Para que sirven los republicanos
Confieso que siempre he tenido cierta debilidad por lo que no sirve para nada. Es una caracter¨ªstica que debe venirme de mi torpeza manual, de mi incapacidad yo dir¨ªa que casi esencial para hacer funcionar a las cosas: ante algo ¨²til me azaro y me siento desagradablemente solicitado, requerido con exigencia a colaborar, urgido. Todo lo que es ¨²til me parece que sabe m¨¢s que yo... Por otro lado, no puedo quitarme de la cabeza que entre cosas ¨²tiles se siente uno como un empleado m¨¢s: lo ¨²til nos utiliza, lo que sirve nos emplea como siervos. S¨®lo los objetos superfluos o puramente ornamentales tienen la generosidad de respetar la cuestionable libertad del hombre: lo que no sirve para nada se nos parece... Conocida esta debilidad m¨ªa por cuanto se resiste a ser convertido en herramienta, algunos amigos me han sugerido en ocasiones que quiz¨¢ lo que m¨¢s me atrae del ideal republicano sea precisamente su actualmente escasa funci¨®n pr¨¢ctica. Seg¨²n ellos, ser republicano hoy es acantonarse en la nostalgia (en mi caso, en la nostalgia de algo no vivido, que es sin duda la nostalgia m¨¢s pat¨¦tica) o en el maximalismo rancio y agreste, cuya idea de comportamiento revolucionano viene a ser deplorar amargamente el presente en lugar de utilizar al m¨¢ximo sus mejores posibilidades. Francamente, no me reconozco en ninguno de estos dos reproches: lo que me interesa de la idea republicana son las perspectivas a que apunta y no los recuerdos que la avalan; y creo que vivimos ahora en Espa?a un per¨ªodo de ins¨®lita fortuna hist¨®rica cuyas realidades es oportuno discutir y miserable desde?ar. En lo que a¨²n no sirven y en lo que ya sirven, pero sobre todo por lo que son y representan, tienen -tenemos- los republicanos motivos para ser declarados -?por decreto regio?- "de inter¨¦s p¨²blico". De tales motivos quisiera hablar brevemente en este 14 de abril.Ni resentidos, ni ilusos, ni subversivos: precisamente la idea republicana consiste en la aplicaci¨®n pol¨ªtica del moderno sentido com¨²n ilustrado. Nadie reivindica el derecho divino de la Rep¨²blica, ni pone la efectiva realizaci¨®n de este sistema de gobierno por encima de la lecci¨®n de las circunstancias o de la voluntad de los ciudadanos. Ser republicano es, ante todo, ser cuerdo en pol¨ªtica y no profesar principios que merezcan el sacrificio masivo de la felicidad de los individuos o de la paz justa del pa¨ªs. Pero claro est¨¢ que no renunciamos a nuestras ideas propias porque a algunos no les parezcan oportunas, ni tampoco suponemos que la inoportunidad provocadora sea el mejor argumento a su favor. Obviamente, en modo alguno se trata de una cuesti¨®n personal: ning¨²n republicano ha negado jam¨¢s que haya. habido reyes buenos y malos, beneficiosos y da?inos. Si el que reina ahora es excelente, por tal se le tendr¨¢ y mejor para todos. De igual manera, hay que suponer que nadie en palacio tiene por qu¨¦ dudar de la buena fe civil de ning¨²n republicano que respete las ley¨¦s y el sistema democr¨¢tico. Empate, pues, en el caballeroso fair play en cuanto al reconocimiento de m¨¦ritos individuales de cada cual. Otra cosa son los argumentos a favor de cada uno de los dos sistemas. A ninguno le faltan, pero pertenecen a rangos diferentes: los que apoyan a la monarqu¨ªa como sistema invocan lo irremediable, el peso del pasado, los poderes f¨¢cticos, la necesidad popular de identificaci¨®n con s¨ªmbolos carism¨¢ticos e inapelables, y probablemente tienen buenas razones para ello; los que sustentan la idea republicana requieren la desmitificaci¨®n del poder, la elegibilidad y revocabilidad de cualquier cargo p¨²blico, las expectativas racionales del futuro, y tambi¨¦n merecen ser escucha-
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Para qu¨¦ sirven los republicanos
Viene de la p¨¢gina 9dos. En general, unos argumentan desde lo que los hombres temen e ignoran, otros desde lo que saben y esperan. Para re:sumir, se?alemos que si en la presente situaci¨®n todos debernos ser prudentemente realistas, ello no equivale a convertimos obligatoriamente en mon¨¢rquicos...
Ha habido y hay muchas formas distintas de perspectiva pol¨ªtica desde la com¨²n aceptaci¨®n del marco republicano como forma preferida de organizaci¨®n estatal. Italia, la Uni¨®n Sovi¨¦tica y EE UU son republicanos; fueron republicanos Indalecio Prieto, Gil Robles y Maci¨¢. Quiz¨¢ por ello fuese oportuno destacar aqu¨ª algunos de los rasgos de la tradici¨®n republicana que m¨¢s inter¨¦s puedan presentar en la actual situaci¨®n espa?ola: yo insistir¨ªa especialmente en el car¨¢cter laico del Estado, en la concepci¨®n federal -es decir, pactada y no coactiva- de la unidad del pa¨ªs, en la prioridad concedida a la educaci¨®n en todos sus niveles, en la reforma humanitaria y cient¨ªfica de las instituciones de reclusi¨®n forzosa de individuos. Pero ante todo quiz¨¢ sea el talante republicano lo que hay que conservar o reinventar... ?Incluso a los mon¨¢rquicos no les vendr¨ªa mal ejercitarse en ¨¦l! Un talante m¨¢s leal a los proyectos colectivos que ciegamente adicto a los individuos, que considera posible guardar la ilusi¨®n sin creer en la magia...
Es evidente que la Rep¨²blica no es la panacea capaz de curar todos los males del pa¨ªs en que vivimos, pero no es menos obvio que el silencio semiamenazador ca¨ªdo sobre esta idea constructiva y quienes legal y leg¨ªtimamente la propugnan es en cierta medida residuo temeroso de esos males.
es escritor y presidente del Ateneo Republicano.
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