Los peligros ante el testamento de Bergman
Cuando Bergman dijo que su pel¨ªcula era su ¨²ltima pel¨ªcula tambi¨¦n dijo de qu¨¦ manera ten¨ªa que verse. El apellido Bergman est¨¢ engalanado por envidiables atributos: es n¨®rdico, sabio, libre y autor. Un Ford o un Hawks estaban obligados por la consuetud de los g¨¦neros. Bergman s¨®lo se obliga ¨¦l, tiene que ser singular e irrepetible con la ¨²nica licencia de poder parecerse a s¨ª mismo. Ante su cine, quiz¨¢ sin dolo por su parte, el espectador est¨¢ inducido a entenderlo corno una secuencia continua, una sucesi¨®n de reflejos ¨ªntimos que Fanny y Alexander tiene, porque es la ¨²ltima, que recapitular y cerrar. Y si gusta una... han de gustar todas.Quiz¨¢ la Academia ha querido redimir una supuesta culpa en el olvido a Bergman. Quiz¨¢ todo sea m¨¢s sencillo y resulte ser que Fanny y Alexander es la primera pel¨ªcula de Bergman que les gusta. Tanto da. Lo importante es que aqu¨ª se acaba, parece ser, el Bergman cinematogr¨¢fico y se premia al filme y, de paso, a una obra cerrada que ya no dar¨¢ m¨¢s sorpresas. Alguien dijo que no puede haber biograf¨ªa hasta que el personaje est¨¢ en el nicho porque s¨®lo entonces existe la garant¨ªa de que aquella vida no a?adir¨¢ nuevos signos. La muerte no desvela un misterio pero evita que surjan m¨¢s sobre el muerto. Bergman ha muerto para el cine y s¨®lo ahora los hagi¨®grafos podr¨¢n relatar la vida de su santo con la tranquilidad de que no cometer¨¢ pecados inoportunos. Ante el ceremonial necrof¨ªlico que se avecina, con la paradoja de que el muerto, si le interesa, podr¨¢ contemplar los ritos alrededor de sus exquisitos despojos, hay que reivindicar la discrepancia ante la obra de Bergman, el entenderlo de muchas maneras, el -a lo bruto y en definitiva- que guste o no guste y que esto no suceda siempre sino a ratos. Alexander es Bergman, la casa del pastor tiene una escenograf¨ªa dreyeriana opuesta al lujo barroco del hogar de la abuela, el ni?o ama el teatro, la ficci¨®n, el sue?o, aparecen los fantasmas paternos de Hamlet, una cosa es la poes¨ªa y el onirismo de Alexander y otra, distinta, la cr¨®nica costumbrista de los adulterios y borracheras de la parentela.... Todo eso est¨¢ en este kilom¨¦trico filme. Y seguramente hay muchas m¨¢s cosas, todav¨ªa sin decir. Lo importante ahora, es saber acercarse a las pel¨ªculas de Bergman sin acongojarse porque no cuadren los n¨²meros, porque una cosa sea El s¨¦ptimo sello y otra Fresas salvajes.
En Espa?a, la obra de Bergman lleg¨® a trav¨¦s del festival de Valladolid de cine religioso y ya tuvimos la primera clave para entender su cine: la preocupaci¨®n metaf¨ªsica. A partir de ah¨ª nos convencieron de que siempre hab¨ªa que buscar en sus pel¨ªculas alguna interrogaci¨®n teol¨®gica. Tambi¨¦n aqu¨ª se a?adi¨® una gratuita m¨²sica de ¨®rgano a la secuencia final de El manantial de la doncella para devolver a Bergman esta impuesta coherencia de te¨®logo que ni ¨¦l mismo deseaba, ya que odiaba la ¨¦tica cristiana de la humillaci¨®n. Incluso cuando el tema era la persona y sus m¨¢scaras, las peque?as tragedias eran interpretadas por un olvido de Dios. Bergman era un cineasta religioso y tocaba el tema por activa o por pasiva, cuando no hablaba de ?l era porque hablaba de su ausencia.
En el palmar¨¦s de Fanny y Alexander hay otro nombre importante, el de Steven Nykvist, el director de fotograf¨ªa, el hombre que le ha fabricado a Bergman los climas solicitados, estas acortinadas y granates peceras donde se ara?an los habitantes atormentados, esos blancos/negros sin grises, radicales como las pasiones. La obra de Bergman merec¨ªa un Oscar en el supuesto de que la estatuilla sea el reconocimiento m¨¢ximo. Pero el mismo Bergman agradecer¨¢ que regresemos a su cine sin la pesadumbre de un respeto a sabios, coherentes e institucionales an¨¢lisis que reduzcan esos misterios que la obra conserva. Hay tiempo para saborearlos.
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