Un programa de la televisi¨®n privada brit¨¢nica hace desfilar la caricatura de personajes de la pol¨ªtica internacional
?C¨®mo reaccionar¨ªa un primer ministro espa?ol si se viera retratado en un programa sat¨ªrico de televisi¨®n abrazado a Adolfo Hitler y repartiendo aut¨¦nticas bofetadas entre los miembros de su Gobierno? ?Aceptar¨ªa sin protestas el embajador norteamericano en Madrid que el presidente Reagan apareciera en las pantallas de un pa¨ªs amigo como un mu?eco descerebrado, permanentemente acostado y jugando con pistolas? Todo esto y mucho m¨¢s aguantan las autoridades brit¨¢nicas de un programa de televisi¨®n llamado Spitting Image. Desde la reina Isabel II hasta el actor de moda o los personajes m¨¢s famosos de la vida pol¨ªtica internacional, todos son objeto de una cr¨ªtica que los propios productores del programa califican de salvaje. El programa se emite, adem¨¢s, a una hora punta: los domingos a las diez de la noche en el primer canal de la televisi¨®n privada, ITV.
Spitting Image es un producto de la mente irreverente de dos famosos escritores sat¨ªricos: John Lloyd, que fue coproductor de otra serie cr¨ªtica, Not the nine o'clock news, (?stas no son las noticias de las nueve) y Tony Hendra, antiguo editor de la revista humor¨ªstica norteamericana National Lampoon. Tuvieron la idea de crear unos sketches con marionetas de caucho, parecidas a las del famoso show norteamericano The muppets.Los creadores de los mu?ecos, caricaturas de personajes famosos, son Peter Fluck y Roger Law, conocidos como Luck and Flaws, ex profesores de dibujo del Cambridge School of Art. "Roger suele hacer los primeros bocetos", explica Fluck, "y luego trabajamos juntos. Cuando creemos que hemos logrado un buen mu?eco, se lo ense?amos al lechero. Si lo reconoce, lo enviamos al taller. Si no, volvemos a empezar".
La reina Isabel II aparece siempre agarrando fuertemente su bolso y con un pa?uelo que cubre casi su diadema real. Uno de los ¨¦xitos de la serie son las voces, reproducci¨®n casi exacta de las aut¨¦nticas. "Para encontrar alguien que hablara como Margaret Thatcher tuvimos que o¨ªr a m¨¢s de 100 candidatos", explica John Lloyd; "finalmente elegimos a un hombre". La primera ministra es uno de los blancos favoritos de la serie. Los autores se han inventado un "n¨²mero 9 de Downing Street", puerta con puerta con la residencia oficial de Thatcher, en la que vive un anciano, f¨¢cilmente reconocible como Hitler. La primera ministra suele salir al jard¨ªn y pedir a su vecino, secretamente enamorado de ella, que le d¨¦ consejo sobre los m¨¢s dif¨ªciles problemas de su Gobierno. Mientras tanto su marido, con un vaso de whisky en la mano, ve la televisi¨®n o v¨ªdeos porno.
Las reuniones del Consejo de Ministros son antol¨®ticas. La primera ministra utiliza al titular de Industria, Norman Tebbit, vestido como un punk, de mamporrero. Los ministros aparecen como perfectos in¨²tiles. Algunos comen como cerdos, otros hacen faenas a sus compa?eros.
La familia real no se escapa a la cr¨ªtica, aunque ¨¦sta sea mucho m¨¢s moderada. En uno de los ¨²ltimos episodios, el pr¨ªncipe Carlos visitaba las Malvinas: no dec¨ªa ninguna inconveniencia, pero aparec¨ªa con los mocos congelados colgando de la nariz. La Reina tiene que ir de cuando en cuando a rescatar a su segundo hijo var¨®n, el pr¨ªncipe Andr¨¦s, de los brazos de despampanantes modelos.
El mu?eco que representa a Roy Hattersley, vicel¨ªder de la oposici¨®n, escupe de una forma tan espectacular cuando habla, que sus interlocutores tienen que ponerse impermeable. Ni los grandes abuelos de la pol¨ªtica nacional, como Lord MacMillan o Harold Wilson, logran escapar a la irreverante cr¨ªtica televisiva: todos ellos habitan en un asilo de ancianos y parecen momias babeantes.
Entre los personajes internacionales, Spitting Image suele cebarse en el papa Juan Pablo II, permanentemente de viaje, Konstant¨ªn Chernenko, loco por los cigarrillos y vino occidentales, e Indira Gandhi. El m¨¢s asiduo invitado es Ronald Reagan. En uno de los primeros episodios, uno de sus ayudantes le abr¨ªa el cr¨¢neo para ver c¨®mo andaba su cerebro y ¨¦ste, peque?ito y saltar¨ªn, se escapaba. Desde entonces, no hay episodio en que una voz con acento norteamericano no se pregunte angustiada: "?D¨®nde est¨¢ el cerebro del presidente?" El diminuto cerebr¨ªn suele ser visto al lado de basureros, cerca de cagadas de perros o de paseo tomando el sol en una playa, mientras que su propietario, acostado en la cama, dirige los problemas del mundo.
"No creo que se haya hecho nunca una cosa parecida en televisi¨®n", reconoce el productor de la serie, John Blair. "Las marionetas son terriblemente complicadas y hemos tenido que desarrollar nuevas t¨¦cnicas para que se muevan o incluso lloren".
"Spitting Image tendr¨¢ 12 cap¨ªtulos, como hab¨ªamos planeado", asegura Blair, a quien no parecen hacer mella las duras cr¨ªticas que ha recibido ni las presiones que le llueven de todas partes. Ni el Palacio de Buckingham ni el n¨²mero 10 de Downing Street han protestado, pero es de dominio p¨²blico que tanto la Reina como la primera ministra est¨¢n irritadas con la serie.
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