos est¨¢n dispuestos a beneficiar a sus industrias. Por primera vez se han organizado para dar una respuesta com¨²n a EE UU en este terreno industrial. No es, por otra parte, un secreto el que la OTAN gasta m¨¢s que el Pacto de Varsovia para obtener una menor defensa convencional, como consecuencia de su falta de uniformidad.
Debate imparable
Finalmente, Kissinger ha sugerido que Europa deber¨ªa asumir en 1990 la principal responsabilidad para la defensa convencional en tierra. De hecho, en la actualidad los europeos aportan un 90% de las tropas terrestres, un 90% de las divisiones acorazadas y un 80% de los aviones de combate de la OTAN en Europa. Claro que, en proporci¨®n a su riqueza, Europa gasta menos que EE UU en defensa.
El debate est¨¢ lanzado de nuevo. Puede ser largo, pero esta vez parece imposible de parar, tanto por la presi¨®n _objetiva de la tecnolog¨ªa como por la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Quiz¨¢ por primera vez coincidan los imperativos estrat¨¦gicos y las necesidades pol¨ªticas.
Algunos europeos, como el presidente franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand, miran m¨¢s all¨¢ del futuro inmediato, hacia los sistemas de protecci¨®n contra las armas nucleares basados en el espacio. No es broma. Europa occidental puede llegar tarde a su ¨²ltima cita con su propia autonom¨ªa.
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