Los italianos piden que vuelvan los matrimonios
El Parlamento estudia la reforma de la ley que en 1978 aboli¨® las instituciones para enfermos mentales
?Volver¨¢n a abrirse en Italia los manicomios? Este es el problema que se le plantea a esta sociedad, capaz de aprobar las leyes m¨¢s revolucionarias e incapaz despu¨¦s de ponerlas en pr¨¢ctica. La famosa Ley 180 -que el 13 de mayo de 1978 fue aprobada por el Parlamento- sobre los manicomios era una de las m¨¢s avanzadas del mundo. Sobre todo desde un punto de vista filos¨®fico. Con aquella ley, en efecto, se hac¨ªa propia la tesis de la Escuela de Psiquiatr¨ªa de Trento, apoyada por el nombre ilustre de Antonio Basaglia, seg¨²n la cual la locura no es en s¨ª misma una enfermedad, sino el reflejo de una dificultad para relacionarse socialmente.
Aquella ley se correspondi¨® con el expreso y casi un¨¢nime reconocimiento de que la mayor¨ªa de los manicomios en vez de curar a los enfermos lo que hac¨ªan era convertirlos en cr¨®nicos. Se descubri¨® que los manicomios eran una escuela de suicidio y, en muchos casos, verdaderos campos de concentraci¨®n, donde a los enfermos se les despojaba hasta de sus m¨¢s elementales derechos humanos.Y junto a todo esto exist¨ªa una fabulosa especulaci¨®n econ¨®mica en torno a dichos centros de cura mental, tanto estatales como privados.
La ley de 1978, con un plumazo, acab¨® con la instituci¨®n. Se decret¨® que poco a poco se fueran cerrando los manicomios. Deb¨ªan quedarse dentro s¨®lo los ancianos y enfermos cr¨®nicos incapaces de valerse por s¨ª mismos y abandonados por sus respectivas familias.
Para todos los dem¨¢s se abrieron las puertas, y los enfermos mentales all¨ª recluidos adquirieron su libertad.
?D¨®nde fueron? ?ste fue el problema. Seg¨²n la ley, ten¨ªa que haberse llevado a cabo la creaci¨®n de toda una serie de comunidades terap¨¦uticas para preparar a los enfermos a insertarse en la sociedad. Para algunos, donde las estructuras de base funcionaron o estaban ya preparadas, todo fue f¨¢cil. Para la mayor¨ªa, la salida del manicomio fue un remedio peor que la enfermedad. En algunos casos los enfermos fueron enviados a los hospitales normales mezclados con los otros hospitalizados. Pero, junto al rechazo por parte de la mayor parte de los enfermos cuerdos de aquellos enfermos locos, el problema de desadaptaci¨®n en muchos casos fue real y cre¨® grandes dificultades a los responsables de los hospitales.
Y lo curioso es que lo que ha faltado no ha sido dinero, sino tiempo e instrumentos para realizar la reforma del manicomio, sobre todo porque todo el problema fue entregado a las administraciones regionales.
Clamor popular
Ahora se pide a gritos una reforma urgente de la Ley 180. Lo piden todos, incluso los que fueron el alma de aquella ley tan importante. Lo piden, l¨®gicamente, quienes nunca la digirieron; lo piden los familiares de los enfermos, que con la llegada a casa del hu¨¦sped desagradable perdieron la paz y la tranquilidad familiar; lo piden las instituciones de barrio, ya que de un loco, l¨®gicamente, no se soporta nada, ni siquiera que meecontra la pared. Se ha creado una psicosis de miedo frente a casos reales de violencia.
Y todos los sondeos hechos en el pa¨ªs dan un ¨ªndice alt¨ªsimo de ciudadanos favorables a la reapertura de los manicomios. En este punto el Parlamento es, afortunadamente, mucho m¨¢s abierto que la mayor¨ªa de la gente de la calle.
Existe ya en el Parlamento el texto de una reforma de ley. Ahora el problema es que la reforma de la reforma no contiene el esp¨ªritu de la Ley 180. En realidad, el Parlamento, se afirma, no volver¨¢ a aprobar que se vuelvan a abrir los manicomios, y seguir¨¢ en pie el principio de que, en todos aquellos casos en los cuales exista la m¨¢s peque?a posibilidad de insertarse en la comunidad, el enfermo mental no debe ser internado. De hecho, ahora, seg¨²n la Ley 180, nadie puede obligar a uno de estos enfermos a internarse. Se le puede s¨®lo hospitalizar en casos graves.
De lo que se trata es de ver si
Los italianos piden que vuelvan los manicomios
es posible crear, incluso dentro de los manicomios, peque?as comunidades terap¨¦uticas, con personal muy especializado, para tener en ellas a aquellos enfermos a los que, por el momento, no sea posible dejar en plena libertad. 0 bien de ser m¨¢s flexibles en el internamiento de los enfermos cr¨®nicos o considerados como peligrosos.
Una dif¨ªcil y larga batalla parlamentaria
La batalla en el Parlamento no ser¨¢ f¨¢cil. La ley ser¨¢ acusada de no haber funcionado por falta de estructuras adecuadas y de personal, y tambi¨¦n por falta de colaboraci¨®n de la misma opini¨®n p¨²blica, que se ha revelado particularmente dura frente a las molestias que pueden causar ¨¦stos enfermos mentales en la sociedad.
Ya en los primeros momentos, cuando algunos de los psiquiatras j¨®venes, antes a¨²n de la aprobaci¨®n de la ley, se hab¨ªan decidido a abrir las puertas de algunos manicomios, fue una peque?a revoluci¨®n.
Por ejemplo, en Perusa, donde uno de los mayores defensores de esta revoluci¨®n de la salud mental fue el psiquiatra Carlo Brutti, sobre cuya experiencia se rod¨® la pel¨ªcula Las fortalezas desnudas. El psiquiatra tuvo que acabar luchando contra la propia magistratura italiana. En efecto, Brutti fue convocado por los jueces porque uno de los enfermos a los que se hab¨ªa dejado en libertad se hab¨ªa suicidado y otro hab¨ªa acabado muerto bajo las ruedas de un coche.
A la b¨²squeda de estructuras alternativas
El psiquiatra Brutti revel¨® entonces las cifras de los suicidios dentro del manicomio y explic¨® que querer impugnar la reforma de los manicomios porque un enfermo acabe atropellado es como confesar que todos los que sufren un accidente de coche eran antes locos o que hay que internar a cuantos hayan sido tentados alguna vez por el suicidio. Y, de hecho, fue absuelto, y hoy, de aquel manicomio de Perusa, docenas de enfermos est¨¢n perfectamente insertados en la sociedad, algunos de ellos incluso tras 20 y 30 a?os de manicomio.
La batalla en el Parlamento ser¨¢ en realidad para que, salvado el esp¨ªritu que inspir¨® la Ley 180, no se vuelva a caer en la ligereza de abandonar a los enfermos cr¨®nicos a sus propias fuerzas o de devolverlos a las familias no preparadas para recibirles. Se pedir¨¢ que se creen cuanto antes las estructuras alternativas y se preparen equipos de personal especializado, y, sobre todo, que dicho personal crea en las nuevas teor¨ªas de la psiquiatr¨ªa moderna, que niega que los des¨®rdenes ps¨ªquicos sean una enfermedad como las dem¨¢s o que el enfermo mental sea un ciudadano de segunda categor¨ªa al que se le puede incluso dispensar de los m¨¢s elementales derechos civiles y humanos.
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